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La vigencia de un 'Nabucco' colosal
Verdi abrió en el Teatro Campoamor la 74 Temporada de Ópera de Oviedo, con una gran actuación del coro, que bisó el 'Va, pensiero'
RAMÓN AVELLO
OVIEDO.
Martes, 7 de septiembre 2021, 03:27
Parafraseando aquella frase de Paul Elouad sobre el mundo, podríamos decir acerca de la ópera de Verdi que hay muchos 'Nabuccos', pero todos están en ... este. Así, tenemos el 'Nabucco' biblíco del rey de Babilonia esclavizador del pueblo hebreo. El 'Nabucco' del 'Risurgimento', que simboliza el ideal de unidad y libertad italiana en el siglo XIX. El 'Nabucco' de los cientos de pueblos y naciones que padecen la opresión y ansían ser libres. Este último podría ser el mensaje del 'Nabucco' que ayer inauguró en el Teatro Campoamor la 74 Temporada de Ópera de Óviedo. La ópera más política de Verdi puede proyectar con fuerza su carácter liberador universal sobre sonoridades contundentes y espacios conceptuales simbólicos. El aforo permitido estaba totalmente completo, unas 920 personas, lo que ya da una sensación de normalidad. Al igual que otras veces en la premiere, hubo pateos y aplausos con fuerzas renovadas por el saludo en asturiano.
El 'Nabucco' que se representó ayer en el Campoamor, parte de una producción de 2015 de la Ópera de Oviedo, y que vimos ese año en Oviedo y en el Teatro Jovellanos de Gijón. La propuesta estética de Emilio Sagi evoca un monumental fresco sonoro en donde se aúnan ética -las extrapolaciones al mundo actual son evidentes- y estética, a través de una escena limpia, y en la que se saca un gran partido simbólico a los efectos de claroscuro. Los personajes tienden al hieratismo. En la escena se entresacan elementos conceptuales que aluden al poder -por ejemplo, la silla como trono-, al mundo asirio -el altorrelieve de caza de Assurbanipal y el toro alado-, a los hebreos -el alfabeto semítico- y a la opresión de los pueblos. Se busca en la escena un orden geométrico y una idea de profundidad, aunque los movimientos siempre son frontales, de atrás hacia delante. Sagi y su equipo fueron muy aplaudidos al final.
Gianluca Marcianò, uno de los directores más valorados en las temporadas de Ópera de Oviedo, está hondamente familiarizado con la partitura de 'Nabucco'. De hecho, fue él quien ya dirigió esta ópera en el 2015 en el Campomor, entonces con Oviedo Filarmonía, mientras que ayer fue con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Marcianò combina fuerza, potencia y brillo sinfónico con una delicadeza camerística muy sutil. Uno de los efectos más sorprendentes es la sensación de una envolvente estereofonía, conseguida al colocar algún instrumento de percusión y de metal en los palcos laterales. El ritmo y el tiempo fueron muy fluidos, con cierta tendencia al 'rubatto'.
En 'Nabucco' siempre hay cierta expectación coral que tiene su punto culminante en el coro de los esclavos, el conocido 'Va, pensiero' del tercer acto, por cierto, bisado en el 2015. Este año había también un nuevo aliciente coral, el debut del director Pablo Moras al frente del Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo). El estreno no pudo haber sido más afortunado. El coro es casi protagonista de la obra, porque interviene en escenas concertantes de una manera muy compacta, pero también en escenas corales solistas, entre ellas el mencionado 'Va, pensiero', que fue modélico. Tanto, que también hubo que bisarlo esta vez, empujado el coro por los aplausos y el entusiasmo del público. Afinación perfecta, equilibrio de las cuerdas y esa tersura un poco metálica, muy sugerente y enriquecedora, fueron sus características más destacadas.
Entre las voces, el papel de Ana, interpretado por María Zapata, posee poca individualidad, ya que no canta ningún aria, pero sí es muy concertante. Nos hemos dado cuenta a través de estas pequeñas frases de que la voz de soprano de la joven asturiana es de una belleza y potencia deliciosas. Se hizo notar en un papel no notable.
En una historia sobre el poder, el fanatismo y la libertad, el leve hilo sentimental de la historia romántica de Ismaele, interpretado por el tenor Antonio Gandía, y Fenena, rol cantado por Theresa Krhontaler, puede resultar secundario, pero nunca accesorio. Él tiene un timbre lírico no muy potente, pero sí muy cuidado. Gustó mucho su concepción de un Ismaele con cierta garra dramática.
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Silvia dalla Benetta da vida a una apasionada y maquinadora Abigaille, vocalmente uno de los papeles más difíciles de Verdi, por sus cambios de tesitura extremos. Silvia posee una voz de soprano dramática de agilidad, pero no estuvo especialmente homogénea en Oviedo. Fue aplaudida en su aria del segundo acto, pero adoleció de una Abigaille con agudos demasiado abiertos, llegando casi al chillido. Verdi creó en 'Nabucco' una nueva tipología vocal: el barítono verdiano, más expresivo y contundente. Ayer, Ángel Ódena fue un Nabucco correcto, mejor en el último acto y demasiado doliente en los anteriores.
Sin duda, la voz más cálida y contundente de toda esta ópera fue la de Simón Orfila, en el papel de Zaccaria, el gran sacerdote de Israel, que unió una especial fuerza dramática y profundidad vocal con sensibilidad expresiva. A veces, oyendo a Orfila pensaba que esta ópera se podía haber llamado Zaccaria, por la relevancia y variedad que dio el bajo barítono a este papel.
Esta primera representación fue un éxito completo, especialmente en las partes orquestales y corales y en la gran actuación de Simón Orfila, un veterano de la Ópera de Oviedo.
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