Tragedia de barrio con conciencia y verdad
María Hervás conquista al público del Jovellanos con su impresionante trabajo en 'Iphigenia en Vallecas', reconocido con dos Premios Max
P. A. MARÍN ESTRADA
GIJÓN.
Lunes, 4 de enero 2021, 01:45
Con la impronta dejada en la tarde del sábado por su extraordinario trabajo en 'Jauría', la actriz María Hervás volvía ayer a subirse a las ... tablas del Teatro Jovellanos con otra función de las que dejan memoria en el espectador y en la que de nuevo muestra la sobresaliente calidad de su labor interpretativa. 'Iphigenia en Vallecas', adaptación realizada por la propia artista -que también produce el espectáculo- de la obra 'Iphigenia in Splott' escrita por el galés Gary Owen, llegaba al coliseo gijonés después de un exitoso rodaje durante el que recibió dos premios Max y el de la Unión de Actores a la mejor interpretación femenina. El merecimiento de estos galardones queda sobradamente probado para quien haya asistido a la puesta en escena del intenso y arrebatador monólogo al que da voz, piel y alma su protagonista.
Si el autor original revivía al personaje de Eurípides, hija del rey Agamenón y de Clitemnestra, de la remota Micenas, para trasladarla a Splott, un barrio obrero de Cardiff, Hervás pone a rodar a esta princesa suburbial por las calles de Vallecas y del Madrid de las desigualdades de clase donde el cielo hace esquina con el infierno. Su sacrificio no calma la ira de ninguna Artemisa ni conduce al encuentro de las naves aqueas con su destino de guerra en Troya, y aunque el personaje de Owen apele desde el escenario a la deuda que todos tenemos contraída con ella, su deambular errático y trágico por los márgenes de la vida poca transcendencia parece implicar para los dioses del Olimpo capitalista que trazan a diario millones de destinos tan fatídicos como el de la desdichada Ifi, la antiheroína de esta tragedia contemporánea.
Bajo la atinada dirección de Antonio Castro Guijosa, María Hervás construye con rigor, pasión y veracidad el perfil poliédrico de una superviviente tan insegura en sus contradicciones como deseosa de soñar con alguna salida del oscuro laberinto por el que discurren sus días. Acorazada en su desparpajo de barrio, orgullosa de ese algo tan similar al glamur que maneja embutida en unos leggins y realzado bajo la sudadera, se deja llevar por los designios de una realidad que no controla ni tampoco parece demasiado obsesionada por gobernar. En tal sentido, resulta impresionante la talla de la actriz protagonista para conducir con absoluto dominio la dramaturgia de un papel tan escurridizo y siempre al límite de la previsión. Idéntico equilibrio es el que emplea para seducir al espectador hacia la verosimilitud y el gancho de Ifi en el esforzado ejercicio de mostrar su conflicto entre las ganas de vivir y el bucle trágico en el que se ve arrastrada sin remedio posible.
Pero no son los hilos del capricho de los dioses quienes tejen el drama de esta Ifigenia contemporánea. Los desenmascara ella en su alegato final, revelando también porque afirmó al principio que todos estábamos en deuda con ella. La orientación política que dictan los poderes económicos con el deterioro de los servicios públicos esenciales alimentan insaciables los arroyos donde naufragan antiheroínas como la protagonista de esta tragedia de barrio. Los aplausos finales premiaron largamente el trabajo de Hervás como la pregunta final de su personaje: «¿hasta cando vamos a aguantar?».
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