La voz de la criada
Miguel Rojo
Viernes, 15 de septiembre 2023, 16:37
La niña muere. Ya en la primera hoja de la novela de la chilena Alia Trabucco 'Limpia' (editorial Lumen) se nos anuncia que la niña ... va a morir. Y ahí mismo, en esa primera página quedamos enganchados a esta historia deslumbrante que tiene tanto de reivindicación social como reivindicación de la propia protagonista, Estela, la criada.
Sobre la arriesgada decisión literaria de la certeza de esa muerte se levanta una novela que nos obliga a apresurarnos en la lectura para descubrir cuándo y, sobre todo, para entender la razón de ese final, como si de una tragedia griega se tratara y la muerte no fuera más que la necesaria expiación de los padres de la niña.
'Limpia', de Alia Trabucco Zerán
Lumen. 2023.
232 páginas, 18 euros.
La historia parte de algo tan normal como son los esfuerzos de la gente por mejorar sus condiciones de vida. Estela deja su pueblo en la isla de Chiloe, al sur de Chile, donde vive con su madre, para ir a buscar trabajo a Santiago y ganar un dinero y regresar pronto con ella. Pero el 'pronto' se transforma en siete largos años viviendo y trabajando de interna, criada o como se le quiera llamar, a tiempo completo, con un matrimonio de la clase alta santiagueña y cuidando a esa niña que sabemos va a morir.
Es Estela quien cuenta la historia. Así comienza la novela: «Mi nombre es Estela. ¿Me escuchan?». No sabemos a quién se refiere, pero a ellos, quienes sean, les propone contarles su historia y que la dejen salir cuando acabe. ¿Salir de dónde, de la cárcel, de un siquiátrico? ¿O será a nosotros, los lectores, a quien en realidad Estela cuenta su vida?
Los personajes de las novelas tienen sus propios ritos de paso, esa especie de ceremonia literaria para entender los momentos cruciales de cambio a los que se ven sometidos. Es lo que le ocurre a Estela, el paso que va de la inocencia y los sueños al amargo desencanto en la capital chilena. Estela sabe lo que es la vida, no es ninguna estúpida, sabe y hasta acepta con normalidad la diferencia de clases, pero las aparentemente pequeñas humillaciones a las que se ve sometida (obligarla a no lavar su ropa junto a la de los 'señores', comer aparte, exhibirla como un mueble recién comprado ante las amistades el día de nochevieja, la burla por su manera de hablar...) van acumulándose y calando en su corazón:
«La vida tiende a ser así: una gota, una gota, una gota, y luego nos preguntamos, perplejos, cómo es que estamos empapados».
Ya desde el principio, ante esa muerte anunciada, (¿crimen?), la historia pudiera parecer una novela del género negro, pero nada más lejos de la realidad (aunque no dejan por eso de ser negras las historias del perro abandonado que aparece por casa o las ratas o su encuentro sexual con Carlos... que recorren la novela); 'Limpia' se acerca más a un texto reivindicativo de la dignidad humana, ofreciendo un retrato descarnado de las miserias de las clases altas, más preocupadas por mantener su estatus que por aquellos que las rodean, sea la criada o incluso la propia hija.
Y si ese es el fondo, la forma en que está escrita 'Limpia' es adictiva en la manera que tiene Trabucco de mantenernos ahí, pegados al libro, con un lenguaje coloquial y directo, reflexivo en la voz de Estela, hasta que la niña muere y todo se precipita en una especie de catarsis social: «Esta historia es larga, amigos míos, ya habrán llegado por su cuenta a esta conclusión. Es anterior a mí, anterior a ustedes, mucho más antigua que mi mamá y que su propia mamá. Es una historia que nace de un cansancio viejo y de preguntas que presumen demasiado».
'Limpia' es una novela lúcida, poética y brutal a la vez, que pone en evidencia lo que somos. Por eso resulta tan inquietante.
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