Uno de cada cinco asturianos vive en situación de pobreza

De lleno en una crisis sanitaria, con innegable impacto económico sobre los más vulnerables, buena parte de la población más castigada por el envite de la crisis económica de 2008, la afronta sin haberse recuperado de las consecuencias de esta. Las cifras hablan por sí mismas, en el momento inmediatamente anterior a la pandemia, a finales de 2019, uno de cada cinco asturianos se encontraba en situación de pobreza económica. Según el 'X Informe de seguimiento del indicador de riesgo de pobreza y exclusión social en Asturias (2008-2019)', presentado ayer en la Junta General, la tasa de pobreza creció, solo en 2019, en un 57%. La región refleja el peor desempeño de cualquier comunidad autónoma en la última década. Son 73.000 más que en 2017, hasta los 251.863 asturianos que actualmente se encuentran en una situación de exclusión social.

Pero, si estos datos son demoledores -el estudio se hizo previamente a la declaración mundial de la pandemia por la covid-, aún lo son más poniendo el foco únicamente sobre aquellos más vulnerables. Asturias, en lo referente a pobreza severa, es la segunda comunidad autónoma con las cifras más altas de España, solo superada por Andalucía. Es aquí donde aún se perciben mejor los efectos de la crisis de 2008: se ha incrementado un 171% desde entonces. Pero, si no queremos remontarnos tan atrás, tan solo tenemos que fijarnos en la evolución del último año. Según los datos de EAPN-AS (Red Europea de lucha contra la pobreza y la exclusión social), el 6,7% de los asturianos se encontraba en pobreza extrema en 2018; un año después, ya afectaba al 13,1% de la población.

El presidente de EAPN en Asturias, Héctor Colunga, criticó que «en ocasiones esta realidad no se afronta por sentirla como lejana o no vivirla tan directamente». Por ello, exigió «humildad» porque «sin ella no podremos ser capaces de reconocer nuestros errores como sociedad». Un diagnóstico compartido por el presidente de la Junta General, Marcelino Marcos, quien denunció la «falta de sensibilidad de nuestra sociedad civilizada, que parece que se preocupa más de que las chabolas no estén cerca de nuestras casas en vez de la existencia de las mismas». Para hacer frente a esta situación, Héctor Colunga, pide «aprovechar el gran capital social de nuestra región para vertebrar un nuevo futuro».