Restaurante Ca Xico

Ca Xico cumplirá ciento veinte años en pocos meses. Así consta bajo el amplio alero de la fachada. Y todo, la aldea, la cercana y cantarina mesta del Riensena con un reguero, el puente, los cuidados praos y huertas, los hórreos que acogen mesas en su embaxu, la casa de corredor con dos pisos y buhardilla, el ambiente rural y formal perfectamente combinados, y el mural que resume fotográficamente la historia humana que hay detrás, dan al lugar raíz larga, carácter marcado y continuación viva.

Arturo, anfitrión y encargado, y Julio, cocinero, además de sobrino y tío son tataranieto y bisnieto de los fundadores, María y Francisco Concha, 'Xico'. Éstos, en 1904, abrieron aquí un bar-tienda para vender algo de todo: comer potes y embutidos según la tradición, beber vinos leoneses o sidra de elaboración propia (que se mantiene y les distingue) aparte de centrar servicios para el pueblo como los de correos y teléfono. «¿Onde vas?» preguntaba un vecino a otro. «A Ca Xico», solía contestar. Y el bautizo fue por aclamación.

La hija de ambos, María Josefa, y la hija de la hija, Aurina, ocuparon el lugar de sus mayores cuando el tiempo lo dispuso, y no sólo conservaron, también ampliaron y mejoraron lo recibido. Dos especialidades, las verdinas con pantruque y los tortos, corrieron de boca en boca, atrajeron a clientes del Llanes cosmopolita, y así, parroquianos venidos en el primer noviazgo, continúan viniendo con hijos y nietos.

Junto a las especialidades descritas, no brillan menos la fabada, las verdinas con langostinos o pulpo, las cebollas rellenas o el cabrito guisado. Y la dulcería.

En 2004, el centenario se celebró con una completa renovación, el hijo de Aurina aseguró la continuidad, y el nieto (tataranieto de Xico, recordemos) dejó Ciencias Exactas por Dirección y Administración de Empresas ante el deseo de sumar a la cuarta, la quinta generación.

La chimenea y los calentadores templan el fin de semana, únicos días de apertura fuera de las alegrías veraniegas. Las ganas de volver, incluso bajo el diluvio universal, permanecen: lo hice con mi novia, ahora lo haré con mis nietos.

Ingredientes y elaboración

500 gramos de verdinas del valle de Ardisana. 1 diente de ajo. 1/2 cebolla. 1 cucharadita de pimentón dulce. Aceite de oliva virgen. 3 chorizos. 3 morcillas asturianas. 1 morcilla de emberzao o pantruque. 100 gramos de lacón. 100 gramos de panceta. Sal.

1. Lavamos muy bien las verdinas sin ponerlas a remojo.2. Echadas en una olla, las cubrimos con un par de dedos de agua fría.3. Añadimos todos los ingredientes: la cebolla, el pimentón dulce, el chorrín de oliva virgen, los chorizos, las morcillas, el emberzao o pantruque, el lacón y la panceta, todo excepto la sal.

4. Ponemos una tapa y dejamos que cueza a fuego fuerte durante una hora.

5. Seguidamente bajamos el fuego y que cueza suave durante otra hora, más o menos, añadiendo chorrinos de agua fría cada vez que el nivel de agua lo exija.6. Una vez conseguida la textura deseada, añadimos sal al gusto.7. Retiramos del fuego y que reposen –antes de servirlas y disfrutarlas– no menos de un par de horas.