Alfonso Torre, en la sede gijonesa del Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias. DAMIÁN ARIENZA
«El 'cascayu' es una buena idea, pero el Muro pide un plan de ciudad»
Alfonso Torre Decano presidente del Colegio de Arquitectos de Asturias ·
«El coche tiene que salir del centro, y para eso el transporte público debe ser cómodo, económico, no contaminante y tener muchas frecuencias»
O. VILLA
GIJÓN.
Domingo, 4 de octubre 2020, 00:20
Los arquitectos celebran mañana su día. Como todos los años, el primer lunes de octubre marca el inicio de una semana de celebraciones, en la que hasta el decano presidente del Colegio de Arquitectos, Alfonso Torre, cumple años (Mieres, 7 de octubre de 1971). Este año, la mayor parte de las actividades serán telemáticas, dada la situación generada por la covid, una crisis que en el ámbito de la arquitectura ha supuesto muchos cambios, grandes y pequeños. Sin perder de vista la parte simbólica, porque los arquitectos van a distinguir con placas Docomomo (la fundación hispano-lusa, que cuenta con la práctica totalidad de los colegios de arquitectos ibéricos entre sus patronos y que lleva un registro de los edificios destacables del movimiento Moderno -años 1929-1975-) dos diseños de Asturias: el colegio público Llaranes, en Avilés, y la Casa Estudio del arquitecto Gómez del Collado, en Cangas del Narcea. «Con esto queremos promover una cultura de velar por la arquitectura y el entorno construido, no solo los edificios. Queremos sumar a esta idea a la presidenta de la Federación de Concejos para hacerlo extensivo luego a los alcaldes; hace dos años ya se sumaron todos los grupos parlamentarios de la Junta», afirma Torre, que habla para EL COMERCIO en la sede gijonesa del colegio. «Ya que hay dos sedes colegiales (Oviedo y Gijón), vamos a dotar a las dos con los mismos contenidos y servicios para los arquitectos», subraya.
-El Colegio de Arquitectos preside la comisión de trabajo sobre el Muro. La covid ha acelerado un debate necesario, aunque el 'cascayu' haya sido una solución de poco coste y en poco tiempo.
-El 'cascayu' es una buena idea puntual y que era necesaria, porque iba a salir mucha gente a la calle en un momento en el que se necesitaba distancia social en las zonas de paseo. Además, como peatonalización, es una declaración de intenciones, me parece bien y es muy bienvenida, porque demuestra que hay intención. Pero hay que trabajarlo. El Muro pide un plan integral de ciudad, global y estratégico, en el que se implanten nuevas formas de movilidad. Defiendo una ciudad con menos coches y más 'disfrutona' para el que debe ser el protagonista, el peatón. Pero eso no se puede reducir a 'quitemos los coches'. Se trata de planificar la ciudad con zonas en las que en diez o quince minutos el ciudadano lo tenga todo a mano, una ciudad policéntrica.
-Es una idea muy ambiciosa, sería un cambio de paradigma.
-Sí, es un impacto total, de la misma forma que lo fue cuando el coche empezó a imponerse en ciudades que no estaban diseñadas para él. Ahora hay que hacer lo mismo, rediseñar la ciudad. El coche tiene que salir del centro urbano, y para eso el transporte público debe ser cómodo, económico, no contaminante y tener muchas más frecuencias que ahora. Además, habrá que habilitar carriles para los medios de movilidad individuales, como bicicletas y patinetes, que no interfieran con el peatón.
El debate del coche
-Habrá quien se resista a dejar de usar su coche particular para ir al centro de la ciudad.
-A ver, quien saca su coche del garaje, pasa tiempo en una retención y pierde más tiempo buscando una plaza de aparcamiento en zona azul y paga, o paga más en un parking no creo que lo haga porque le gusta perder tiempo y pagar dinero, sino porque no tiene una alternativa viable.
-¿Es posible llegar a una solución de consenso para el Muro?
-Al menos, tiene que haber un debate profundo de toda la ciudad, con participación de todos los agentes sociales.
-Se habló de soterrar el tráfico, en el mandato de Carmen Moriyón. En La Coruña se hizo algo parecido, con un gran parking a lo largo de la playa de Riazor.
-Hay soluciones que si son muy costosas pueden no tener sentido. Los parkings, además, deberían ser disuasorios. El problema es que seguimos pensando en clave de tráfico privado motorizado desde los años 60. Y una solución para el Muro requiere de un proceso complejo, largo, con mucha reflexión y yo creo que yo mismo iría matizando las ideas según se fueran viendo las implicaciones para el resto de la ciudad. Yo quiero agradecer al Ayuntamiento que dé paso a los profesionales con los concursos de ideas, que es un mecanismo adecuado para que los proyectos perduren y no dependan de los cambios políticos.
-Y eso que los concursos públicos priman el bajo coste y exigen currículos que dejan fuera a muchos profesionales.
-Eso es verdad. La cuestión económica no puede ser el determinante, y ahora mismo pesa mucho en los concursos. En todo caso, los concursos de ideas no limitan las aportaciones, como sí lo hacen los otros. No podemos excluir a los jóvenes profesionales, porque a veces las mejores ideas no vienen del que tiene más experiencia.
-¿Sacar el coche de la ciudad no sería malo para el pequeño comercio, tan afectado además por la pandemia?
-No. En Europa hay muchas ciudades que son ya del peatón, y la gente las camina, se interrelaciona, hace vida en la calle y compra en sus tiendas. En algunos lugares hemos ido al modelo de ciudad de Estados Unidos de forma ignorante, copiándolo ciegamente, con grandes centros comerciales en el extrarradio, pero en la base de nuestra cultura, la del occidente europeo, está que a la gente le guste pasear por las calles, encontrarnos, alternar.
-La crisis de 2008 y la actual han complicado la vida de muchos arquitectos, en particular de los mutualistas.
-Los arquitectos llevamos muchos años sufriendo. Cuando estalló la burbuja, la actividad pasó de 100 a 10. Ahora no ha sucedido lo mismo, porque hay gente que pide proyectos de rehabilitación o para construir casas en la zona rural. Pero hemos sufrido la crisis como todos, con dificultades para trabajar y para ver al cliente. El Gobierno nos facilitó ayudas como a cualquier profesional cuya actividad bajase mucho por causa de la covid, aunque inicialmente los mutualistas, los de la hermandad, no estaban incluidos. Las gestiones que hemos hecho han conseguido que se les reconozca ese derecho.
-El Congreso tiene en marcha la nueva Ley de Arquitectura y el anteproyecto de ley por el Derecho a la Vivienda está en periodo de información pública. Algo se mueve.
-Y nos alegra. España tiene el porcentaje de vivienda pública más bajo de toda Europa, y a mucha distancia del siguiente país. Es un déficit clarísimo. Y se rehabilitan muchas menos viviendas, imagino que porque durante la burbuja se construyó mucho. La Ley de Arquitectura nos reconoce como actividad de interés social. La pandemia ha puesto en valor la buena arquitectura y de los entornos bien diseñados y construidos.
Edificios 'anti-covid'
-Y en cuanto a la vivienda propiamente dicha, ¿cuántos cambios ha supuesto la covid?
-Es complejo. Por una parte, nos hemos dado cuenta de lo deshumanizados que nos estábamos volviendo. Apenas usábamos la casa para dormir y a la gente le valía casi cualquier piso. En el confinamiento hemos visto que es un lugar de relación con la familia, de trabajo, de juego. Ahora es claro que las casas necesitan una mejor distribución, más luz, espacios de más tamaño, balcones o terrazas. Espacios que puedan tener varios usos, pasar de los pasillos a zonas de paso con más utilidades. Hay edificios que ya ofrecen zonas de 'coworking', en las que se puede teletrabajar sin quedarse exactamente en casa, lo que es bueno, y aunque en el último Código Técnico de la Construcción ya estaba incluido, hay medidas que se valoran más, como los sistemas de renovación de aire permanentes y automáticos. Además, la gente valora más ahora que haya zonas comunes amplias, útiles y versátiles, con piscinas, gimnasios, saunas...
-Esto revalorizará la formación continua de los arquitectos.
-Es que, además, va a ser pronto obligatoria por ley y por una directiva europea. Los colegios profesionales tenemos que dar una buena actualización formativa, porque si no lo harán otros. En el colegio de Asturias trabajamos mucho en eso, para nosotros y para otros colegios que por tamaño no tengan capacidad para ello.
El patrimonio arquitectónico
-Los hórreos traen también a la mesa de debate la conservación del patrimonio en Asturias.
-Sí. Son una seña de identidad y una arquitectura a considerar, pero de nada sirve protegerlos legalmente si nadie los cuida. La Mesa del Hórreo debe definir qué usos se le puede dar sin destruirlos ni pervertirlos, porque ya muy poca gente los usa para su fin tradicional, el de granero. A mucha gente le estorban los hórreos en su propiedad si no les pueden dar un uso realmente útil.
-Asturias, más allá de los hórreos, tiene un gran acerbo arquitectónico. ¿Está suficientemente cuidado?
-En general, en Asturias nos falta divulgar el patrimonio arquitectónico. Hay arquitectura del periodo previo a la romanización, del imperio romano, de toda la edad media... y también tenemos un patrimonio industrial brutal, al que habría que sacarle rendimiento. Hace falta invertir mucho dinero en el patrimonio, aunque tengo que decir que el director general, Pablo León, es uno de los mejores profesionales para esa labor.
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