Catalepsia en el Maison Dorée
La muerte en extrañas circunstancias de un cliente del famoso establecimiento gijonés hizo pensar en un envenenamiento
Cándido Fernández no tenía edad para morir. Ni tampoco un mal estado de salud que pudiera hacer prever que hace cien años hoy los papeles ... fueran a hablar de él en pasado. Pero ocurrió que, días atrás, el joven viajante comenzó a sentirse mal durante su estancia en Gijón, ingresando en el hospital de Oviedo donde, «según parece, dejó de existir por una intoxicación». EL COMERCIO informó de que el Juzgado de instrucción del distrito de Oriente, el de guardia en Gijón, practicaba las diligencias oportunas para esclarecer un caso que tenía todos los ingredientes -nunca mejor dicho- para suponer un gran misterio.
Lo primero fue, evidentemente, investigar las pitanzas de las que hubiera dado cuenta la víctima del supuesto envenenamiento. Así quedó exonerado el hotel Malet, donde se alojaba Fernández. Había comido lo mismo que el resto de comensales, sanos como una lechuga, el día en que enfermó. A saber: «tortilla a la francesa, merluza con salsa mayonesa, cordero bisteff». Además, mientras en el hotel permaneció, su estado era normal. Manifestaron los otros declarantes que Cándido fue, después del almuerzo en el Malet, a tomar un café al Maison Dorée, en donde le hallaron, y entablando conversación con él, les dijo que «sentía paralizársele la pierna derecha».
Pronto la parálisis se extendió al brazo derecho, haciéndole derramar el café de la taza que intentaba sujetar. «Se alarmaron sus acompañantes, y el joven les dijo que no se preocupasen, que ello solía ocurrirle con frecuencia» -ahí, quizás, la clave-. Pero esta vez era la definitiva. Incapaz de dar un paso, con el lado derecho de su cuerpo absolutamente paralizado, Fernández entró en una catalepsia de la que no llegaría a salir ni siquiera después de que sus compañeros, que se aprestaron a subirle a un tren rumbo a Oviedo, para ser atendido en el hospital general, le hicieran ingerir agua con una aspirina que tampoco fue capaz de tragar. Murió poco después. «Esperemos por la resolución de Madrid, a donde fueron enviadas las vísceras», concluye el diario sobre las novedades en torno a este misterio. ¿Se llegaría a aclarar?
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