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«Es el cuento de nunca acabar». Los vecinos de Pablo Iglesias, en Gijón, se vuelven a encontrar con maquinaria apenas un año después ... de que las obras de remodelación de la avenida se dieran por finalizadas. Esta vez, es el pavimento del carril bus, hundido, lo que obliga a que los obreros y camiones vuelvan a ocupar el espacio público.
«Es un desastre», afirma Mari Cruz Balbuena, vecina de la avenida. «El otro día casi me caigo», se queja. «Al ir a cruzar por el paso de cebra, la carretera estaba más baja de lo que parecía», relata a ELCOMERCIO. «¡No me caí de milagro!». En ese momento fue consciente del estado del pavimento. «Estaba todo agrietado. ¡Y solo ha pasado un año desde que se finalizó la obra!», dice sorprendida.
La tarea tiene lugar en el tramo inicial de la calle, desde el cruce con Hermanos Felgueroso hasta más allá de Cabrales. Unos trabajos que tienen su origen en «los problemas que está generando concentrar todo el tráfico pesado en el carril bus», tal y explicó el pasado miércoles el concejal de Infraestructuras Urbanas y Rurales, Gilberto Villoria. Un hundimiento que se incrementaría por el peso de los nuevos autobuses eléctricos, que rondaría las 17 toneladas, cinco más que los convencionales.
Aunque esta explicación parece no convencer a todos los vecinos. «Toda la vida pasaron autobuses y nunca paso nada. Hasta que llegaron estos chapuzas», afea María Gómez, también vecina del lugar. «Estamos hartos de todas estas obras. El último periodo se hizo rápido y mal y ahora lo estamos pagando», incide. Los nuevos trabajos afectan en el día a día de Gómez. «Para cruzar hay que ir de esquina a esquina porque está todo abierto». Y no confía en que sea lo último que arreglen. «Una vez finalizado el carril, surgirá algo nuevo en lo que habrá que volver a meter la mano».
No solo son los vecinos los que han sufrido las consecuencias de estas nuevas obras. Los negocios también. «Un autobús pasó y soltó una gran piedra que chocó con mi puerta. Por suerte no dio en el cristal, porque lo hubiera roto», relata un dependiente de dicho tramo que prefiere quedar en el anonimato. Otros locales de la zona lo ven con perspectiva. En frente del lugar en obras se encuentra la tienda de impresoras Tuink, dentro, la empleada Cristina Pena observa la avenida. «Estuvimos un año con obras y fue tela marinera, comparándolo, esto no es nada con todo lo que pasó aquí. Había aceras levantadas, daba miedo». Ahora bien, «que al año estén así es para reflexionar...», señala.
A Marcos Vincelle, gerente de Virtual 4D, las obras le quedan del lado de su negocio. Aún así, es optimista: «Es lo que hay que hacer, si hay un fallo lo mejor es que lo arreglen». Aunque entiende el sentir de la gente. «Tras un año, están más sensibles a cualquier desperfecto, pero las cosas no siempre salen bien».
En su caso, la queja del carril bus no es tanto por el resultado de la obra sino por su uso. «Los autobuses pasan como aviones, parece una pista de aterrizaje», indica. «Es un peligro, van más rápido de lo que deberían», se queja. Por eso, una vez arreglado, cree que «habría que poner la mirada» en ello.
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