La hiena del Robledo
Aún había gijoneses que recordaban el paso por la ciudad de un animal salvaje amaestrado que llamó mucho la atención allá por 1919
Respondía al nombre de 'Sara', según contó, en alguna ocasión, Patricio Adúriz. A punto de entrar en la década de los felices 20, un exótico ... animal llegó a Gijón de la correa de sus amos, los miembros de cierta compañía de espectáculos que acabaron recalando en el Teatro Robledo. Uno africano, aunque bien probable es que el ejemplar en cuestión jamás hubiera pisado el continente negro ni conocido más vegetación que la de los alrededores de los coliseos europeos a donde la llevaron, y que cosechó «tantu éxito que en vez de llenase el teatro de bote en bote, enllenábase de lancha en lancha». Quien así hablaba, ya conocido por nuestros lectores como también lo fue por los de EL COMERCIO de hace medio siglo, era el viejo 'Marexaes', fuente primaria para las 'Charlas Marineras' de Arturo Arias.
«Nunca vi tantes coles, ni cuando los racionamientos», recordaba. Aquella compañía cantaba, bailaba y montaba números de circo, «pero lo que llevaba a la gente era una hiena amaestrada, que se mataben por vela. Y una rapaza que quitaba el hipu de guapa y de bien armada (sic), que salía con una batina de seda, metíase en una bañera, apagábase la luz y dejaben un refletor y la neña empezaba a quitar la batina. No se oía un alma». Normal, con tan sicalíptico numerito. ¿Y al final? «Cuando algunos teníen los ojos casi afuera de tanto juniplar, subía de la bañera una nubina de espuma y (....) los del gallineru empezaben a soplar como descosidos, pero como si nada».
Vaya: todo un truco. «Aquella espuma, pa mi era de escayola». Por el número de la bañera cosechó en tiempos sus máximos aforos el Robledo, «por eso, y por la hiena. La gente decía por ahí: '¿viste el 'yeno' del Robledo?'». Cosa rara que la simpática expresión no se quedase en nuestro imaginario, siendo la historia más reciente, como es, que aquella que nos conmina a ir a ver la ballena o, mejor dicho, al rorcual. Viejos recuerdos, en todo caso, conservados gracias a la pluma de Arturo Arias, semanalmente, en EL COMERCIO que fue. Aquel día también se habló de 'Ñalguines', «más delgáu que el cantu de una perrina». Genio y figura, la imaginación 'playa'.
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