«La ciudad de Gijón le daba a Tini la fuerza y la energía»
Soledad Saavedra | Esposa de Vicente Álvarez Areces ·
Soledad Saavedra repasa su vida con Vicente Álvarez Areces cuando se cumplen cuatro años de su muerteOLGA ESTEBAN
GIJÓN.
Domingo, 15 de enero 2023, 01:43
Elegante como siempre, puntual, cariñosa y generosa. Pero intranquila. «Será la primera entrevista mía que él no pueda leer». Y, pese a todo, le preocupa ... qué pensaría él de esto, de esta charla, de las palabras elegidas, del momento. Cuántas vueltas da la vida. Ella, que hace algo más de 30 años se resistía a presentarse en los actos públicos como 'mujer de' y se decía 'compañera', ahora se reivindica para la eternidad como 'mujer' y jamás 'viuda'. Intacta la alianza en el dedo, el sentimiento, la foto de la boda como perfil de whatsapp. Intacta aún la herida en el corazón. Es Soledad Saavedra, Marisol, Sol, esposa de Vicente Álvarez Areces. El martes, 17 de enero, se cumplirán cuatro años del fallecimiento de quien fuera alcalde de Gijón, presidente del Principado de Asturias, senador. Marido de Sol, como él la llamaba. Y ella concede a EL COMERCIO su primera entrevista desde entonces, muchas veces propuesta y pospuesta, aunque siempre comprometida, muchas veces llorada antes siquiera de ser realizada. Y cuando finalmente llega hay lágrimas, sí. Pero también muchísimas risas.
Podría hablar de ella, de su trayectoria vital y laboral. Pero no quiere. Esta entrevista es por él y para él. Lo repite una y otra vez. Y, no siendo en absoluto ajena a la situación actual, «solo quiero hablar de belleza, de esperanza, de que la gente confíe en que puede tener una vida mejor. Ese sería el mejor legado de Tini, porque él intentó que la gente se sintiera mejor».
-¿Cómo podría decirle lo que fue para mí?
-Seguro que lo sabía.
-Yo creo que no.
-¿De verdad?
-Cuando quieres a alguien mucho te vuelves inseguro. Le pregunto a Alberto (su hijo), '¿tú crees que papá sabía lo mucho que le quería?' Él dice que sí.
Pero ella sigue sin creerlo del todo, convencida como está de que nunca se lo decimos lo suficiente a la gente que queremos.
-¿Cómo está después de estos cuatro años?
-Como el título del último libro que me regalaron, 'Salvo mi corazón, todo está bien'. He pensado mucho estos días en qué podría decir, en el legado de Tini para su tiempo y para mi....
De ese legado que ella llama «para su tiempo» le cuesta menos hablar, del «legado material que puede ver cualquiera en cualquier lugar de Asturias. No hay más que ver la política sanitaria, urbanística, cultural o científica, con la Milla del Conocimiento, la Semana Negra, el Teatro Jovellanos... La gente se fija en los equipamientos, porque son muy singulares, el Niemeyer, el HUCA... que son símbolos de una transformación de la vida, del pensamiento, de la innovación... Para Tini eran una intervención global en nuevos modelos de ciudad. Quería hacernos ver el papel que juegan las ciudades en la forma en que nos vemos a nosotros mismos. Por eso, recuperaba el pasado, lo juntaba con el presente y lo proyectaba al futuro». Junto a eso hay, explica su mujer, un «legado inmaterial que para mí es tan importante: que independientemente del tiempo que nos toque vivir, siempre hay formas de hacer las cosas, sin perder la esperanza, luchando por lo que vale la pena, por lo que realmente crees. Toda la vida de Tini fue eso, darnos esperanza. Un mensaje que va mucho más allá del momento que vives y que es lo que recogimos en la placa que pusimos en Poniente».
Esta ha sido la parte más fácil de una charla que dura varias horas. Porque de esos legados ha hablado Marisol en alguna ocasión en público. Como en la inauguración de esa placa, en verano, cuando Gijón puso para siempre el nombre de Alcalde Tini Areces al paseo de Poniente. Pero ella quiere hablar de otro legado, el personal, el íntimo. La mujer, nunca la viuda, ha aprendido que «el precio del amor es que te pueden romper el corazón cuando pierdes a la persona que quieres».
-¿Sigue roto?
-Sigue roto.
Conmovía escucharla aquellos días de enero de 2019, ante el féretro de Areces. Y conmueve aún ahora, tras dar un pequeño paseo por Poniente, tomando tranquilamente un café. Esa herida le hizo casi esconderse del mundo durante muchos meses. Pero ya no. «No me puedo esconder en un caparazón para no sufrir. Es como renunciar a esta brisa fría de Poniente que te reconforta el alma. Y el dolor que yo pueda sentir vale la pena por el tiempo vivido, por la suerte de habernos encontrado, por el coraje de habernos atrevido y por haber podido vivir la vida que vivimos».
«El dolor sigue intacto»
33 años juntos y cuatro ya desde su muerte. Y el dolor sigue intacto. «Cambia de formas y escenarios, no se mitiga». Pasó primero la rabia, luego el «dolor abrasador» y ahora se compatibiliza con el agradecimiento. Porque, además, tras su fallecimiento, «he recibido otro legado, el de personas que descubrí en este proceso, que con una empatía total, fruto de un corazón generoso, me arroparon y me consolaron. Por eso tengo una deuda de gratitud con esas personas y con esta ciudad, con Gijón». Una deuda, dice, que se remonta a la llegada a la Alcaldía de Areces, cuando «me acogieron como una gijonesa más y me aceptaron con simpatía. Luego me arroparon y acompañaron en la pérdida y eso me dio un fuerte sentimiento de identidad».
Un agradecimiento que hace extensivo a los «adversarios políticos» (que no siempre están en otros partidos), que mostraron «tanto respeto» durante todo el proceso de duelo y todavía hoy, cuando tiene ocasión de hablar con algunos de ellos.
Todo eso le ha hecho comprender también por qué Tini decía, ante tantos viajes propuestos, pensando en una jubilación que no llegó, «dónde vamos a estar mejor que en Gijón». «Yo nunca me iré tampoco de esta ciudad», concluye, porque «esta ciudad es Tini y la mejor etapa de mi vida».
Una ciudad con la que Tini «tenía una historia de amor». Tanto, que «en su corazón nunca dejó ser alcalde de Gijón. La imagen de su whatsapp era una foto aérea de la ciudad, que había hecho él mismo desde el avión. Era la ciudad que le daba la fuerza, la energía, de la que se sentía orgulloso».
Una ciudad que acogió al alcalde y a su pareja con respeto y que vivió su boda con naturalidad cuando Areces llevaba ya tres años en el despacho de Alcaldía. «Tini decía que el amor es conservador», por eso quizás necesitaron sellarlo en un papel, pese a que «no necesitábamos demostrar nada a nadie. Fue algo bonito que nos hizo sentir bien».
Tini amaba a su ciudad y a la política, que entendía como una «negociación constante» y que fue para él «la atalaya en la que poder llevar a cabo proyectos, nunca tuvo una ambición personal». «Creo que Tini entendió la forma de hacer política porque le importaba la gente», asegura. Una forma de hacer política que pasaba también por ser «un buen adversario, duro, porque ningún temporal le sometía, pero capaz de respetar y de entender».
-¿No había nada que no le gustara de la política?
-Cuando le propusieron ser candidato a la Alcaldía estábamos en Madrid. Habíamos sido muy felices allí. Le dije que me parecía maravilloso. Me contestó: 'La política es muy dura, no sabes lo que es'.
-¿Tuvo amigos de verdad en la política?
-Yo creo que sí. Tenía el respeto de los adversarios, de sus compañeros y algún amigo.
-¿Y traiciones?
-Sí, claro. Pero en lo personal elegía bien. Porque toda la gente que me dejó en herencia son magníficos.
Tuvo ocasión su mujer de preguntarle si le había merecido la pena dedicarse a la política, «pensando en la dureza y en las situaciones tan difíciles que vivió. Y me decía que sí». Y eso también la consuela a ella ahora. «Quiso hacer mejor el mundo que le tocó vivir. Fue un hombre con mayúsculas, que hizo mejor el mundo, o lo intentó. Yo tenía claro que él era así desde que los dos tuvimos el coraje de atrevernos, sabía que siempre sería así».
Coraje de atreverse. Repite en varias ocasiones esa expresión. Porque no es ajena a lo que aquella «pareja atípica» dio que pensar y hablar en el Gijón de finales de los 80.
Había, dice, valor en un hombre «absolutamente expresivo, profundamente inteligente, apasionado, idealista y soñador». Que tenía un sentido de la lealtad profunda a su barrio, a la amistad, al amor, a sus ideas. El alma de Tini no estuvo en venta nunca. Fue un guerrero y un triunfador, porque nunca renunció a lo que él consideraba que valía la pena, en lo que creía y a lo que quería».
-¿De qué cree que estaba especialmente orgulloso?
-De no haber renunciado nunca a lo que creía. A veces es tentador hacerlo. Estaba a gusto consigo mismo. Aunque luego nunca estaba satisfecho, el éxito de un proyecto era el inicio del siguiente. Siempre estaba pensando en el futuro.
«Llenaba toda tu vida»
Era así en el ámbito político y en el personal. «Y eso es lo que nos conectó». Y lo hizo casi desde el mismo día en que se conocieron, cuando ella observó cómo él se ajustaba el nudo de la corbata. Y lo siguió haciendo mientras compartían años y películas, mientras compatibilizaban el desorden de ella y el orden de él, mientras lograba ser, pese a los cargos públicos, un «padre magnífico, muy presente» aunque tuviera que ayudar a Alberto con los deberes por teléfono. Un padre coleccionista casi más interesado que el hijo en completar los álbumes de cromos.
«Era una persona que llenaba toda tu vida, que tenía una exquisita sensibilidad para leer el alma de la gente. De principio a final la vida con él fue una aventura. Fue capaz de sorprenderme del primer al último día». Por eso sigue echando de menos «las 24 horas del día» al hombre que le ayudaba a elegir los pendientes más bonitos, que dejó intacta una biblioteca de lujo llena de anotaciones, el que repetía que siempre hay salidas y caminos, el apasionado de las matemáticas, el hombre «leal a la palabra dada», con esa «cabeza y capacidad para llegar a mil sitios y a mil cosas», el marido que «llenaba de energía el sitio en el que estuviera», el compañero «del que me gustaba todo lo que no envejece, la mirada, el movimiento, la fuerza, los profundos valores...» Quien le decía «'te quiero' como nadie'».
Y al fin, esta charla ha sido la historia de dos amores. El de Tini por Gijón. Y el de Marisol por Tini. «Le quise desde el primer día que le vi. Siempre seré su mujer. Porque cuando alguien se muere, el amor no desaparece».
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