Triste adiós al «brillante» radiólogo Ramón Delgado, «que deja una huella imborrable»
EUGENIA GARCÍA
GIJÓN.
Miércoles, 30 de junio 2021, 02:22
No hubo entre los numerosos asistentes, seguramente, uno que no se emocionara. El dolor más profundo se palpaba ayer en el tanatorio de Cabueñes durante el funeral por el radiólogo del Hospital San Agustín pero afincado en Gijón Ramón Delgado. La pena por lo súbito de su muerte, a los 42 años, impregnó la despedida de alguien que, según el conmovedor relato de sus allegados, no fue solo un «brillante» médico: fue un magnífico subordinado, un generoso compañero y un espléndido amigo que hizo mejor la vida de quienes le rodeaban. Virtudes que volcó también en su familia, en sus padres que lloraban y se abrazaban desconsolados, en su hermano que trataba de mantener la entereza y en María, que pudo ser su esposa durante solo cuatro años y que apenas pudo entrar a despedirle en la capilla. Allí, el mismo sacerdote que los casó ofició el funeral y recordó que «Ramón pasó haciendo el bien por los demás». «Sois un pack y nada, ni la muerte, puede romper esta unión que permanecerá siempre, alimentada en el amor», aseguró.
No hay consuelo tampoco en la sanidad asturiana, que despedía a uno de los suyos. «Era una persona maravillosa y un excelente profesional que ha dejado una huella imborrable en nuestro servicio», recordaba la jefa del servicio de Radiología del San Agustín, Belén Susín. «Era insustituible, muy querido en el hospital», añadía. Y es que «siempre, todos los servicios del hospital bajaban a rayos y preguntaban por él. Si traían un problema con un paciente preguntaban '¿dónde está Ramón?'. Y Ramón lo dejaba todo y se lo solucionaba». Lo hacía todo más fácil para quienes le rodeaban.
Ese carácter dispuesto y afable, esa humanidad y profesionalidad le acompañaban desde sus años de residente. El doctor Juan Ramón Jiménez, entonces jefe de radiología del antiguo Hospital General de Asturias, resaltaba que Ramón Delgado era «un magnífico residente, un magnífico profesional y aún mejor persona». Era «absolutamente cercano con el paciente, con sus compañeros y conmigo», rememoraba, apesadumbrado por su repentino fallecimiento, presumiblemente por un paro cardiaco sufrido tras hacer una ruta en bicicleta.
El también radiólogo José Manuel Simón lo recordaba como «la típica persona que no dice que no a nadie, entregado a su trabajo, pero no solo profesional, sino que además era siempre amable y sonriente». Otro amigo y compañero que compartió residencia con él lo definía como «una persona íntegra, con esos valores que deberíamos tener todos». Prueba de ello era la cantidad de gente que acudió a darle un último y emocionado adiós y acompañar a sus familiares a quienes queda el consuelo de saberle muy querido. Tanto es así que buena parte de quienes asistieron al funeral tuvieron que quedarse fuera de la capilla.
Ramón Delgado brillaba, no solo en la sala de rayos. Era «más que una persona muy especial», aseguraba Pablo Coto, dermatólogo, quien lo consideraba «un hermano» desde que hace 25 años se conocieron durante la residencia, tanto que Ramón fue testigo en su boda. Pese a la emoción, brotaban las palabras, todas hermosas: «Optimista, gran compañero, mejor amigo...». «De esos que hacen mejor la vida de cada uno». De esos que duele tanto despedir, pero cuyo recuerdo perdura.