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Un encapuchado se enfrenta a la policía en Belfast. Reuters
La paz en Irlanda, amenazada por una «espiral de violencia» de doce días

La paz en Irlanda, amenazada por una «espiral de violencia» de doce días

Una nueva noche de altercados en Belfast eleva a 88 los policías heridos y ensombrece el aniversario del histórico Acuerdo de Viernes Santo de 1998

Iñigo Gurruchaga y Miguel Pérez

Londres

Sábado, 10 de abril 2021

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La celebración del XXIII aniversario del Acuerdo de Paz de Viernes Santo tuvo este sábado un factor inquietante: recuperó las viejas y trágicas imágenes de coches en llamas y enfrentamientos entre comunidades y de manifestantes con pasamontañas con la Policía en las históricas calles de Belfast. Unas escenas suficientes para airear la preocupación y la alarma, como la que condujo al primer ministro, Micheál Martin, a advertir del peligro real de una «espiral» de violencia que amenace la paz en Irlanda del Norte.

Con la de este sábado, son ya una docena las madrugadas de disturbios al abrigo del descontento con el 'brexit' y la sensación de que Irlanda del Norte pierde mucho, como territorio, como agente económico y, por lo tanto, socialmente, con este proceso. Catorce policías resultaron heridos. Ya son 88 los agentes lesionados desde la primera noche, lo que alarma a las autoridades de Dublín y de Londres. El propio Gobierno de Boris Johnson se mostró impresionado esta semana por el cariz de las manifestaciones entre constantes llamadas a la calma.

Hasta hace unos días, las protestas sucedían fundamentalmente en las calles unionistas de mayoría protestante, donde la sensación de traición por el protocolo del 'brexit' es superior, además del malestar causado por una decisión de la Fiscalía norirlandensa de no imputar a una veintena de líderes del Sinn Féin que acudieron en junio al funeral de un compañero infringiendo las normas contra el coronavirus. Pero paulatinamente se ha ampliado a las zonas de dominio republicano.

Los últimos incidentes se centraron en el barrio republicano de New Lodge y en la zona unionista de Coleraine en Belfast, aunque hubo choques en otras localidades. Todos ello se tradujo en la quema de vehículos y contenedores de basura. Los manifestantes se encararon con las fuerzas de seguridad, a las que lanzaron botellas y adoquines o rociaron con esprais de autodefensa.

No obstante, las confrontaciones fueron menos intensas en relación a las jornadas precedentes. Algunas fuentes consideran que puede influir la ya prolongada duración de los conflictos. Pero también pareció surtir efecto la llamada de los unionistas a evitar todo tipo de protestas por «respeto a la reina y a la familia real» tras conocerse la muerte del esposo de Isabel II, el príncipe Felipe.

El caso es que, para muchos ciudadanos del Ulster, los altercados han refrescado imágenes de un dramático pasado. Y más este sábado, día del aniversario del Acuerdo de Viernes Santo que puso fin en 1998 al sangriento conflicto entre republicanos católicos y unionistas protestantes en Irlanda, con más de 3.000 muertos entre las décadas de los 70 y los 90. El acuerdo ha contribuido a la pacificación relativa. Ha habido una reducción radical de los incidentes violentos y de las cifras de asesinatos por paramilitares –en ajustes de cuentas son bajísimos–, pero no ha desembocado en la disolución de los grupos que practicaron el terrorismo.

Las estructuras políticas que se crearon tras el pacto de Viernes Santo no han logrado reparar tampoco la falta de oportunidades sociales y económicas de los ciudadanos que viven en los barrios más pobres y que fueron más castigados por la violencia.

Un «lugar diferente»

«La isla de Irlanda se ha transformado en un lugar completamente diferente en estos 23 años gracias al Acuerdo de Viernes Santo que permitió construir unas relaciones basadas en la confianza y en un cambio de actitud», subrayó el primer ministro irlandés, quien advirtió que «tenemos el deber, por la generación del acuerdo y por las generaciones futuras, de no sumirnos en una espiral que nos devuelva a la época oscura de las matanzas sectarias y de las discordias políticas».

Igual que él, otros políticos del país pidieron la vuelta a la calma tras observar con inquietud cómo menores y adolescentes «son reclutados» por bandas para alimentar las protestas.

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