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La asturiana Irene S. Cidón y Alejandro Varela, en su viaje por Marruecos.

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La asturiana Irene S. Cidón y Alejandro Varela, en su viaje por Marruecos. E. C.

El relato de una pareja asturiana que logró salir a la calle y tuvo que dormir al raso

Asturianos en Marruecos y marroquíes en el Principado vivieron las horas posteriores al terremoto con gran incertidumbre y miedo

Domingo, 10 de septiembre 2023, 01:30

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El epicentro del terremoto que ha dejado miles de muertos en Marruecos se localizó a tan solo 70 kilómetros de la turística ciudad de Marrakech. Allí se encontraban desde el pasado miércoles de luna de miel la psicóloga asturiana Irene S. Cidón y su pareja, Alejandro Varela, quienes por fortuna se encuentran a salvo. En declaraciones a EL COMERCIO, esta mierense relataba ayer, aún con el susto en el cuerpo, que estaban alojados en un 'riad' (establecimiento turístico en una casa tradicional) cuando se dieron cuenta de que «todo se derrumbaba».

En su 'riad' se encontraban junto a la pareja otros siete españoles, dos ingleses y el propio dueño del establecimiento. «Nos pusimos en la zona central tapados con colchones», contó. El edificio, a pesar de ser muy antiguo, había sido reformado recientemente y «solamente se rajó», sin llegar a caer. No corrieron la misma suerte otros inmuebles cercanos, algo que comprobaron al abandonar la construcción. «No paraba de salir polvo por todos los lados y teníamos miedo a que se derrumbaran el resto de casas. Conseguimos salir entre los escombros de otros 'riad' y casas de familias humildes de la zona», explicó.

Una vez fuera del establecimiento turístico, la única opción -la más segura al menos- era quedarse en la calle, en un lugar amplio y despejado. Tampoco les dejaron volver a la zona afectada. «La noche ha sido terrible. Hemos dormido en la calle y ahora estamos esperando a que en un hotel de la zona nueva de Marrakech puedan darnos habitación hasta volver a España». Finalmente, lograron alojamiento.

La pareja tenía previsto estar de luna de miel en Marruecos hasta el miércoles de la semana que viene, pero han decidido regresar a España lo antes posible: «Hemos cogido un avión como hemos podido para mañana (por hoy), a ver si nos dejan volar... Aquí no tenemos donde quedarnos».

Igual que Irene S. Cidón y su pareja, tanto turistas como la población marroquí pasaron la noche a la intemperie, «con muchísimo frío», fuera de la Medina. «La zona centro está terrible, ambulancias, Policía, niños... por todos lados», resumía ayer.

La psicóloga asturiana también criticó que, al ponerse en contacto con el Consulado de España en Marrakech, no hubieran recibido ningún tipo de apoyo o información. «Nos comunicaron que solamente podían hacer algo por nosotros si había muertos, por lo que no supimos muy bien qué hacer... Finalmente, salimos a la calle como el resto de la población nacional y dormimos con ellos fuera de la Medina, en una calle más ancha en la que no hubo derrumbes».

Desde la Asociación de Operadores Turísticos y Agencias de Viajes de Asturias (OTAVA), su presidente, Íñigo Fernández, apuntó que tenían otra pareja localizada, que tenía previsto regresar ayer mismo y que ya estaba en el aeropuerto. Se encontraba en Marrakech y pasó la noche en la zona de la piscina del hotel. No obstante, reconocía que al ser un destino muy turístico, relativamente cercano y con vuelos directos desde Santander, era más que probable que hubiera más viajeros asturianos por la zona.

En Marruecos, además, tiene una importante presencia ALSA. El epicentro fue muy próximo a las ciudades de Marrakech y Agadir, donde la empresa inició sus operaciones en el país y está presente desde hace casi 25 años. No obstante, la mayoría de sus empleados son locales. Ayer no se presentaron a trabajar 40 conductores y dos informaron del fallecimiento de sus madres, una en un derrumbe y otra por un infarto. «En Rabat lo sentimos muy fuerte y alguna casa se cayó en el casco viejo, y eso que estamos a 300 kilómetros del epicentro, pero no ha habido grandes daños», contó Alberto Pérez, director general de la compañía en Marruecos.

Empresas asturianas

El director de ALSA en Rabat es Ramón Fernández Mijares, que lleva trece años en Marruecos. A este asturiano, «con el corazón dividido entre Oviedo y Luanco», el seísmo lo pilló jugando con su hija en su casa de la capital la noche del viernes. Aunque el edificio se movió mucho, no fue consciente de la magnitud del temblor hasta ayer por la mañana, cuando empezó a ver las noticias y descubrió su teléfono lleno de mensajes de familia y amigos. «Lo vivimos como un susto, quedamos paralizados y nos quedamos despiertos por si había réplicas, pero no salimos de casa, aunque la gente sí lo hizo», narró ayer. Por suerte no hubo que lamentar más daños entre sus conocidos, ni en la familia de su mujer, que es marroquí. La mañana, igualmente, fue intensa. «En Rabat no tuvimos incidencias, pero en otras ciudades sí, porque la gente sale con lo puesto y no los localizábamos. Sobre todo, nos centramos en comprobar que todo el mundo estuviera bien».

En Marruecos también hay presencia de otras empresas asturianas, aunque la mayoría cuenta con personal local y apenas hay expatriados. Es el caso de Duro Felguera, que tiene una obra en la mina de plata de Zgounder, propiedad de Aya Gold and Silver; Isastur que dispone de una sede en Casablanca o Imasa, que también tiene un proyecto allí. Estas compañías trasladaron que su personal se encontraba bien, más allá del susto.

Preocupación en Asturias

A más de 1.500 kilómetros del epicentro del terremoto, en Asturias, las horas después del sismo también se vivieron con preocupación. La comunidad marroquí residente en el Principado se pasó la jornada de ayer pendiente de los teléfonos. Lo primero, para localizar a sus familiares y saber si se encontraban bien, después para interesarse por la suerte del resto de sus compatriotas. «Nosotros somos de Casablanca y allí la gente se asustó mucho. Salieron de casa y no volvieron hasta las dos o tres de la madrugada. Las casas se movieron», contó Yassim Benhalla.

Sin embargo, peor suerte tuvo la familia de su cuñado, que vive en Marrakech. «Lograron sacar a su madre de casa justo antes de que se derrumbara», apuntó su mujer, Ilham Badaoui, «en la de al lado fallecieron tres hombres». Sus conocidos les explicaron que todo el mundo corrió a los descampados por miedo a las réplicas. «Es una gran desgracia».

Además, este terremoto ha cogido a todo el mundo por sorpresa por su inusual magnitud. «Piensas en Japón, que es más normal pero, ¿en Marruecos?», sigue sin explicarse Ilham, que recuerda algunos temblores en Agadir o en Casablanca hace años, pero reconoce que nadie se plantea un riesgo así.

Abdelkader Azzouzi confesaba ayer que la noche del viernes no durmió. Como buena parte de sus compatriotas se la pasó pegado al móvil siguiendo las noticias y hablando con sus familiares. Aunque lleva dos décadas viviendo en Oviedo, su ciudad de origen es Nador. Allí no se notó el seísmo, pero sí tiene amigos y familiares más lejanos en la zona afectada por el terremoto y conocidos que han sufrido pérdidas personales. «Nadie cuenta con que pase algo así», se lamentaba ayer.

La comunidad marroquí es una de las más numerosas de la región, alrededor de 3.000 personas, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, solo superada por las procedentes de Rumanía, Colombia y Venezuela. Se da la circunstancia de que muchos de los que viajaron a su país de vacaciones ya regresaron, ante el inicio del curso escolar.

El presidente de la Comunidad Islámica de Gijón, Rabia Gaya, quiso ayer enviar su pésame al pueblo marroquí en nombre de todos los musulmanes asturianos y ante una tragedia «que puede suceder en cualquier lugar del mundo sin distinción de culturas y religiones».

El jefe del Ejecutivo asturiano, Adrián Barbón, también mostró su «solidaridad y apoyo en estos terribles momentos».

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