Ciber apionabos
El reportaje nos dice que en España hacen falta más de 70.000 ciber guardianes
Supongo que no seré el único que aprovecha los domingos para dedicar un buen rato a leer despacio algún periódico. Placer éste opuesto al hábito ... de pasar a toda pastilla sobre los titulares del diario que cae en tus manos, mientras tomas un apresurado café en el bar de la esquina, de lunes a viernes. Si me dejan, ese día acostumbro a sacar lustre a la revista 'XLSemanal' que acompaña a EL COMERCIO, y que tiene informaciones dignas de releer por lo interesante y trabajado de sus contenidos. Ello no quiere decir que se trate siempre de una plácida distracción, ya que si bien algunos números resultan entretenidos o incluso divertidos, otros son tela marinera, te revuelven a base de bien, o directamente, te los ponen de corbata.
La revistita de marras de hace dos domingos era una de esas. Me río yo de Stephen King, que hacía mirar debajo de la cama antes de apagar la luz, o de la niña del exorcista. Ya de entrada, el titular de la portada te ponía en guardia: 'Especial seguridad', acompañado de una imagen encriptada que se supone que habrá de significar algo para alguien. Un 'alguien' que, ha acertado usted, nos quiere jorobar a distancia, y sin piedad alguna. El reportaje nos viene a contar que, tras el bodorrio digital que sin nuestro consentimiento nos han organizado, y la megapixélica, maravillosa luna de miel que lo acompañó, ahora vienen las rebajas en forma de amenaza cibernética mundial. Nuestros sistemas de control de la energía, el agua, el transporte y demás elementos esenciales para nuestra vida diaria, están en el punto de mira de un ejército multinacional de 'hakers', hijos de la grandísima 'p' como les calificaría Pérez-Reverte, que se dedican, a través de la red, a reventar el frágil tinglado informático de turno. Los bancos no son ajenos a este acoso, lo que quiere decir que nuestros dineros, que son hoy en día el único salvoconducto para sobrevivir en una sociedad en la que no hacemos más que pagar y pagar, son también diana de esa macro banda de maleantes. Frente a ellos, las empresas se han de blindar con su 'ejército de buenos' y, así, el reportaje nos dice que en España hacen falta más de 70.000 puestos de trabajo de ciber guardianes, que hoy por hoy no existen en el mercado laboral. Por poner un ejemplo, uno de nuestros bancos más conocidos tenía en su 'Ciber Security Center' 170 personas hace tres años, y ahora va ya por 350, y creciendo. A full time, claro, porque el 'malware', el feroz asalto a los sistemas, sucede ya cada 11 segundos. Dicho de otro modo, se cierran oficinas, se elimina el factor humano, y ese personal se sustituye por 'frikis' que se ocupan, sin que usted lo sepa, de que no le birlen la cartera. Su hucha, que ahora es una 'app', recuerde.
Tras el atragantón cibernético, paso la página y leo una entrevista a un tal Robert Kaplan, que es un tipo de setenta años considerado como uno de los analistas geopolíticos más notables del mundo, con un currículum apabullante. Nos habla Kaplan de la 'Globalización 2.0', que para él es como la anterior, pero al revés. Es decir, en vez de hacer un mundo más seguro, ésta transforma el planeta en una zona hostil. Explica la peligrosa transformación de la tecnología, que pasa de ser una herramienta neutral, a un arma oscura. Ciberataques, vigilancia digital, adicciones… Nos dice que estábamos equivocados con esto de la globalización, y yo me pregunto por qué habla en plural y nos incluye a usted y a mí, si nunca nos dieron opción alguna. Es más, muchos no lo hemos visto claro desde el principio, ese 'todos colaboran, todo el mundo es bueno' de Berlanga que nos quisieron vender.
Ya en las últimas páginas, me encuentro con un biólogo, muy reputado también, que nos anuncia que en seis años veremos mamuts en Siberia, y trato de imaginar qué demonios habrá sido de Siberia y los siberianos a este paso por entonces, y qué pintará ese pobre bicho allí. Si le preguntan, que lo dudo, dirá que no, gracias. Que prefiere quedarse en la probeta del laboratorio en la que está, más calentito. Dice el científico que por ahora trabajan con herbívoros, así que tranquilos, que de momento no nos sueltan al Tiranosaurius Rex, ese que zampa humanos de un bocado. Hay que joderse, con perdón. El artículo me parece una chorrada, siento decirlo así, pero me ayuda a llegar a la parte final, la que más me gusta, en la que Martín Berasategui nos cuenta con maestría cómo preparar un apionabo a la crema con yema de codorniz. Apetece, pese a que acabo de desayunar. Cierro entonces la revista, y pienso qué sería de nosotros sin Berasateguis, sin cocineros de verdad, y sin el apionabo de toda la vida, a fuego lento, que no se puede digitalizar, ni globalizar, ni nada. Las recetas de la abuela, que otros, por pura conveniencia y cortoplacismo, nos tratan de birlar.
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