'La fiesta del bable', 75 años después
El acto de 1946, celebrado en el lugar más noble de la Universidad de Oviedo, pretendía distinguir un regionalismo apolítico e inofensivo del reconocimientode los evidentes hechos diferenciales, más o menos ambiciosos
Al momento de escribir este comentario, aún no he podido leer la sentencia del Tribunal Constitucional, hecha pública el jueves, sobre el uso, también por ... personas no parlamentarias, del asturiano en la Junta General del Principado, ni el voto particular de doña Encarna Roca. Como es sabido, se enjuiciaba el cambio ampliatorio (la Consejera de Cultura, Política Llingüística y Turismo no es diputada), votado el pasado 1 de julio, del Reglamento de la Cámara autonómica que, pese a su denominación, como los de las Cortes Generales, tiene rango de Ley y sólo puede ser fiscalizado por el citado Tribunal Constitucional.
A salvo el debido estudio de la decisión, del máximo interés para defensores, escépticos y detractores de la 'llingua', me parece muy relevante el que dicha resolución puede suponer la desautorización (omito la precisa denominación y sus efectos) de varias sentencias anulatorias de ordenanzas de distintos Ayuntamientos. No es algo irrelevante y el efecto dominó parece claro. La gente de leyes que nos hemos dedicado al tema lingüístico, tenemos labor para rato, máxime tras el pronunciamiento del Congreso sobre las lenguas minoritarias no oficiales.
Curiosamente, la noticia me llegó cuando preparaba una intervención para la mesa redonda que, el mismo día, se celebró en el RIDEA, sobre la labor científica que, en los distintos campos, viene desarrollando el instituto en sus 75 años de vida. ¿Por qué saco esto a colación? Porque, en 1946 –lo más oscuro de la Dictadura–, dentro del Patronato 'José María Quadrado', se creó, desde la Diputación Provincial, el entonces Instituto de Estudios Asturianos (Real, desde 1992), cuyo antecedente fue el Centro de Estudios Asturianos, desaparecido a la par que la II República. Como anécdota, Quadrado (1819-1896), era un erudito menorquín, archivero-bibliotecario de profesión, pero también historiador, periodista y escritor, fundamentalmente de temática balear y religiosa. Su 'sano regionalismo' y su fe católica no molestaban al régimen de Franco, de ahí que, quizá para disimular la aversión a los hechos diferenciales –además, escribía en castellano– dio su nombre a un organismo de estudios locales en 1944, denominación que se mantuvo hasta 1977 y que luego fue sucedido, en 1981, por la Confederación Española de Centros de Estudios Locales. Se insertó en el hoy prestigioso CSIC –¡ay, esas benditas vacunas que esperamos!– nacido en 1939, y que también tenía un precedente claro, que fue la Junta de Ampliación de Estudios, con la que mantengo deudas familiares.
¿Que por qué recuerdo todo esto? Porque, a salvo una conducta profunda de hemeroteca y otras fuentes que intuyo, no deja de sorprender que, al crearse el Instituto de Estudios Asturianos, en su primer Boletín, abierto por un artículo del rector Álvarez-Gendín sobre el 'Jovellanos, didáctico', se dé cuenta de la celebración, el 19 de octubre del referido 1946, de una 'Fiesta del bable', celebrada, bajo los auspicios del naciente instituto, en el lugar más noble de la Universidad de Oviedo y cuyo éxito, se decía, invitaba a repetirla, al menos, en Gijón y Avilés, lo que ignoro –perdón– si sucedió. En ese primer número del Boletín (julio de 1947), incluso se inserta un 'cuento médico' de Antonio García-Oliveros, en verso y en un asturiano híbrido de rasgos propios del centro y oriente de Asturias, aunque el autor, como tantos miembros del RIDEA, era naviego. Huelga decir que tal composición se había leído en esa fiesta y responde, por estilo y época, a la forma y situaciones para las que solía utilizarse nuestro humilde patrimonio lingüístico.
Sin duda aquel festejo pretendía, como toda la trama institucional que antes relaté, distinguir entre un regionalismo apolítico e inofensivo, casi de andar por casa, del reconocimiento de los evidentes hechos diferenciales, más o menos ambiciosos. De ahí que, al conocer el mismo día de mi exposición en el RIDEA, el fallo del Constitucional, no deje de hacerme preguntas y entablar comparaciones. Y, como unos y otros, esperar las consecuencias de todo orden que ésta y otras decisiones tendrán sobre la regulación futura del uso del 'bable' en el Estatuto de Autonomía.
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