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Un garbeo por el parque

Miércoles, 30 de octubre 2024, 01:00

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El otoño tiene algo de ese oro que se acumula en los árboles en muchos de los cuales no se quedan –¿por qué?– las hojas ... que van cayendo. Ahora, dado el correr del mundo, llega noviembre que es el mes de los crisantemos para ponerlos a nuestros difuntos. Esos por los que ya nunca pasa el tiempo, pero que respiran en la memoria de los vivos. Y, en esta España de todos los demonios, aprovechar para colocar también alguna de esas flores en el cuerpo insepulto de la Santa Transición. Y porque el verano fue casi ayer, y es difícil estirar más el atardecer, dar pronto un garbeo por los parques urbanos de Gijón (con preferencia por el de Isabel la Católica) es una oportunidad para ver en ellos los colores del otoño; en especial en el árbol llamado Liquidámbar; nombre que me da mi amigo Ramón, jardinero al que yo llamo de la Reina. Árbol esbelto este, de avenida y jardín, igual que una bandera izada que tuviera todos los colores del arcoíris. El paseo nos hace salir, a ritmo lento, de los sitios y las calles uniformes de la ciudad, de las tiendas y centros comerciales para ir en busca del silencio, de la soledad y la contemplación, y mandar también a paseo a la política, ahora que el mundo se ha hecho más peligroso y más complicado para todos. Es esta, pues, una hora de madurez otoñal en la que a los asturianos nos regalan las manzanas, las nueces, las ablanas y las pocas castañas que van quedando en los montes, que rodean Gijón, por culpa del ocalito depredador. ¿Qué otro paraíso terrenal hay de lo que todavía queda y posee algunos de nuestros parques, alrededores y aldeas de Gijón?

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