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Otra vez las golondrinas

Jueves, 27 de junio 2024, 02:00

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Cada vez se ven menos pájaros por el cielo y por entre las ramas y las copas de los árboles. Las golondrinas, sin embargo, han ... vuelto otra vez remozadas, primorosas, como el sello del eterno retorno, zurciendo los desgarrones del aire. Han retornado, por tradición, al lugar que les corresponde. A los mejores nidos debajo de los corredores, a los balcones de las casas modestas, a las vigas de las pocas cuadras que ya van quedando, saliendo y entrando embaladas por las ventaninas de los hórreos y por las puertas entornados de cuarterón. Las golondrinas son fieles por naturaleza. Los poetas las miran con emoción. «Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar…». Sí, ahí están por el Piles rozándolo apenas como una caricia. Parecen que nadan más que vuelan en una especie de patinaje de altura. No son como el águila que siempre planea sobre una víctima. Las golondrinas vuelan sobre las explanadas del alma. Hacen eses blandas y zigzagueantes con ese adornito breve, rápido, como una rúbrica, al final de cada carrera. A mí siempre me han parecido las luchadoras de la fe; las segadoras incansables del trigo azul del cielo. No son como otros pájaros que huyen como ratones. Las golondrinas van y vienen. Vienen siempre. Y ahora, cuando ya todo esto se ha hecho a un cierto estado de pésame, ellas parecen el único consuelo a las que podríamos enviar nuestro negro pesimismo. Evocan campanarios, castillos, torres fantásticas, días largos con atardeceres sin sombra que nos ponen a dormir muy tarde. Son algo así como un signo salvador y exorcista.

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