Jugando a los trenes
Supongo que de plantearse en otras comunidades todos estos asuntos de esencial logística y movilidad como se hace aquí, se armaría la marimorena
Supongo que muchos de los que estuvimos en edad de juguetes en los setenta hemos soñado alguna vez con un tren eléctrico. En aquellos años ... tan denigrantes para algunos sociólogos 'cool', en los que había juguetes para niños y para niñas, y nada era discriminador ni sexista, tan solo divertido, lo del tren eléctrico era lo más, apenas equiparable a un Scalextric, el otro gran regalo. Ambos eran difíciles de conseguir, poco asequibles para la mayoría de las familias, así que muchos de nosotros babeábamos viéndolos en las tiendas de maquetas, en Mercaplana o en las casas de algunos amigos con suerte. Lo de los trenes empezaba por el hispano Ibertrén, que era algo así como la base, con un par de vagones y un trocito de vía girando en redondo. A partir de ahí, había exclusivos trenes de importación, como aquel Marklin, una máquina perfecta, sueño totalmente inalcanzable para un niño de familia numerosa, como era mi caso.
La cosa es que, con el tiempo, nos fuimos cansando de contemplar embobados a ese convoy dando vueltas y, ya aburridos, empezamos a interesarnos por otros asuntos. No todos, claro, porque en Asturias aún los hay que, a pesar de que son ya bien mayorcitos, les sigue gustando eso de jugar con los trenes. O mejor dicho, jugar con la gente, y con los trenes. El problema es que los de ahora son muchísimo más caros. Tan caros son, que solo pueden jugar ellos, con sus desorbitados presupuestos, irracionales sobrecostes, e interminables plazos. Mientras juegan, la ciudadanía nos quedamos pasmados, salivando como aquellos chavales de los setenta con las narices pegadas contra los escaparates, al tiempo que vemos otras locomotoras viajando en otros lugares que no son los nuestros, parajes habitados por gente cuyos gestores de lo público quizás se toman estas cosas con menos cuajo, menor desidia y más interés.
Cada vez tengo más la impresión de que a los asturianos en este país nos han cogido la medida, y nos ven como al pito del sereno. Parecen querer tomarnos el pelo como en un pack, por tierra, mar y aire. Por tierra, con el asunto de los trenes prometidos y que nunca llegan, con retrasos de décadas y costes cuadruplicados; o también con los peajes, eternos argayos y demás abandonos viales. Por mar, con las habituales noticias de sobrecostes, presuntos chanchullos y demás intrigas de las obras portuarias, como la de Gijón, con desviaciones del 40%, doscientos y pico milloncejos de nada; o con las autopistas del mar, un visto y no visto. Y por aire, con las inestables programaciones de vuelos internacionales de nuestro aeropuerto, que tan pronto aparecen como se esfuman, ahora sí, ahora no, obligándonos a tirar de lo que hay en otras comunidades. A mí me quitaron los vuelos de Londres hace dos o tres años y me fastidiaron a base de bien, como a otros muchos, pero aquí no pasó nada. Que se lo hagan a un gallego o a un vasco, verás qué lío.
Llámenme pesimista, pero lo de nuestro país cada vez se me asemeja más al juego del Monopoly. Los que se hayan entretenido con él, saben que éste es un pasatiempo despiadado, en el que depende por la calle en que te pares, te va mejor o peor, te arruinas o te forras, y al final del juego unos se hacen los dueños del callejero, y los demás, a rascarla. La España de hoy me recuerda a un gigantesco Monopoly, en el que en vez de calles hay comunidades autónomas. Un ibérico tablero de intereses e influencias, pasta gansa, en el que Asturias, a la vista está, protesta poco, obedece mucho y no pinta nada.
Supongo que de plantearse en otras comunidades todos estos asuntos de esencial logística y movilidad como se hace aquí, se armaría la marimorena. Me refiero a esos territorios que todos conocemos, y que dicen abiertamente ir a lo suyo. Esos que aprietan a papá Estado hasta retorcerle, y si rompe, que rompa. Mas esto es Asturias, my friend, y aquí, por lo que se ve, lo de la presión no se estila, no vaya a ser que alguien se enfade. Aquí jugamos siempre por detrás del balón, en propio campo, y con cinco defensas en línea. Y así nos va, en segunda y con apuros, deportiva y logísticamente hablando. Espero que algún día alguien, quien sea, gestione lo público metiendo la pierna y no la mano. Como lo hacían, por citar algunos, Tensi, Cundi, Herrerita o Tati Valdés, 'la maquinona', gente de otro tiempo, con nobleza pero con garra. Solo entonces, puede que a los de Asturias se nos empiece a oír, y quizás hasta hagan subir la moral a la tropa, que falta hace. Que arriesguen y tensen la cuerda un poco, que la vida seguirá su curso y lo mismo no les pasa nada... O sí, vaya usted a saber. Hasta entonces, nos tocará ver los trenes del futuro pasar, como el niño del escaparate, en la distancia.
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