Agonía vegetal
Parece un prodigio esta lucha por sobrevivir; esta agonía en sentido etimológico. Otro milagro de la primavera, que diría, más laico, Machado. Y del verano, lo que aun tiene más mérito
Afinales de marzo, en vísperas de la Semana Santa, buena parte de Asturias estuvo ardiendo, como creo que nadie haya olvidado y no sólo los ... que sufrieron en su patrimonio los efectos devastadores de las llamas. No debería ser necesario recordarlo de no ser porque la piromanía no cesa y ya ni siquiera es estacional, aunque el riesgo de propagación sea superior en épocas secas, como la que estamos viviendo, que en otras húmedas, que cada vez parecen menos en nuestra región. De hecho, los incendios de hace poco más de cuatro meses tardaron en encontrarse con el agua, haciendo, si cabe, más ímprobo y heroico el trabajo de cuantos, servidores públicos y vecinos, se enfrentaron a la catástrofe.
Yo, ya lo escribí aquí en aquel momento, vine a Cadavedo cuando aún había árboles ardiendo y las casas eran un cúmulo de humo y hollín. Todavía hoy -y a eso me referiré enseguida- a la entrada del pueblo, en el barrio de Rapa, puede comprobarse, por lo calcinado de la vegetación, que no llegaron a arder las viviendas por verdadero milagro humano (no diré que de la Regalina, no me vayan a censurar como a nuestro Presidente). Las cortezas chamuscadas, por el interior, camino de Trevías, llegan hasta San Pelayo, lo que da idea de la monstruosidad consumada.
En estas diecisiete semanas he recorrido numerosas veces la autovía hacia Galicia; una carretera que ni de cortafuegos pudo hacer, dada la magnitud de la calamidad y, posiblemente, contra la versión oficial, porque los incendiarios echaron más de una cerilla buscando el mayor daño posible. Recorrí y sigo haciéndolo, las inmediaciones de Villademoros, Quintana, Querúas, Canero y Barcia… También, por curiosidad, me he adentrado al concejo de Tineo, con un panorama apocalíptico. Nada, repito, que no sepamos todos y hayamos visto en directo o en imágenes grabadas.
Pero en estos tiempos en que lo vegetal parece quererse valorar adecuadamente (no voy a entrar en la polémica de por qué un vegano ortodoxo come un fruto, pero veta un huevo), en nuestro paraíso particular también experimento dolor por el sufrimiento vegetal. Y es que estos bosques cercanos a los pueblos y que empiezan a crecer desde los taludes de la carretera, se resisten a morir. Aún quedan retazos de la copa,normalmente en lo alto, con su follaje verde. Llevan todo este tiempo resistiendo sobre un tronco ennegrecido y unas raíces que, el calor y la combustión, habrán destrozado.
Parece un prodigio esta lucha por sobrevivir; esta agonía en sentido etimológico. Otro milagro de la primavera, que diría, más laico, Machado. Y del verano, lo que aun tiene más mérito. Es tanta la pena que me produce este paisaje vegetal, que he preguntado a amigos que saben de botánica o que han sufrido quemas forestales y todos me dicen que estos árboles, no sé si de pie, acabarán muriendo y siendo talados para evitar más peligros e intentar repoblar su suelo. Todavía, en Oviedo, hace unos días, se cayó un gran árbol, sin causar desgracias; un ejemplar que había ardido en su interior meses atrás.
Cuando se extinguieron los incendios aludidos (acaba de apagarse otro muy cercano, en Los Cabos), muchos sentimos el alivio de que había sospechosos a punto de ser interrogados y llevados al juzgado. Las investigaciones han debido de ser muy reservadas, porque, hasta anteayer, no se ha dado cuenta de la detención del presunto destructor de diez mil hectáreas desde Foyedo. Una gran noticia, aunque veremos si se acaba traduciendo en sentencia condenatoria. Porque cuántas veces han prescrito o se han sobreseído este tipo de maldades. El relato policial ha adelantado, en porcentajes, la etiología de la quema 'terrorista', como la califica Adrián Barbón. Los incendios no intencionados o incluso provocados por la madre naturaleza, son casi anecdóticos, como suponíamos. Tranquiliza este éxito de la Benemérita, porque la impunidad descorazona, máxime pensando en el riesgo asumido por tantas personas, en los daños causados y, también, en esta dolorosa y lenta muerte del arbolado.
Pero, aun de haber condena, hay un determinismo destructor para el que no tiene efecto intimidante el castigo de otros. Por desgracia y ojalá me equivoque, valiéndome de los dos primeros versos de una estrofa de García Lorca, me apetece decir de corolario, que no de fin de la historia: señores guardias civiles / aquí pasó lo de siempre / miles de hectáreas quemadas / y hasta el incendio siguiente.
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