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Plantearse, tras las elecciones de EE UU, si el resultado es mejor o peor para nuestro país y Europa es una quimera. Resulta curioso cómo ... se polarizan nuestros políticos en torno a demócratas o republicanos cuando en realidad unos y otros suelen crearnos complicaciones. Hasta especulan con la desinformación a futuro, como ha sido el caso reciente del presidente del Principado Adrián Barbón, al asegurar que «Rusia tiene vía libre para amenazar a Europa». Algo tan probable como que nos caiga la estación espacial encima, salvo que Europa entre más claramente en la guerra de Ucrania a través de la OTAN, cuando ésta apunta a su final. Además de carecer de fundamento, resulta irresponsable en un político con cargo de gobierno.
Durante la campaña fue la demócrata Kamala Harris quien aseguró que aumentaría el presupuesto en armamento hasta hacer de EE UU. la mayor potencia bélica con diferencia, y que apoyaría a Ucrania militarmente hasta donde fuese necesario. Por su parte, Donald Trump dijo que terminaría con la guerra en Ucrania y Palestina de inmediato. Tras resultar elegido, declaró que pondría fin a las guerras. Es un político, por tanto no sabemos cuándo cambiará de opinión o si le forzaran a cambiar quienes tienen el poder de hacerlo, pero hasta la fecha Trump mantiene el mensaje. Fue el único presidente de los EE UU que en las últimas décadas no inició una guerra y fue uno de los impulsores de los Acuerdos de Abraham siendo presidente, con la intención de mantener la paz en Oriente Próximo.
Estamos ante la mayor amenaza de una gran guerra desde la segunda y de nuevo con Europa como escenario. La industria armamentística estadounidense nos ha demostrado sobradamente alimentarse de que sus armas se vendan al por mayor y ésta financia al partido demócrata, tan capitalista como lo puede ser el republicano. El capitalismo de Trump resulta como más clásico, con otros intereses, y también nos traerá complicaciones sin duda, pero si nos evita las guerras no parece mal punto de partida. En su programa figuran promesas preocupantes en lo económico, como aumento de aranceles, potenciar el 'fraking' y ser más radical en la prohibición de los supuestos de aborto. Otras que pueden resultar neutras, incluso hasta aportar algo beneficioso, como reducir la ideología 'woke' y ralentizar la descarbonización, lo que supondría una transición más progresiva hacia las energías verdes, para cuando estemos más preparados y no resulte tan traumático. Hay aspectos que a priori pueden resultar positivos, como la bajada de tipos de interés y que en la transición sexual los menores necesiten autorización de los padres. Por un lado, la bajada del petróleo propiciará que las empresas y él empleo se vean beneficiados; por otro, la salud física, en especial, la mental, y la toma de decisiones en edad temprana de quienes quieran hacer la transición sexual estarán más protegidas.
Ante este cambio tan acusado, surge la pregunta: ¿acaso no supone una oportunidad para Europa? Adquirir, de una vez, conciencia de la necesaria postura con personalidad propia, desligándose de las injerencias en todas las materias, afrontando las decisiones y acuerdos desde los intereses y necesidades de la ciudadanía europea. Comenzando por cuestionar definitivamente los condicionamientos no sólo militares, también políticos y estratégicos, del Acuerdo de Cooperación OTAN- Unión Europea. Si en estos momentos no es aprovechada dicha oportunidad será exclusivamente porque la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, es la principal cómplice de todos estos condicionamientos y porque los distintos presidentes europeos se han convertido en títeres necesarios. Es muy probable que Trump, como ya hiciera cuando fue presidente, amenace con retirar la OTAN de Europa si no hay un incremento de aportación económica de los países europeos. Sería la clara oportunidad para decirle que les vaya bien.
Sería también recomendable que el presidente Barbón, antes de especular con ficciones, y quienes desde la izquierda 'woke' abrazan los dogmas de las oligarquías financieras, cuyo fin es un gobierno transnacional único para occidente, echasen un vistazo a las recientes declaraciones de Bernie Sanders –considerado socialista y adherido al bloque demócrata– tras las pasadas elecciones: «El partido demócrata abandonó a la clase trabajadora».
La caída de esta supuesta izquierda, asimilada por los poderes financieros, parece un hecho. El siguiente bien pudiera ser el alemán Olaf Scholz, presionado para que adelante las elecciones. La catarsis y reconstrucción de la izquierda se antoja necesaria e imprescindible.
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