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El lector habrá puesto ojos de asombro pero intentaré aclararme y convencerlo. Cuando unos padres educan a un hijo para ser bueno le insisten en ... que sean obedientes, respetuosos, educados, pacientes, amables y que rehuyan siempre los líos, conflictos y presiones, a no llevar la contraria y aceptar las críticas. Todas estas cualidades valen para la vida familiar y valdrían si el medio en el que se van a desenvolver fuese del mismo estilo pero es muy diferente porque ese medio está lleno de desilusiones, presiones, conflictos, burlas, choques, amenazas e incluso crueldades y no sabrá cómo hacerles frente. Tenderá a hacer lo mismo que en su casa pero no será aceptado e integrado como desearía e incluso será excluido y se sentirá solo ante el peligro. Ese niño bueno se sentirá vulnerable, indefenso en ocasiones, incapaz de afrontar los conflictos y las críticas y tenderá a ceder ante las presiones de los otros. Tendrá una pobre imagen de sí mismo, falta de confianza y muy baja autoestima justo lo que hace falta par desenvolverse en ese mundo nuevo.
¿Qué hacer ante esto? ¿Educarlo en la agresividad, hostilidad o matonismo? Ni mucho menos, sino en la asertividad. Hay que enseñarlo a plantarse, no moverse ni recular, mirar siempre a los ojos a los que les critican, presionan, amenazan y pedir explicaciones, responder a quienes les critican con una sonrisa en lugar de ponerse a llorar y arrugarse y sobre todo enseñarles a no alterarse o enfadarse que es lo que el otro espera para humillarlo desde entonces. Se les debe enseñar a decir NO, no ceder ni un palmo a las presiones, todo lo cual agota al acosador, crítico o prepotente que buscará otro que se deje vencer. El lenguaje verbal de no retroceder ni encogerse incluso sonriendo, más el verbal de defenderse diciendo NO, enviará un mensaje de firmeza, seguridad en el mismo, autoestima elevada y escasa dependencia de la aprobación de los demás. No estoy defendiendo que hay que enseñar a los hijos a ser malos sino más bien asertivos, que es una cualidad ineludible para sobrevivir en un mundo difícil, algo muy hostil como es frecuente encontrarse. Hay que ser educados, amables, complacientes y obedientes, pero solo cuando el momento sea propicio. Esa asertividad les preparará para ser adultos competentes que se harán valer cuando sea necesario o imprescindible.
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