La muerte del hombre o mujer de partido
Ni Casado ni Ayuso lo son. Su interés personal está por encima de cualquier otro asunto. Lo ha estado siempre. En política siempre ha habido personas que se afilian a un partido para mejorar económica y socialmente
Hace ya un tiempo les hable de la muerte del hombre de Estado, es decir, la desaparición de aquel político, hombre o mujer, que pone ... los intereses del país y los ciudadanos por encima de los suyos propios y de los de su partido. Les decía así que, viendo las diferentes intervenciones, actitudes y comportamientos de muchos de los políticos actuales, uno podía llegar a la conclusión de que el hombre de Estado como tal, como lo conocíamos hasta ahora, había muerto o estaba en un lamentable estado comatoso. Y esto mismo se puede enfocar hacia los propios partidos políticos. Me explico.
Hoy, sobre todo estas semanas, asistimos a lo que podríamos denominar la muerte televisada del hombre de partido. Esto es, la desaparición del político, hombre o mujer, que antepone los intereses del partido político del que forma parte a los suyos, porque lo importante no es ser presidente, concejal, alcalde, consejero, ministro, vicepresidente, etcétera, etcétera, etcétera, sino que el partido, contigo o sin ti, llegue a gobernar un pueblo, una ciudad, una comunidad e incluso el país. Se trataría, objetivamente, de hacer todo lo posible para beneficiar al partido, aunque eso significase dar un paso a un lado si tu figura, lo que haces, dices o cómo te comportas, provoca más desgracias que fortunas.
En la actualidad solo hace falta leer, ver y escuchar los últimos acontecimientos ocurridos en el PP; escuchar los discursos y proclamas de unos y otros, sobre todo, hay que decirlo, de los palmeros de los dos contrincantes metidos hasta el barro en la batalla, Ayuso y Casado, para darse cuenta de la extinción de la figura. Ninguno de los dos es un hombre de partido. Su interés personal está por encima de cualquier otro asunto. Lo ha estado siempre. Y ahora les menciono a estos dos babiecas porque están en guerra abierta y nos tienen muy entretenidos. No obstante, siempre han existido en política personas que se afilian a los partidos para medrar y conseguir un puesto; para mejorar económica y socialmente (ellos y su entorno). Gente por encima de los ideales y de las necesidades del partido.
El ejemplo más claro es Casado, y no es que yo tenga una especial manía al muchacho -de hecho, en ocasiones, me da lástima-, pero sí creo que no es la persona adecuada para dirigir el PP (tampoco Ayuso porque son iguales; tanto monta, monta tanto) y llevarlo a la presidencia del Gobierno.
Lo mismo ocurre en otros partidos, si bien, cuando se está en el poder esas carencias se disimulan mejor. Ejemplos tenemos a puñados. Personas que viven solo de ocupar puesto tras puesto en el partido, que impiden en muchos casos la mejoría del mismo y de las instituciones a las que representan, porque cuando por fin logran un cargo importante en las instituciones públicas -esas que nos representan a todos y que pagamos todos-, se convierten en auténticos kamikazes del Estado, capaces de cualquier cosa con tal de afianzar su poder.
Así, no es de extrañar que el hombre de Estado haya muerto o esté en fase terminal, ya que si no existe el hombre de partido, ¿cómo va a existir el de Estado? Está visto que son las mismas personas ejerciendo diferentes funciones en distintas instituciones; las mismas que anteponen sus necesidades, carencias y querencias, deseos y anhelos al bienestar de la sociedad a la que pertenecen y por la que deberían trabajar. Sociedad que, por cierto, les paga.
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