Querido Santi:

Tus botas lucharon un destino, que mira por donde, te ha traído de vuelta. Después de habernos hecho felices viéndote estrecharle la mano a la gloria. Llegaste al cielo sin perder nunca de vista tu suelo. Sujetándonos, de cerca, aunque estuvieras muy lejos. Hemos vivido mucho. Hemos sufrido mucho. Tu sabes bien cuánto. También hemos disfrutado, quizá no demasiado, pero sí de una manera inolvidable cada paso logrado. Aunque fuera la supervivencia en lo más bajo, pero con el corazón y el orgullo ondeado por ti, por nuestra gente, en lo más alto. Eso es lo que nos hace grandes. Y tu vuelta es el triunfo de todo aquel que creyó y que nos mantuvo con vida.

Querido Santi, has tenido la inmensa valentía de querer volver. Sin nada que ganar, sin nada más que demostrar. Con los deberes hechos. Con tu nombre brillando entre las estrellas. Y lo haces bajándote de ese cielo con la infinita humildad de ser uno más. Desde el escalón más bajo de un vestuario que ahora vas a iluminar. De solo querer sumar. De apostar, con la venta de tus camisetas, por una cantera que gracias a ti podrá seguir fabricando talento sin parar. Con el objetivo de primero sufrir, para después disfrutar. Porque sí, querido Santi. Sabemos que aún toca recuperarse, y trabajar. Pero tu de eso sabes como nadie, ¿verdad?. Renuncias a todo. No quieres nada. Bueno, sí. Dar, devolver, ayudar a recuperar. Y poder sentir el calor del hogar. Así que yo tampoco puedo pedirte más. Solo hacerte una promesa: cuidarte, respetarte y dejarte disfrutar.

Hay sueños que pueden ser eternos o pueden hacerse realidad. Y el mío, querido Santi, es que nos hayas elegido para poner el punto y final a una carrera que ojalá nunca se hubiera tenido que terminar. Has decidido tener la maravillosa oportunidad de ayudarnos a hacer historia. Desde dentro, desde fuera, desde cualquier lugar. En este cuento de hadas hecho ciudad. Juntos nos dejaremos la vida como si cada tarde, cada noche, cada mañana no fuera a volver. Porque tu lo sabes bien, querido Santi: no vuelve. Bienvenido a un equipo en el que cada uno de aquellos que nos rodean daría la vida por nosotros. Golpearía por nosotros, sufriría el golpe por nosotros. Llora con nosotros, ríe con nosotros, es FELIZ con nosotros. Tan necesarios como el aire para respirar. La fama, el dinero, los focos... Se apagan. Se acaban. Pero la gloria es eterna. Y puede ser nuestra. Puede ser tuya, una vez más. Gracias. Gracias. Y gracias, de verdad.

Fdo: tu casa, Real Oviedo.