A setas o a Rolex
Hay que tomar medidas y gastar dinero (dinero de todos) en la mejora real y efectiva de nuestra cansada y evidentemente esquilmada durante años sanidad pública
Van dos vascos por el monte en busca de setas. Uno de ellos encuentra un Rolex y muy emocionado se lo muestra a su compañero, ... pero este le dice que lo deje porque, ¿a qué estamos, a setas o a Rolex? Es un chiste que se utiliza para decirle a alguien que no se distraiga de lo que está haciendo, de lo que importa. Bien, explicado el título del artículo, vayamos a su desarrollo para que entiendan por qué comienzo así.
¿Cuánto tiempo llevamos de pandemia? Años. ¿Cuántas olas hemos sufrido? Seis y quién sabe si, debido a alguna nueva mutación, haya más. Y en todo este tiempo, ¿qué hemos aprendido? Cada uno tendrá sus respuestas, pero hay algo que deberíamos tener muy claro porque puede marcar la diferencia entre vivir y morir. Me refiero a que necesitamos una sanidad fuerte y cuidada. Los aplausos, las ilustraciones resultonas, los textos lacrimógenos, las felicitaciones por redes sociales o los discursos políticos grandilocuentes no sirven de nada más allá de mejorar el ego, la imagen o, en algunos casos, el sentimiento de culpa de quien los obra.
Sobre el asunto de las ilustraciones, al igual que sobre el de escribir textos que intentan obtener la lágrima fácil -escritos que sirven para la pandemia, pero también para cualquier otro tipo de enfermedad. Prueben. Cojan alguno y cambien virus por cáncer. Ya verán el resultado-, podríamos escribir un tratado bien largo. Son una auténtica plaga cada vez que la sanidad se ve desbordada por la llegada de una nueva ola y logramos salir, más o menos airosos, de ella. Es pura necroeconomía, porque lo importante no es el problema del que se dibuja o se escribe, sino convertirse en viral. Volvemos al ego y, en considerables casos, a la obtención de un beneficio económico.
Y cuando un representante público sale en prensa y escribe en Twitter mensajes de agradecimiento a nuestros sanitarios, mientras no les proporciona lo que estos necesitan también es necroeconomía. Es sacar rédito político de la labor de otros. Colgarse medallas, que se dice de forma común. Medallas inmerecidas porque, díganme, ¿por qué se las merecen exactamente? Por no aportar más dinero (público, que a veces da la sensación de que es de su bolsillo) para aumentar plantillas y mejorar condiciones; para que se pueda llamar a un centro de salud y ser atendido; para que no le retrasen a uno la cita del especialista constantemente; para no morir de otras patologías no tratadas porque todo lo inunda el virus. Morir. 'Caput'. Al otro barrio. 'Bye, bye'.
Muertes evitables si nuestros políticos hicieran el trabajo por el que les pagamos. Esto es, gobernar. Pero cuando la cosa se complica, ellos se dedican a prohibir, que le han cogido el gusto, y a discutir temas que, en realidad, poco tienen de interés más allá de lo anecdótico en algunos casos o de los complejos personales de quienes gobiernan, en otros, pero que gastan un dinero precioso que nos ayudaría, sin duda, a mejorar nuestra situación sanitaria, lo que a su vez podría evitar esas y otras muertes. También el agravamiento de enfermedades que aun no conllevando el fallecimiento, comportan un grave deterioro físico y/o mental y un gran sufrimiento.
Podemos seguir aplaudiendo, poniendo bonitas ilustraciones o textos, compartir vídeos de agradecimiento o tuiteando machaconamente sobre lo bien que lo hacen nuestros sanitarios. Podemos, sí, pero eso es aire. Nada. Vacío. Puf. Hay que tomar medidas reales y esas medidas, es de sentido común, llevan consigo el gasto de dinero (dinero de todos) en la mejora real y efectiva de nuestra cansada y evidente esquilmada durante años sanidad pública. Quizá fuera para ello bueno recordar que la cosa pública no es un negocio y, por tanto, no debe tener beneficios. Que la cosa pública debe ser gobernada en equilibrio, cierto, pero que un buen gobernante debería saber cuándo es momento de ir a Rolex o de ir a setas.
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