Tómbolas
Este zoco fiscal que viene con premios trucados no conduce a nada bueno
Dime dónde moras, y te diré cuáles son tus cuentas. Así se podría parafrasear el conocido refrán, adaptándolo al mapa de las recetas fiscales atizadas ... a los ciudadanos españoles en los últimos tiempos. Dependiendo de dónde habites, te puedes ir de vacío o te puede tocar la muñeca chochona, como en una tómbola. Esto empieza a parecerse ya a un gigantesco bazar, una especie de bulliciosa Medina en la que algunos dirigentes proponen soluciones, ayudas o algún remedio para el frío que se avecina, y otros tiran para adelante como si aquí no pasara nada, se ponen de perfil, o directamente nos tratan de meter miedo en el cuerpo, argumentando que sin impuestos empeorarían los servicios sociales, los enfermos tendrían peor cura, y los niños no recibirían una educación adecuada. Esto es lo que nos ha dado a entender hace poco el presidente del Principado, poniendo una defensa de cinco centrales en línea ante el asunto de las ayudas fiscales que proponen otras comunidades. Solo le faltó rematar sus argumentos con el cuento del hombre del saco, o el de un nuberu con afiladas tijeras para recortarlo todo. A menos impuestos peor asistencia, así que andaivos finos, nos insinuaron.
Lo cierto es que tanta simplicidad y atajo cuando se trata de asuntos de dineros ofende un poco. Estamos viendo que en otras comunidades la gente escucha una especie de 'sabemos que estáis ahí', en un tono más o menos audible, mientras que en otras solo se oye el rugido del mar, y dentro de poco el aullido del cortante viento gélido, el temido 'gallego' zumbando sobre nuestros tejados. Que conste que digo lo del 'gallego' por referirme al aire del noroeste y sin segundas, me ha salido así. Aunque bien pensado, también podría usar el Levante valenciano, que sopla en distinta dirección, pero que parece que ahora también ayuda. En los próximos meses nuestra sociedad se va a hartar de pasar frío, y no solo del atmosférico, sino del otro, que 'manca' más. Escarcha económica y anímica, metiéndose por nuestras rendijas como cuchillas. Frente a esto, algunas comunidades se estrujan un poco los sesos y los bolsillos para aportar algo de confianza, caricias en la tormenta. Otras, como la nuestra, también caricias, pero de las otras, 'uppercuts' al mentón mientras pregonan que sin ellos no hay presente que valga, ni futuro, ni nada.
Ante el amplio recetario fiscal propinado a los españoles, me ha dado por acudir al texto de nuestra Carta Magna, que en su día estudié, pero de eso hace mucho tiempo ya, por lo que apenas me acuerdo. Lo hago porque sospecho que alguna solución propone. Tras revisar el Título Preliminar y el Primero, en los que nos anuncian leyes «que garanticen un orden económico y social justo», o el reconfortante artículo 14, en el que nos recuerdan que todos los españoles somos «iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social», me quedo un tanto perplejo, pues o bien la fiscalidad no se administra mediante leyes, cosa que no me cuadra (¿será con boletos, como en las tómbolas?), o lo de la igualdad y la no discriminación de la Constitución lo entiendo de forma distinta a un vasco, un catalán o un andaluz, por lo que se ve.
Y hablando de andaluces, lo anunciado por su presidente al hilo de su nueva fiscalidad no deja de ser cuando menos curioso, alarmante, o incluso grosero, depende de cómo se mire. Según parece, los cálculos que hacen allí son que la rebaja impositiva se va a ver compensada por la llegada de ciudadanos de otras comunidades, a los que gentilmente invitan a cambiar su residencia. No me extrañará nada que lo hagan, pues son todo ventajas: menos frío, mejor invierno, y más tela. Lo que no cuentan, para eso hay que ir a la letra pequeña, es que para acceder al club de los 'bien tratados' andaluces debes tener una residencia en Marbella, Sancti Petri o Punta Umbría, y si es con vistas al mar o a la montaña, mucho mejor. Los demás, como siempre, a rascarla.
A mi modo de ver, este zoco fiscal que viene con premios trucados no conduce a nada bueno, y menos para nosotros, los sumisos, migrantes, vaciados asturianos. El pretender acostumbrarnos a que un navarro, un madrileño o un murciano hayan de tener un mejor tratamiento porque sí durante toda su vida, y tras ella la de sus herederos, suena tan anómalo como cuando leemos las historias de los tiempos feudales, los señores y sus condados. Tenemos que empezar a darnos cuenta de que ante la granizada que se vislumbra en el horizonte, más nos vale empezar a distinguir bien entre quien vela y se preocupa por nosotros, y quien se dedica al ancestral ejercicio de hacer el paripé, o a la mundana ficción del avestruz, que tanto metía la cabeza bajo su ala, que se olvidó de lo que había a su alrededor. Todo eso suena a pan para hoy y, por desgracia, a Trumps, Johnsons, o Melonis para mañana.
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