Las cosas que no se dicen
Entiendo que es difícil resistir esa presión que castiga el silencio y formenta el alarde de, muchas veces, discursos vacíos y gestos igualmente vacíos
Lo callado no siempre nace del miedo o el pudor. A veces, nace de la delicadeza o del respeto por los silencios —propios y ajenos— ... e incluso del cansancio que conlleva en estos tiempos de batallas continuas elegir cuáles librar. Hay algunas que se deben pelear, pero otras, pienso, es mejor dejarlas pasar y hacerlo, además, sin dar explicaciones.
En nuestros días la confesión pública es una obligación casi moral. Da igual el tipo de desahogo, el pecado o el pecador; da igual hasta el confesor. Lo que no da igual es el silencio porque se espera de nosotros que lo contemos todo. ¿A qué me refiero con ese todo? Precisamente al 'todo' más amplio que puedan imaginar. Esto es: lo que sentimos, creemos, tememos e incluso anhelamos. Como si el silencio fuera sospechoso y callar fuese sinónimo de esconder algo; y no tiene por qué serlo. A menudo, guardar algo para uno mismo es, justamente, una forma de protegerlo.
Hay gestos y momentos que deberían pertenecernos solo a nosotros, como determinados sueños y miedos; un deseo bueno o uno malo. Algunas despedidas y lágrimas. Guardarlo es, a mi juicio, salvarlo. También, en estos tiempos y en este mundo, una forma de resistencia frente a esa lógica perversa de la exposición constante que tan bien hemos aceptado y hecha nuestra. Hay vivencias que solo pueden mantenerse intactas si permanecen en la sombra, como las semillas que germinan bajo tierra sin necesidad de espectadores.
Entiendo, de verdad que lo entiendo, que es difícil resistir esa presión que castiga el silencio y fomenta el alarde de, muchas veces, discursos vacíos y gestos igualmente vacíos. Vídeos, fotografías y textos sin fin de cosas que, si lo pensamos bien, poco (nos) importan y rápido se olvidan. ¿Quién dijo qué, en qué lugar, y por qué?
Da igual. De verdad que da igual. Cuesta asumirlo, pero así funciona. Lo olvidamos enseguida. Lo borramos y deja de existir. Tu sueño, tu reflexión, tu importante opinión se evapora porque no dejamos de ser un simple grano de arena en un desierto inmenso. Tan inmenso, que es fácil morir ahogado en él.
Guardar silencio y guardarse para uno mismo según qué cosas es una forma dedignidad. Así lo creo. Silencio que no siempre otorga; silencio que se hace abrigo, refugio o raíz.
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