Lo pintado y lo vivo en la política
Decidimos esforzarnos lo más posible para no caer en la desilusión o la despolitización, confiando en que las nuevas generaciones lograrán vivir y disfrutar de la verdadera Política, respaldada por la virtud teologal de la esperanza
Pese a los muchos años transcurridos, recordamos más de una vez a un profesor de Derecho Político, admirable como maestro, que en torno al concepto ... de Política nos presentaba lo mejor de dos autores clásicos, griegos y latinos, que a veces venía precedido de un toque de humor, poniendo en boca de Platón, para que no cogiéramos miedo a este severo filósofo, dándonos un concepto de Política, de la manera siguiente: «El arte de conducir a bípedos sin cuernos y sin plumas». Tras reírnos un poco y ya recuperada la seriedad, nos mostraba algunas definiciones de la Política como las siguientes: «Gobernar a los hombres con su consentimiento», «lo que constituye la Política, no es el ejercicio de una función, sino las cualidades del hombre», «su fin es hacer a los hombres valiosos» y, por supuesto, sin olvidar a Cicerón, «la buena Política es obra de los hombres de bien, que están al frente de los Estados, para transmitir sabiduría a quienes se hallan alejados de las funciones públicas».
Al oír todo lo anterior, nuestro espíritu se expandía y la Política adquiría para nosotros una fuerza repleta de entusiasmo, centrándola en tres aspectos, como si de valores se tratase, que giraban sobre todo lo que nos explicaba en este aspecto: «La importancia que adquiere el interés general que consideraba superior, políticamente hablando». Las circunstancias, conveniencias y técnicas que debieran tenerse en cuenta en este contexto y mucho más alejado de lo anterior, colocaba la 'jurisdicidad'. Aprovechaba nuestro buen profesor todas las ocasiones para resaltar los puntos centrales que debieran estar en todos los diversos regímenes políticos, haciendo referencia al ejemplo de la «tortilla francesa» que, una vez cocinada y antes de servirla, se deben cortar sus partes finales y comer la parte que se encuentra en medio por ser más jugosa y sabrosa, dándonos a entender con ello que los radicalismos en Política suelen ser siempre peligrosos, haciendo del punto medio lo más deseable y seguro.
Se nos recomendó, más de una vez, la lectura de Baltasar Gracián, autor de un libro de valor eterno, 'El Criticón', a la vez que 'Los Tratados', especialmente uno de ellos titulado 'El oráculo manual o el arte de la prudencia', en el que se describe todo lo que sucede en España en el siglo XVII de mal recuerdo y que no debió de gustar mucho a los cortesanos– hoy diríamos políticos– dando lugar a que el Provincial de los Jesuitas, orden ala que perteneció aquel autor, le castigase una temporadita ayunar a pan y agua, y posteriormente, a desterrarse a Creus por faltar al deber de la obediencia al haber publicado uno de aquellos libros, sin pedir permiso anteriormente, si bien, algunas mentes un tanto suspicaces creyeron que no fue aquél el motivo real para tomar tan rigurosa decisión. Mucho aprendimos con las lecturas recomendadas que nos hicieron conocer que «una buena política deberá estar basada en la ética» y que «un buen Gobierno no debiera tenerse por legítimo si no se ocupase de la «defensa del país, de su seguridad y de la integridad del territorio nacional». Y se nos dijo que si alguna vez llegásemos a ejercer una función pública, cualquiera que fuese su nivel, debiéramos adoptar los tipos de hombres, como los siguientes: «hombre en su punto, sabio en dichos y cuerdo en hechos»; «hombre de espera, no apresurándonos y apasionándonos nunca»; «hombre con fondos, dando más importancia a nuestro interior que al exterior»; y cómo no, siempre «ser hombre de entereza, en que la razón ocupase el primer puesto en su mente».
Puede imaginarse lo que experimentaríamos, cuando una vez dejada la Universidad, nos vimos hundidos en su mundo deshumanizado, repleto de querellas liliputienses, guiado fundamentalmente por el interés personal e imperando la intolerancia y, en buena parte, la corrupción. Nos dimos cuenta entonces de la infinita distancia que existía entre lo que se nos enseñó y lo que no s encontramos. Pese a todo, decidimos esforzarnos lo más posible para no caer en la desilusión o la despolitización confiando siempre en que las nuevas generaciones lograrán vivir y disfrutar de la verdadera Política, respaldada por la virtud teologal de la esperanza.
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