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El art. 6 de nuestra Constitución de 1978 nos dice que «los partidos políticos expresan el pluralismo político». Nadie puede extrañarse, por tanto, de que ... en nuestro país se produzca en el desarrollo de la política una especie de belicismo, más o menos intenso, entre los que piensan de una manera y los que lo hacen de otra, pues como nos decía ya hace muchos años un admirable profesor de Derecho Político, que tuvimos, las ideologías nos hacen de vez en cuando alguna jugarreta, volviéndonos sordos y ciegos y, desgraciadamente, no mudos, que nos evitaría decir muchas tonterías.
Cierto es que a los políticos no se les puede pedir que sean siempre neutros, pero lo que sí se les debe exigir en cambio, que nos comuniquen sus pensamientos utilizando las llamadas 'buenas formas', para evitar contemplar en nuestras Cortes Generales escenas lastimosas, impropias de un lugar en que la templanza debe prevalecer para eliminar el furor partidista que crearía más división de la existente, con una dialéctica tendente a oponerse absolutamente a todo lo que proceda del opositor, no reservando un rincón en su cabeza, por pequeño que sea, para acoger, en ciertos casos las ideas de los demás.
Más de una vez nos hemos preguntado de dónde puede proceder ese furor irrefrenable que se observa en nuestro Parlamento y en nuestro Senado. La respuesta la hemos encontrado en las palabras del que fue Presidente de la República Francesa François Mitterand que charlando con un amigo íntimo le dijo: «Lo que interesa al hombre político es el poder, solo el poder. No puede noche y día pensar más que en el poder. Si esto falta, todo se le viene abajo. Es estúpido creer que lo que le interesa es el dinero, a menos que ello se derive de que los puestos y cargos con que sueña les considere innacesibles». No resulta inusual que en el camino hacia el poder se muestre un amor profundo hacia el pueblo soberano, prometiéndole el oro y el moro, para que vean satisfechas sus necesidades, pero lo que se oculta tras ello es el ansia permanente de conseguir los votos necesarios para llegar al poder.
En el hacer político se encuentran casos, no muy numerosos, en que personas dotadas de cualidades humanas y profesionales admirables, un día anuncian que van a dejar todo tipo de actividad política en el futuro, basándose en que lo que han visto a su alrededor, les desilusionó. La verdad es que tal conducta que para algunos puede tener un aspecto digno de alabanza y para otros todo lo contrario, pensamos que puede tener consecuencias gravemente negativas para su partido y que, si bien, el político no debe ser un esclavo de su grupo político y podrá juzgarle y censurarle libremente, para corregirle y fortalecer sus posibilidades de que un día logre los votos suficientes para formar un nuevo Gobierno.
En una ocasión el Presidente de la República Francesa, el General de Gaulle llamó la atención a los políticos franceses para que tuviesen en cuenta, cualquiera que fuesen sus preferencias ideológicas que «el impulso de Francia los próximos años, será económico, industrial y cultural, pero será también moral, o no será».
Bien puede decirse que adivinó la ola de corrupción que le esperaba a Europa, que iba a llegar incluso a afectar al Parlamento Europeo, en el caso Quatergate el 9 de diciembre de 2022 y que llegaría a Bruselas, que con cierta elegancia, dio un nuevo nombre a la corrupción, al calificarla como «un prestar servicios», que el político francés Philippe de Villiers describió en su libro 'Memoricide' publicado el pasado año 2024, refiriéndose a la campaña que 'Renew Europe' ha lanzado a partir del 20 de marzo de 2024.
En cuanto a España, bien puede decirse que no pasa un año en que el pueblo soberano no se acongoje al conocer que un político tuvo demasiado apresuramiento en enriquecerse en poco tiempo, a lo que se unió la corrupción de 'menudeo', practicada por los que tomaron con más calma el ansia de mejorar su situación económica.
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