La verdad y la mentira en política
Cierto es, que a veces, en este mundo baratero, a la naturaleza humana le resulta difícil vivir a la luz de la verdad, ni más ni menos, que por falta de educación adecuada
La ocultación de la verdad y la utilización de la mentira como instrumento político se suele considerar por algunos hombres públicos como una forma de ... ejercer un arte de valor incalculable, sin darse cuenta que tal forma de gobernar puede dar lugar a que el pueblo soberano se despolitice o lo que es quizá peor, que se desilusione bajando así su amor a la democracia.
Una manera especial de faltar a la verdad y mentir es la que vamos a llamar 'metamorfosis política', consistente en que algunos políticos, en ciertos niveles de Gobierno, anuncien a bombo y platillo una determinada decisión, y no habiendo transcurrido ni siquiera un mes, nos anuncien algo totalmente diferente de lo prometido y no por falta de memoria, sino por ser para ellos más favorable su nueva ocurrencia.
Hace ya bastantes años un humorista francés de especial ingenio publicó un libro que tituló 'El cotorreo', en el que en más de ocho o diez páginas nos presentó una lista de frases utilizadas por los gobernantes de su país para conseguir votos y que recogemos a continuación, aunque solo en parte, para no alargar demasiado este artículo, que contiene declaraciones como las siguientes:
–Créanme ustedes que en nuestra manera de 'hacer' política siempre daremos preferencia al interés general, desechando los intereses puramente particulares.
–Estaré dispuesto a dimitir, si…
–La honestidad de la institución que presidimos no permitirá nunca el más mínimo desliz ético si descubrimos alguna 'oveja descarriada'.
–Caso de que un día cometa errores me apresuraré a reconocerlos.
Pues bien, ante todas estas promesas, Pierre Daninos, que fue el autor del citado libro, dice al pueblo soberano con voz de trueno: '¡Nunca las debéis creer!'.
La verdad es que todo esto es viejo como el mundo y bastará con recordar a nuestro Baltasar Gracián, que en el siglo XVIII, en 'El criticón', hizo ya referencia a lo que sucedía en los ambientes cortesanos con su sinceridad proverbial: 'Si no se oye jamás verdad en la Corte, ¿cómo puede llamarse Corte, donde corren cada día cien mentiras como el puño?'.
Sin embargo, perderíamos la objetividad, que es una enfermedad grave para el que escribe, si no reconociésemos que en nuestro país, y a través de los siglos, hubo y sigue habiendo políticos que actuaron siempre con la verdad en su boca, y dado que escribimos estas líneas en Gijón, no podemos por menos, de citar en este contexto, las palabras de Jovellanos en sus 'Escritos Didácticos', en las que hablaba de lo que llamó 'crianza moral': «La verdad, por ejemplo, jamás les será bastante recomendada a los gobernantes, ni debe haber el menor disimulo si se le coge en alguna mentira, ya, en ponerles de manifiesto lo horrible de este vicio, ya, no perdonando nunca el castigo que le esté impuesto». No se puede hablar más clara y rotundamente.
Cierto es, que a veces, en este mundo baratero, a la naturaleza humana le resulta difícil vivir a la luz de la verdad, ni más ni menos, que por falta de educación adecuada, algo que solo se podrá, al menos reducir si en los sistemas educativos se incluye el estudio y la atención que se debe dar a los valores éticos y morales para que desde la más temprana edad se pueda distinguir el bien del mal, cuya falta es lo peor que le puede suceder al pueblo soberano.
De seguir utilizando verdades no verdaderas, o mentiras poco creíbles, sobre todo cuando los hechos reales son contrarios al que los utiliza, volveremos a aquellos tiempos en que Quevedo reflejaba en unos versos consejos, como los siguientes: «Los adversos sucesos / aunque anden por el orbe todo impresos / harás que los ignore / o que el que se los cuente, se los dore».
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