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Soleá Morente baila sobre el escenario durante su actuación.

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Soleá Morente baila sobre el escenario durante su actuación. ÁLEX PIÑA

La noche más flamenca

Tomasito, Soleá Morente y Camela animan la noche mateína

ALBERTO ARCE

Viernes, 21 de septiembre 2018

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Tomasito (Jeréz de la Frontera, 1969) puede presumir de puntualidad, de nombre, de flamenco, de gallardo y de tener una tigresa que se llama 'Salvaora'. Oviedo lo estaba esperando, él se limitó a hacer lo suyo. Empezó zapateando. Eran las nueve de la noche.

Con 'Al abandono', en el comienzo, quedó patente la timidez de una audiencia que no se atrevió a llenar la plaza; quizás por el 'orbayu', quizás por el postre de la cena.

El segundo corte, 'Rumba del revés', estuvo dedicado a Las Grecas, a Los Chunguitos y al sonido caño roto.

Tras 'Soy un limón', «¡que el huerto de mi madre tiene unos limones muy gordos!», exclamó, y 'Cacerola', todo comenzó a funcionar, sin pausa, pero bajo la fina lluvia. 'Olés', palmas y punteos de una Stratocaster desgarrada. Tomasito, mientras tanto, eficaz y sin alardes, rítmico y musical, muy vivo sobre las tablas, se empezó a quitar la ropa.

'Ella me quiere', «dedicado a todas las mujeres», afirmó, fue la excusa perfecta para comenzar a quitarse el pañuelo y la camisa. Y para cercarse aún más al público ovetense, lanzó un: «Me encanta la sidra. Vivan las fiestas de San Mateo», y tuvo ovaciones.

Al final, la aclamada 'Camino del hoyo' sonó casi a despedida, pero el bis no se hizo esperar demasiado y sus versiones de 'Back in black' (AC DC) y de 'Agradecido' (Rosendo) –sin camisa– puso a todos de puntillas.

A las once de la noche llegó el turno de Soleá Morente (Madrid, 1985), que no se hizo de rogar. Y aunque no se autodenomine cantaora, su genética es clara, le viene de familia. Empezó suave y sosegada con 'Alondra', una apuesta minimalista de su último álbum, 'Ole Lorelei', un disco con escasos meses de vida que se encargó de desgranar durante toda la velada para el público mateíno. No faltaron temas más clásicos como 'La ciudad de los gitanos', 'Tendrá que haber un camino', o la archiconocida 'Granaína', de su padre. La plaza de la Catedral, en el transcurso de su actuación, se iba llenando.

El público quedó prendado de su voz, que a su vez, cuidaba cada nota con paciencia y esmero. Un concierto para disfrutar y tomárselo con calma. Al final, 'Dama errante'. También la estaban esperando.

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Camela cumplió con lo que todos se esperaban, lleno hasta la Regenta. Al menos cinco mil fans de la banda obligaron a cerrar la plaza, y cientos de personas se quedaron sin poder acercarse.

Sin ni siquiera saludar, a la una en punto, 'Me metí en tu corazón' y temblaron los cimientos de la Catedral.

Tras la primera ovación fue todo más fácil. «Llevamos aquí desde ayer disfrutando de Oviedo», afirmó María de los Ángeles Muñoz. Segundos después llegó 'No puedo estar sin él' y el espectáculo dejó de ser solo musical, proyecciones continuadas decoraron la ampliación del Museo de Bellas Artes de Asturias.

Todos corearon al unísono «Escúchame, compréndelo, es imposible nuestro amor» cuando llegó el momento preciso.

«Os habla un hijo de un asturiano», clamó Dionisio Martín, 'Dioni'.

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