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Díaz y Calviño, durante el desfile militar del pasado 12 de octubre, Día de la Fiesta Nacional. EFE | Vídeo: Atlas

Díaz dirigirá la negociación de la reforma laboral pero Calviño tendrá la última palabra

La vicepresidenta segunda sostiene que las diferencias son de «contenidos», no de «metodología», como afirma el Gobierno

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Martes, 26 de octubre 2021, 19:50

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La Moncloa ha buscado una solución de compromiso en la pugna entre las vicepresidentas primera y segunda por la negociación de la reforma laboral. Yolanda Díaz representará al Gobierno en la mesa de diálogo social, pero Nadia Calviño tendrá la última palabra sobre lo que se pacte. Pero la crisis en la coalición gubernamental está lejos de cerrarse, como constataron este lunes los representantes del PSOE y Unidas Podemos en la reunión de la comisión de seguimiento del pacto que acabó sin acuerdo.

Aunque la ministra portavoz repitió este martes una y otra vez que «todo» el Gobierno «está alineado» en la negociación de la reforma laboral, sus palabras no encontraron eco en ningún ministro ni dirigente de Unidas Podemos. El comisario europeo de Economía se permitió el lunes una broma esclarecedora sobre el ambiente que se respira en el Ejecutivo. «Siendo italiano -dijo Paolo Gentiloni- entiendo» lo que significa «unánime» en una coalición.

Isabel Rodríguez explicó tras la reunión del Consejo de Ministros que la vicepresidenta segunda, como hasta ahora, dirigirá las negociaciones sobre la reforma laboral en la mesa de diálogo social, pero no estará sola. Irá acompañada de representantes de los ministerios afectados por las modificaciones en el mercado de trabajo. Lo que allí acuerden el Gobierno, los empresarios y los sindicatos se elevará a la mesa para el plan de recuperación, transformación y resiliencia en la que la vicepresidenta primera lleva la voz cantante.

La portavoz negó que la presencia de otros ministerios en la mesa de diálogo social suponga un marcaje a Díaz para controlar qué ofrece. Se trata, explicó la ministra, de «enriquecer» la negociación con la presencia de los departamentos afectados. Es «lógico», apuntó, porque la reforma es «estructural» y «no se entendería que una parte importante del Gobierno no participara».

El acuerdo al que se llegue, si se alcanza, con empresarios y sindicatos debe ser refrendado en la mesa para el plan de recuperación, en la que participan el Gobierno y los agentes sociales. Pedro Sánchez la preside, pero solo lo hizo en la reunión constitutiva en noviembre de 2020. Las demás han sido dirigidas por Calviño. Esta mesa da el visto bueno final al documento que se enviará a Bruselas, cuya aprobación es inexcusable para la recepción de los fondos europeos.

Modernizar, no derogar

Rodríguez eludió el concepto derogación de la reforma laboral, habló de «modernización de las relaciones laborales», y se empleó a fondo para negar que existan diferencias de fondo entre los socialistas y Unidas Podemos. Son, precisó, discrepancias «en la metodología» de la negociación que se han hecho patentes ahora, y no antes, porque se acerca el final del plazo (31 de diciembre) para presentar el proyecto a la Comisión Europea. Pero el Gobierno, insistió, es «uno».

Unas palabras a las que Yolanda Díaz respondió desde Roma con una sonora negativa. «Este no es un debate metodológico», es sobre «los contenidos» de la reforma. A los ciudadanos, subrayó, «no les importa la metodología, les importa saber si vamos a acabar con la precariedad».

Confesó que pensaba que la discusión dentro del Gobierno sobre «el alcance» de la reforma estaba «superado» porque se abordó dos veces, en diciembre pasado y en abril, antes de enviar a la Comisión Europea los planes de recuperación, cuyo componente 23 es el mercado de trabajo. Pero, añadió, si hay que reabrirlo, se reabre. Ella, aseguró, «no se va a levantar de la mesa» en defensa de «la derogación» de la reforma

Díaz evitó alimentar la polémica sobre el papel de Calviño. Coordina la política económica y «seguirá haciéndolo». Una opinión muy distinta a la de la portavoz de los comunes en el Congreso, Aina Vidal, quien afirmó que no van a permitir que la vicepresidente primera tutele las negociaciones porque sería «poner al lobo a cuidar las ovejas».

Pese al evidente cisma, la vicepresidenta segunda se mostró segura de que habrá acuerdo dentro del Gobierno sobre la reforma laboral y que la coalición se mantendrá. Aunque otro choque asoma en el horizonte por la ausencia de la ministra de Derechos Sociales en la presentación del proyecto de la ley de vivienda, muy discutida entre ambos socios. Ione Belarra, según Podemos, pidió estar presente, pero la Moncloa decidió dar el protagonismo a la ministra Raquel Sánchez.

Dos polos en liza para lograr el aval europeo a la nueva legislación

J. M. CAMARERO | Madrid

Las denominaciones que ha ido acumulando la nueva reforma laboral solo constituyen un bache más entre los dos socios de Gobierno para acometer una de las principales promesas de PSOE y Unidas Podemos desde que el Ejecutivo de Mariano Rajoy aprobó su reforma laboral en 2013, en plena crisis económica y con el rescate de España al borde del abismo. De la «derogación» de aquella ley se ha pasado a la «modernización» de la normativa laboral, pasando por la del «Estatuto de los Trabajadores del siglo XXI» o la supresión de los «aspectos más lesivos» de la ley. Todos esos términos han enfrentado dialécticamente a las dos actuales vicepresidentas: la económica, Nadia Calviño; y la titular de Trabajo, Yolanda Díaz.

Entonces, como ahora, la Comisión Europea bendijo y debe avalar el cambio que se apruebe en la nueva reforma laboral. Bruselas quiere acabar con la elevada temporalidad de España; el excesivo paro de larga duración; y mejorar la formación. Pero lo que para Calviño implica abogar por un sistema laboral del futuro, para Díaz supone recuperar los derechos perdidos de los trabajadores desde hace una década. La vicepresidenta económica no quiere que el nuevo Estatuto de los Trabajadores olvide realidades como la digitalización, la robotización o aspectos claves en los últimos meses como la regulación del teletrabajo.

Pero el verdadero escollo se encuentra en los aspectos más conflictivos de la reforma laboral que impulsaron los populares. Por ejemplo, en cuanto a la posible recuperación de la ultraactividad, esto es, que si no hay acuerdo entre trabajadores y empresarios para renovar un convenio colectivo, éste sigue vigente aunque decaiga. Díaz sería más partidaria de recuperar este derecho. Ocurre lo mismo con el convenio que prevalece para definir las relaciones laborales de una empresa: con la ley en la mano, es el del propio negocio el que prima frente al sectorial, que suele ser más beneficioso para los trabajadores.

El papel de los empresarios constituye otro de los puntos tensos en la relación entre ambas ministras del Gobierno de coalición. Para Calviño resulta imprescindible el acuerdo con la patronal a la hora de abordar cualquier cambio de calado en la reforma laboral. Sostiene que la propia Comisión Europea no vería con tan buenos ojos una modificación de la ley que no cuente con el beneplácito de los empresarios. Díaz también quiere el consenso, pero en las últimas semanas los avances más significativos de la negociación han llegado de la mano de los representantes de los trabajadores. De hecho, desde UGT y CC OO reprochan que la titular de Economía o el presidente del Gobierno quieran partir de cero en algunas de estas modificaciones al considerarlas borradores, pero no un avance oficial. Si el pacto saliera adelante tal y como está acordado hasta este momento sería muy complicado el 'sí' de los empresarios, al haber avanzado en cuestiones como la de la ultraactividad o la prevalencia de los convenios sin su consenso.

El texto del acuerdo de Gobierno de principios de 2020 incluía modificar el sistema de subcontratación en determinados casos; o limitar la capacidad de las empresas de modificacar de forma unilateral las condiciones del contrato. Dos preceptos que en la crisis de hace una década eran considerados necesarios por Bruselas, por la gravedad de la recesión, pero cuyos cambios también traen de cabeza a los equipos de las dos vicepresidentas.

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