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La congoleña Caddy Adzuba, Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014.

«Es fácil empezar una guerra, lo difícil es saber cómo acabarla»

Critica que «hasta que el ébola llegó a España o Estados Unidos no se abordó como si fuera una cuestión internacional»

Caddy Adzuba Periodista y abogada

Jueves, 23 de octubre 2014, 00:42

Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014, la congoleña Caddy Adzuba nació en Bukavu, capital de Kivu del Sur, en el extremo oriental de su país. Tras concluir los estudios elementales, se licenció en Derecho, en la Universidad Oficial de Bukay; pero como ella misma dice, «la guerra me lo cambió todo», ese conflicto bélico que ha ocasionado, según los historiadores, la mayor cantidad de muertes desde la II Guerra Mundial. En la actualidad, tiene su «altavoz para el silencio», del modo en el que lo ha explicado muchas veces, en Radio Okapi, una emisora tutelada por la Organización de Naciones Unidas en Misión de Estabilización, que también se ocupa de su protección, pues ya ha sufrido dos intentos de asesinato. Además, participa en la ONG 'Search for Common Ground', de filiación estadounidense, así como en la AFIPED, desde donde impulsa el Desarrollo y Promoción de Valores Humanos entre las niñas congoleñas, animándolas a ser las protagonistas del futuro de la República Democrática del Congo. El Premio Príncipe de Asturias viene a sumarse en España al que le había concedido la Federación del Sindicato de Periodistas, cuyo galardón recuerda a Julio Anguita Parrado. Toma un café mientras responde a las preguntas de EL COMERCIO, muy apurada por todas las solicitudes que la requieren, y se advierte en sus maneras una serenidad profunda, sin duda la de quien ha contemplado de cerca los horrores de la crueldad humana y se ha decidido a combatirlos palabra sobre palabra.

-¿De qué modo transcurrió su infancia en Bukavu, la ciudad en la que nació?

-Puedo decir que fue una infancia feliz, allí, muy lejos de la capital, Kinshasa, que está a varias horas de vuelo, en el otro extremo del país. Vivíamos entonces un periodo de paz. Luego, la guerra me lo cambiaría todo.

-¿Cómo era su familia?

-Una familia normal, en la que somos ocho hermanos. Mis padres trabajaban los dos, y me permitieron educarme en colegios prestigiosos, no teníamos necesidades; pero, como decía, todo eso cambió con la guerra.

-La República Democrática del Congo fue históricamente una colonia casi privada del rey Leopoldo II de Bélgica, que sometió a los nativos a un control brutal; sin embargo, se independizaron en 1960. ¿Qué sucedió a partir de esa etapa emancipatoria?

-Se buscó la vía de nuestro propio desarrollo, con muchos episodios de guerra y un largo periodo de paz. La dictadura de Mobutu se instaló durante treinta y dos años, hasta que los congoleños, muy hartos, se levantaron en armas, en una guerra de liberación. Desgraciadamente, es fácil planificar, empezar una guerra; lo difícil es saber cómo acabarla. Hoy vivimos en una democracia joven, que quiere construirse a partir de los Derechos Humanos; pero la situación es frágil, con políticos muy aferrados al poder. Estamos en los balbuceos de la democracia, que también concierne a la edificación de la paz, sobre la que influye la vida política. Antes sólo buscábamos seguridad, pero política y seguridad, democracia y paz, van a la par.

-Usted ha sido muy crítica, con sobradas razones, acerca de algunos comportamientos de Occidente en África. No obstante, ¿cuánta es la responsabilidad de los propios africanos?

-Evidentemente, nos responsabilizamos y procuramos la sensibilización de la población. De Occidente, lo que pedimos es que no interfiera.

-Comentaba estos días un misionero que si el hambre se contagiara, Occidente ya habría eliminado las hambrunas africanas... Se refería metafóricamente al ébola.

- Sí, claro, hasta que el ébola llegó a Estados Unidos o España, no se abordó como una cuestión internacional. Y en este mundo ya no hay fronteras. Lo que también solicitaría es que los medios de comunicación occidentales no se interesaran sólo por África para dar malas noticias y poner un velo a las buenas. Eso no facilita nuestro progreso.

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