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Fernando Serrulla, Hixinio Araúxo y Concepción Viguera, con Gracia y María José Gutiérrez Suárez, ante la fosa. ERIK DOBAÑO
Aparecen siete cadáveres en la fosa común donde buscaban a los asturianos fusilados en Celanova

Aparecen siete cadáveres en la fosa común donde buscaban a los asturianos fusilados en Celanova

Las nietas gijonesas de dos de los asesinados en Galicia en 1939 celebran el hallazgo. «Por fin podrán tener una lápida con su nombre»

MIGUEL ROJO

GIJÓN.

Miércoles, 7 de diciembre 2022, 02:32

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Solo la prudencia impide afirmar que ya los han encontrado. El equipo de arqueólogos dirigido por Julián Bustelo y Fernando Serrulla localizaba ayer el sexto y el séptimo cuerpo en la fosa del cementerio de Celanova, en Orense, en la que se sabía que habían sido enterrados siete asturianos al final de la Guerra Civil española. Y allí, a pie de excavación, observaban el lunes los trabajos Gracia y María José Gutiérrez Suárez, de 60 y 68 años, nietas de Abelardo Suárez del Busto, albañil gijonés de 28 años, uno de los jóvenes fusilados en aquellos días de barbarie que ahora las familias, «sin rencor, pero desde el respeto a los que allí murieron», tratan de sacar a la luz.

Todo parece indicar que, por fin, Marcelino, Abelardo, Guillermo, Alfonso, Belarmino, Mariano y Baldomero han dejado de ser unos nombres sin cuerpo al que llorar. Gracia y María José nos cuentan en su camino de vuelta a Gijón, acompañadas por su amiga Concepcion Viguera Alberdi, cómo en los últimos dos años han ido poco a poco descubriendo quién era su abuelo, qué había sucedido y todo, a la espera de que se hagan los análisis de ADN, para «conseguir que tenga su nombre en una lápida, que no sea solo un cuerpo abandonado en una fosa común lejos de casa».

  • LOS SIETE ASTURIANOS

  • Baldomero Vigil-Escalera Vallejo Pintor, 19 años.

  • Marcelino Fernández García Mecánico, 21 años.

  • Guillermo de Diego Álvarez Chófer, 25 años.

  • Alfonso Moreno Gayol Chófer, 26 años.

  • Abelardo Suárez del Busto Albañil, 29 años.

  • Belarmino Álvarez García Minero, 29 años.

  • Mariano Blanco González Litógrafo, 36 años.

La suya es una de las dos familias con las que los miembros del Comité de la Memoria Histórica de Celanova, con Hixinio Araúxo al frente, han conseguido contactar. «La otra es la de Marcelino Fernández, que no pudo desplazarse esta semana, pero tiene la intención de venir con Josefa Fernández, su hija de 85 años», explicaba el investigador.

«Tenía 29 años y dejó a mi abuela con dos niños de 2 y 4 años. Solo por ella, ya merece la pena», dice Gracia Gutiérrez Suárez

El lunes habían aparecido cinco cuerpos. Ayer, tras encontrar otro cadáver que parece provenir de un enterramiento anterior, afloraba la impronta de una caja en la que estaban el sexto y el séptimo cuerpo que se buscaban. «El sexto aporta nuevas evidencias, porque apareció con calzado: unas botas militares o de minero, según un experto consultado. Tres de los fusilados eran del ejército de la República y otro era minero, así que siguen encajando piezas», nos contaban los investigadores desde Celanova. Se suma esa bota a otros objetos como la medalla de una Virgen que podría ser la de Covadonga.

María José, nieta de Marcelino Fernández, le prometió a su abuela «que si aparecía, lo enterraría junto a ella en Ceares»

Así se va cerrando la historia que querían conocer Gracia y María José Gutiérrez Suárez. A lo largo de estos dos últimos años, ellas han ido dibujando la de su abuelo. «Antes de todo esto sabíamos que se fue de Asturias cuando los nacionales entraron en Gijón, en un barco que que se llamaba el 'Gaviota'. También que estuvo en una cárcel de Celanova y que allí le habían fusilado», cuentan estas dos hermanas gijonesas. Ahora también saben que Abelardo «estaba afiliado a la CNT, por un documento que apareció, que fue apresado en El Ferrol, que estuvo en un campo de concentración llamado Camposancos, en La Guardia, que era el sitio del que ya no salías. De ahí fue a Celanova y luego, aunque esto no sé si es verdad, cuando los fascistas entraron en Madrid, cuentan que un teniente coronel de los nacionales fue a Celanova y, para celebrarlo, cogió a siete presos, los tuvo en capilla cuatro horas y luego ordenó matarlos». Fue el 22 de septiembre de 1939, hace ya más de 83 años. «Los tuvieron expuestos para que los viera el pueblo, para meter el terror en el cuerpo», cuenta Gracia con entereza. «Para nosotras, encontrarle es algo que teníamos en mente desde hace muchos años. Oíamos hablar sobre él a mi abuela y a mi madre, y es por ellas también, que ya no están, por quienes lo hacemos. Todo parece indicar que él está ahí, así que podemos reparar y mostrar al mundo que esto no son historias de abuelitos, que es mucho más que eso», nos cuenta emocionada.

Agradecidas a Celanova

Un proceso duro, el de la exhumación, que «impacta». Y no solo a las familias, también a los arqueólogos, a los vecinos del pueblo. «Las familias de Celanova ayudaron mucho a los presos, fueron muy respetuosos con ellos, y también ahora con nosotros. Tanto el alcalde, que estuvo ayer en la fosa, como las asociaciones implicadas y los arqueólogos nos trataron con mucho cariño y se lo agradecemos enormemente. Son nuestros angelinos de la guarda».

Gracia y María José no sienten rencor. «Cuando te llegan los informes y ves las declaraciones de los denunciantes y sus firmas te choca, te entra la curiosidad por saber quién son, si tienen familia. Pero después ya piensas en el momento en el que sucedió todo eso, en una guerra, cómo fueron hechas esas declaraciones, si estaban aterrorizados, si lo hicieron obligados... No hay rencor para nada. Esto hay que hacerlo desde el respeto, por que mi abuelo tenga un nombre en algún sitio, que no lo tiene, porque no esté en una fosa olvidado».

Un momento de la excavación en Celanova.
Un momento de la excavación en Celanova.

Y añade: «No me gusta cuándo preguntan por qué lo hacemos, cuando dicen que hubo muertos en los dos bandos y que no hay que removerlo... Yo no me niego a que cada uno busque a sus muertos. Yo busco a los míos para encontrar respuestas y que se sepa su historia. Tenía 29 años y dejó a mi abuela con dos niños de 2 y 4 años, y luego pasaron una posguerra muy dura. Solo por ella, merece la pena hacerlo».

María José, nieta de Marcelino Fernández, celebra también desde Gijón el más que posible hallazgo de los restos de su abuelo. «Todo parece indicar que uno es él, la fosa está muy documentada», confía. A Marcelino, mecánico, le cogieron en El Musel cuando iba a marcharse por recomendación de sus amigos. «Acababa de nacer mi madre. Estuvo en Camposancos y luego lo mandaron para Celanova. Josefina, mi madre, tiene 85 años, y solo lo vio en el verano del 39, cuando lo visitó en la cárcel antes de que lo mataran, pero no tiene recuerdo de él. Yo me enteré de que había un homenaje y por eso nos pusimos en contacto en el Principado y ellos nos pusieron en contacto a su vez con la gente de Celanova, que nos confirmaron que uno de ellos era Marcelino. «A mi abuela le haría mucha ilusión este momento, yo le prometí que si lo encontraba lo enterraría junto a ella en Ceares, y las promesas están para cumplirlas. Si se puede», concluye tras una pausa María José.

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