¿Por qué trae mala suerte el martes y trece?

Dice el calendario que hoy es martes y trece así que échate a temblar. Si eres un pelín supersticioso, seguro que hoy te has levantado con el pie izquierdo con tan solo mirar de reojo las páginas del almanaque. Pero, ¿sabes realmente por qué el sambenito del mal fario acompaña a los días en los que el uno y el tres se combinan con el segundo día de la semana?

El refranero, está claro, no ayuda. Nada de bodas, ni de viajes en barco, ni se te ocurra alejarte de tu familia. No viajes. Distintas versiones con un mensaje muy similar. «Martes 13, ni te cases ni te embarques». «Martes, ni te cases, ni te embarques, ni de tu familia te apartes» «En trece y martes, ni te cases, ni te embarques, ni vayas a ninguna parte».

No existe un único motivo para denostar, tal vez temer, el martes y trece. La terrible fama tiene un origen, en realidad diversos, inciertos; todos ellos poco convicentes pero se entrelazan entre sí para hacer de hoy una fecha en la que nada sale bien. A estas alturas del día probablemente ya lo habrás notado. Ojalá no.

La fama aciaga del martes surge de distintos frentes. Un martes 29 de mayo de 1453 cayó la ciudad de Constantinopla, importante derrota para el Imperio Romano y el cristianismo. Marte es el Dios de la Guerra, de la destrucción, la sangre y la violencia. Y un martes y trece, dicen las malas lenguas, se produjo el caos en la Torre de Babel.

El trece no corre mejor suerte. Trece eran los comensales de la Última Cena; a los doce apóstoles se sumaba Jesús. Las leyendas nordicas y la Cábala denostan la conjunción del uno y el tres. El capítulo 13 del Apocalipsis habla del Anticristo y la Bestia.

El mito, que hunde sus raíces en las creencias populares , va más allá de nuestras fronteras. Griegos, turcos, peruanos, argentinos y un larguísimo etecetra de países latinos tienen tirria a una fecha que tiene hasta una fobia propia. Se llama «trezidavomartiofobia« y se caracteriza por un miedo irracional a tal día como hoy.

Mito o realidad, lo cierto es que ningún martes y trece pasa despercibido. La fecha, además de inspirar recelo, es la coartada perfecta para justificar esos días en los que todo sale rematadamente mal.