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Coronavirus | «Me eché a llorar cuando vi por primera vez los aplausos en los balcones»

La UCI del HUCA trata de humanizar la estancia de los enfermos de coronavirus con llamadas diarias a los familiares y conexiones virtuales

Jueves, 16 de abril 2020, 02:09

Reyes, Salva, Vanesa, Lorena, Vicky, Iván, Emilio... Son algunos nombres propios de a quienes van dirigidos todos esos aplausos que dedicamos cada día desde nuestro balcones. Y así hasta llegar a los 32 médicos, 150 enfermeras, 50 auxiliares, personal de limpieza, etc., que a diario acuden a su puesto de trabajo en la UCI del HUCA. Al frente de todos ellos, «la jefa», como la llaman con cuantos nos cruzamos visitando las salas destinadas a pacientes COVID-19. Es Lola Escudero, que en los últimos días vive, casi literalmente, en en hospital. «Hace dos semanas me tomé por primera vez un sábado libre, fue cuando ví por primera vez la gente aplaudiendo en los balcones. No pude evitarlo, me emocioné, me eché a llorar», nos cuenta durante su pausa para comer. A las seis de la tarde. Hasta entonces no ha parado. Tras las muchas reuniones, le toca seguir. Tiene multitud de donaciones sobre la mesa a las que le gusta responder personalmente. Desde las de Dupont o 'Makers' a las que llenan la sala de descanso: botellas de agua, cápsulas de café, pizzas, e incluso bollería enviada hace un rato por Camilo de Blas. Todos esos quehaceres -las reuniones con el equipo médico y las visitas a pacientes las realiza a primera hora de la mañana- le impidieron en su día saludar a las patrullas de la policía que, en homenaje a los sanitarios, hicieron sonar las sirenas delante del hospital. «De hecho me llevé un susto, pensaba que estaban viniendo ambulancias con más pacientes».

La humanización es una de las políticas sobre las que la UCI del HUCA lleva años trabajando. Desde detalles que pudieran parecer insignificantes, como un sonómetro -que rápidamente detecta que estamos manteniendo esta conversación por encima de los niveles recomendables-, hasta el hilo musical personalizado en cada box o, por supuesto, el propio diseño 'abierto'. Pero, todo este sistema se ha puesto a prueba con el coronavirus, que por su riesgo de contagio, prohíbe cualquier visita. Ahí es donde, además del equipo de enfermeras, entra en juego el rol de Luisa Pérez. Desde su despacho telefonea diariamente a cada familiar. No para los detalles médicos, sino con el objetivo de tranquilizar a los seres queridos que no tienen más contacto estos días. «Según descuelgo ya me dicen: 'que ganas de oír tu voz, solo con ella me alegra la mañana'», cuenta emocionada. Ha llegado a mantener 40 charlas diarias pero, tras volverse inasumible, otros médicos voluntarios de rehabilitación y una ginecóloga le echan una mano. Le cuesta desconectar, de hecho ha decidido trabajar los sábados sin que sea su turno «porque no tengo nada que hacer en casa y sé que aquí puedo estar ayudando; piensa que las familias no se pueden acercar, no reciben la información directa de los médicos mirándote a los ojos».

Como a Luisa, a Constantino González, se le acumulan las anécdotas. Intenta mantener una máxima, no involucrarse en exceso emocionalmente porque «cuando tengas que actuar, necesitas dejar esa parte fuera porque sino te va a onmubilar y es necesario actuar rápido haciendo lo que tienes que hacer». No obstante, y como él mismo subraya, «en estos 15 años que llevo en el HUCA nunca había vivido nada parecido». Quizá por eso, todo el mundo acaba bajando la guardia en algún momento. «Un paciente al que le daban el alta se puso a merendar con su mujer por videoconferencia, empezaron a hablar, recordar y agradecer, y todos acabamos llorando». Rosa Rodríguez, otra de las enfermeras veteranas, interrumpe la charla con otra anécdota: «El último paciente que se fue del box 49 entró con el móvil, hubo que intubarlo y lo apagó. Cuando se recuperó no recordaba su PIN y sus intentos acabaron por bloquear el teléfonos, así que les prestamo uno nuestro para que pudiera hablar por videoconferencia con su hijo».

«Nunca se está preparado para una avalancha de paciente de esta forma», subraya Lola Escudero, jefa de la UCI del HUCA

La sensación de tensa calma que se vivía ayer en el HUCA se ve interrumpida por un paciente que requiere una maniobra intensiva. El primer paso que vemos es el cumplimiento del protocolo: colocación de los EPI, mascarillas, pantallas, guantes, y todo lo exigido. El sobresalto, pronto controlado, coincide mientras nos guía Elena Fernández, supervisora de Enfermería en la UCI. Esta detalla paso a paso lo que estamos viendo y reconoce que, «a pesar del cansancio, es una motivación pelear por esto, es una vorágine que nos ha pillado por sorpresa a todos, pero ante todo queremos que los pacientes cuenten con la mayor calidad asistencia posible».

A todos ellos les cuesta desconectar cuando llegan a casa. Constantino apaga los informativos y se pone películas, Elena intenta quitar el agobio de sus hijos «que me preguntan si he estado en contacto con el bicho», o Lola Escudero, que araña tiempo para su principal pasión, la lectura. Nos recomienda un libro: 'Apegos feroces' de Vivian Gornick.

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