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Manuel Carbajal y Ainhoa Reigada, ayer, con la pequeña Mia en el Hospital de Cabueñes. E. C.
Coronavirus | «Mia es una gran alegría en medio de la desgracia»

Coronavirus | «Mia es una gran alegría en medio de la desgracia»

Las visitas a los bebés que nacen estos días están prohibidas y «el padre no puede entrar ni a la sala de dilatación ni al paritorio»

AZAHARA VILLACORTA

GIJÓN.

Lunes, 6 de abril 2020, 01:55

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Incluso en medio del caos, la vida siempre se impone, poderosa, inexorable. Y el sábado, 4 de abril, cuando el reloj marcaba las siete menos cuarto de una mañana radiante de primavera, en el Hospital de Cabueñes, «madrugadora como su hermano Ibai», como con prisa por venir al mundo y ajena a la pandemia que ha dejado ya más de un millón de muertos en todo el planeta, nacía Mia («así, sin tilde»), hija de Manuel Carbajal y Ainhoa Reigada. Una preciosa niña con mucho pelo, «de momento, muy buenina» y sin ningún parecido razonable, que midió 47 centímetros y pesó 2,650 kilos. Así que sus padres, los dos gijoneses y residentes en La Calzada, ambos de 31 años, se olvidaron de que, a su alrededor, casi todo era excepcional para vivir un instante único en toda su plenitud.

«Mia es una gran alegría en medio de la desgracia», acertaba a decir ayer ya con ella en los brazos Manu, el pletórico padre, al que le quedan dos días para llegar a los 32. «¡Imagínate qué regalo de cumpleaños!».

Ni él -que trabaja como programador informático- ni su mujer -formada en Educación infantil- podían imaginarse «ni por lo más remoto» que su hija nacería en medio de una guerra contra el coronavirus cuando concibieron a Mia, pero intentaron afrontar el último tramo del embarazo «con la mayor normalidad posible», aunque «rodeados de mascarillas por todas partes» en cada control.

Hasta que, al fin, llegó la hora. «Yo suelo teletrabajar, ahora todavía con más motivo, y el viernes estábamos juntos cuando Ainhoa rompió la bolsa. Así que nos preparamos y salimos para Cabueñes», apunta Manu, que cuenta que, «sobre las once de la noche, ya empezaron las contracciones más fuertes» y que, «a las tres de la mañana, se la llevaron a la sala de dilatación».

Fue en ese momento cuando el programador informático tuvo que separarse de su mujer, una de las restricciones que imponen los centros hospitalarios estos días para evitar riesgos innecesarios en la lucha contra el virus.

«A diferencia de lo que pasó cuando tuvimos a Ibai, ahora no te dejan entrar ni a la sala de dilatación ni al paritorio», resume Manu, que tuvo que permanecer durante casi cuatro horas en una sala de espera tras despedirse de Ainhoa.

«Nos lo explicaron todo muy bien y solo tenemos palabras de agradecimiento para el personal sanitario. Para el de toda España en estos momentos tan difíciles y, en especial, para los profesionales de Cabueñes por el trato recibido, por todo su esfuerzo y dedicación», anota antes de llegar al punto más emocionante de este relato. Porque, «a las siete menos cuarto de la mañana, llegó ella» tras un parto sin complicaciones y, entonces, «eso era lo único que importaba: que la madre estuviese bien y la niña, sana».

«Esta es una historia que le contaremos a Mia cuando sea mayor», bromeaba ayer la feliz pareja desde la segunda planta de Cabueñes, haciéndose poco a poco al nuevo miembro de la familia, que le presentaron a su hermano Ibai -que solo tiene tres años- «a las dos horas de que naciese por videollamada».

Y es que ésa es otra de las peculiaridades de los nacimientos que se producen en tiempos de pandemia: «No se pueden recibir visitas, así que tendremos que esperar a que el resto de la familia, empezando por sus abuelos, la conozca en persona. Y eso, en pleno estado de alarma recién prorrogado, no sabemos cuándo será».

Tampoco Manu puede salir de Cabueñes más que una vez al día y con las debidas precauciones, incluyendo guantes y mascarilla. «También te explican que, a partir del momento en el que llegas y hasta que te vayas, el hospital va a ser como tu casa y que tienes que llevar todo lo necesario: desde tu propia manta hasta comida y bebida, porque también la cafetería está cerrada».

Y eso ha hecho el disciplinado papi, que confía en que hoy por la mañana puedan marcharse con Mia («que son las iniciales de Manuel, Ibai y Ainhoa») a su casa de verdad a esperar otro alumbramiento: «A pesar del miedo, tenemos confianza en el Gobierno y en que, estando todos juntos y respetando el confinamiento, el final de todo esto llegará más temprano que tarde».

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