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La plaza de toros de El Bibio, en una imagen histórica.

Batalla campal en El Bibio

El público reaccionó airado tras la negativa de los payasos a actuar en un festival circense. Volaron sillas, rotas en mil pedazos

Martes, 22 de agosto 2023, 01:03

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Nadie supo por qué los 'pintorescos traperos' no quisieron trabajar aquella tarde de hace un siglo en Gijón, y difícil será siquiera imaginárselo sin aclarar, primero, que así se llamaba a los cómicos que, en el Circo Americano, hacían el número tan de moda de los 'clochards'. Imitadores de Charlot, para ser más claros. Hace un siglo, en 1923, su actuación estaba prevista dentro del marco del festival que la Comisión de Festejos gijonesa había organizado junto al Circo Americano, en El Bibio. Pero nunca llegó a tener lugar. «El primer número pasó sin la menor interrupción», diría EL COMERCIO, un día después, «pero, a poco, salieron 'los pintorescos traperos' y por causas que ignoramos se negaron a trabajar, promoviéndose en el público que ocupaba las sillas un movimiento de protesta».

Y de qué manera: el respetable comenzó a tirar sillas «y otros objetos» a la pista para continuar arrancando las telas de la misma, «convirtiendo el ruedo en un verdadero salón limpiabotas en que todos trabajaban con sin igual ardor y guardándose otros la tela como valioso y preciado trofeo». Imposibe trabajar con semejantes mimbres. Los artistas circenses se retiraron, y el público, «ante tal actitud, comenzó a gritar desaforadamente y pedir la devolución del importe de las localidades, acompañado todo de una colección de piropos poco halagüeños a la empresa, y encontrándose al ir a reclamar varios espectadores el dinero con que el pájaro convertido en el taquillero había desaparecido».

Un trapecio tambaleándose

¿Sería aquella la razón de la preventiva huelga de los 'clochards'? Fuera como fuese, del dinero no había rastro; de los artistas, tampoco; y lo uno con lo otro generó las iras del público. Así lo contamos: «Allí fue Troya. Las sillas del Kursaal fueron hechas añicos, saltando muchas en mil pedazos y encontrando otras en el centro juntamente con los burladeros y los tablones de la barrera, causando también graves desperfectos al servicio de barandillas. Un Hércules pegó un sillazo al trapecio y este quedó tambaleándose en el aire, amenazando con caer y abrir la cabeza a alguien». Ya se lo decía yo: lo nunca visto.

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