El ADN confirma la identidad de dos de los asturianos cuyos restos se hallaron en Celanova
Los investigadores entregarán los restos a las familias de Marcelino Fernández y Abelardo Suárez, hallados en una fosa común el pasado mes de diciembre, para que sean enterrados dignamente
Los restos de dos de las personas halladas en la fosa común de Celanova que se exhumaron a finales de 2022 corresponden a los asturianos Marcelino Fernández García y Abelardo Suárez del Busto, fusilados el 22 de septiembre de 1939 en el cementerio gallego de esa localidad por una unidad militar falangista. Las muestras de ADN contrastadas con una hija de Marcelino, Josefa, y una nieta de Abelardo, Graciela, confirman al 99,9% la compatibilidad de su material genético, lo que viene a ratificar los resultados del análisis forense y las hipótesis de la investigación histórica avanzadas por EL COMERCIO. Las familias ya han sido informadas, y ayer se hicieron públicos los resultados en una rueda de prensa en el Liceo de Orense en la que participaron Concepción López, historiadora del Grupo Histagra de la Universidad de Santiago de Compostela y responsable de la documentación de la fosa; Fernando Serrulla, antropólogo forense del Instituto de Medicina Legal de Galicia; Mario César Vila, arqueólogo, responsable de Tempos Arqueólogos, empresa que ejecutó la excavación; y Ana Mosquera, investigadora del Laboratorio de Genética del Instituto de Ciencias Forenses Luis Concheiro de la Universidad de Santiago de Compostela, en representación del equipo multidisciplinar que se encargó de la intervención. Los restos serán pronto entregados a sus familiares. Mientras, el grupo de trabajo sigue buscando a los familiares de Baldomero Vigil Vallejo, Guillermo de Diego Álvarez, Alfonso Moreno Gayol, Belarmino Álvarez García y Mariano Blanco González, otros cinco jóvenes asturianos fusilados junto a los dos ahora identificados, cuyos restos también han sido recuperados.
Los siete cuerpos fueron recuperados el pasado mes de diciembre de 2022. Allí, a pie de excavación, observaban los trabajos Gracia y María José Gutiérrez Suárez, de 60 y 68 años, nietas de Abelardo Suárez del Busto, albañil gijonés de 28 años, uno de los jóvenes fusilados en aquellos días de barbarie. Su objetivo principal era «conseguir que tenga su nombre en una lápida, que no sea solo un cuerpo abandonado en una fosa común lejos de casa». Por fin, su sueño podrá hacerse realidad. Así se va cerrando la historia que querían conocer Gracia y María José Gutiérrez Suárez. A lo largo de estos dos últimos años, ellas han ido dibujando la de su abuelo. «Antes de todo esto sabíamos que se fue de Asturias cuando los nacionales entraron en Gijón, en un barco que que se llamaba el «Gaviota». También que estuvo en una cárcel de Celanova y que allí le habían fusilado», cuentan estas dos hermanas gijonesas. Ahora también saben que Abelardo «estaba afiliado a la CNT, por un documento que apareció, que fue apresado en El Ferrol, que estuvo en un campo de concentración llamado Camposancos, en La Guardia, que era el sitio del que ya no salías. De ahí fue a Celanova y luego, aunque esto no sé si es verdad, cuando los fascistas entraron en Madrid, cuentan que un teniente coronel de los nacionales fue a Celanova y, para celebrarlo, cogió a siete presos, los tuvo en capilla cuatro horas y luego ordenó matarlos».
Fue el 22 de septiembre de 1939, hace ya más de 83 años. «Los tuvieron expuestos para que los viera el pueblo, para meter el terror en el cuerpo», contaba Gracia con entereza. «Para nosotras, encontrarle es algo que teníamos en mente desde hace muchos años. Oíamos hablar sobre él a mi abuela y a mi madre, y es por ellas también, que ya no están, por quienes lo hacemos. Todo parece indicar que él está ahí, así que podemos reparar y mostrar al mundo que esto no son historias de abuelitos, que es mucho más que eso». Un proceso duro, el de la exhumación, que «impacta». Y no solo a las familias, también a los arqueólogos, a los vecinos del pueblo. «Las familias de Celanova ayudaron mucho a los presos, fueron muy respetuosos con ellos, y también ahora con nosotros. Tanto el alcalde, que estuvo ayer en la fosa, como las asociaciones implicadas y los arqueólogos nos trataron con mucho cariño y se lo agradecemos enormemente. Son nuestros angelinos de la guarda», agradecían.
Gracia y María José no sienten rencor. «Cuando te llegan los informes y ves las declaraciones de los denunciantes y sus firmas te choca, te entra la curiosidad por saber quién son, si tienen familia. Pero después ya piensas en el momento en el que sucedió todo eso, en una guerra, cómo fueron hechas esas declaraciones, si estaban aterrorizados, si lo hicieron obligados... No hay rencor para nada. Esto hay que hacerlo desde el respeto, por que mi abuelo tenga un nombre en algún sitio, que no lo tiene, porque no esté en una fosa olvidado». Y añade: «No me gusta cuándo preguntan por qué lo hacemos, cuando dicen que hubo muertos en los dos bandos y que no hay que removerlo... Yo no me niego a que cada uno busque a sus muertos. Yo busco a los míos para encontrar respuestas y que se sepa su historia. Tenía 29 años y dejó a mi abuela con dos niños de 2 y 4 años, y luego pasaron una posguerra muy dura. Solo por ella, merece la pena hacerlo», relata.
La suya es una de las dos familias con las que los miembros del Comité de la Memoria Histórica de Celanova, con Hixinio Araúxo al frente, han conseguido contactar. La otra es la de Marcelino Fernández. María José, su nieta, explicaba que le cogieron en El Musel cuando iba a marcharse por recomendación de sus amigos. «Acababa de nacer mi madre. Estuvo en Camposancos y luego lo mandaron para Celanova. Josefina, mi madre, tiene 85 años, y solo lo vio en el verano del 39, cuando lo visitó en la cárcel antes de que lo mataran, pero no tiene recuerdo de él. Yo me enteré de que había un homenaje y por eso nos pusimos en contacto en el Principado y ellos nos pusieron en contacto a su vez con la gente de Celanova, que nos confirmaron que uno de ellos era Marcelino. A mi abuela le haría mucha ilusión este momento, yo le prometí que si lo encontraba lo enterraría junto a ella en Ceares, y las promesas están para cumplirlas. Si se puede», concluía tras una pausa María José. Pronto, la familia podrá rendirle el tan esperado homenaje.