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La fachada del HUCA, rosa. PABLO LORENZANA
La importancia de la fisioterapia tras un tratamiento de cáncer de mama

La importancia de la fisioterapia tras un tratamiento de cáncer de mama

El 19 de octubre, es el Día Mundial Contra el Cáncer de Mama, el tumor más frecuente en las mujeres occidentales. En España más del 90% de quienes lo padecen sobreviven

Mary Insana Fisher

Jueves, 1 de enero 1970

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En la actualidad, el índice de supervivencia al cáncer de mama, el más diagnosticado en mujeres, es de casi el 90 por ciento (en España supera el 90%). Es decir, desde la década de los 70 ha aumentado casi un 20 por ciento.

Ya son casi 3 millones de mujeres las que conviven con esta enfermedad en Estados Unidos, una cifra sin precedentes. En España se calcula que 1 de cada 8 mujeres tendrá un cáncer de mama en algún momento de su vida. Así que es importante que consideremos cómo es su vida después del tratamiento.

La realidad es que, aunque muchas consiguen retomar sus vidas, los tratamientos, que son muy agresivos, pueden dificultar las actividades cotidianas. Estos tratamientos provocan efectos secundarios que persisten o se desarrollan muchos años después del diagnóstico. Por este motivo, es importante que las mujeres sean conscientes de los mismos y que los controlen y prevengan antes de que pasen a ser un problema.

Por lo general, las mujeres con cáncer de mama tienen que someterse a algún tipo de cirugía. La menos invasiva es la tumorectomía, que consiste únicamente en la extirpación del tumor y que, por tanto, permite la conservación de gran parte del tejido mamario. La siguiente más invasiva es la mastectomía, que implica la extirpación de todo el tejido mamario. Y la más invasiva de todas suele conllevar la extirpación de los ganglios linfáticos de la axila que se sitúan junto al cáncer. Esta última intervención se conoce como «disección de los ganglios linfáticos axilares».

Normalmente estas cirugías van seguidas de una intensa terapia de quimioterapia y radiación. Sin embargo, las consecuencias y los efectos secundarios de la cirugía y los tratamientos pueden afectar al funcionamiento general del organismo y, en última instancia, a la calidad de vida.

Como fisioterapeuta e investigador, llevo una década estudiando los efectos del cáncer y sus tratamientos en el desempeño de las actividades diarias; he observado, especialmente, el uso del brazo en mujeres con cáncer de mama. La buena noticia es que la fisioterapia puede ayudarles a recuperarse y a retomar por completo sus actividades después de haberse sometido a un tratamiento.

Brazos con dolor persistente

La extirpación quirúrgica de los ganglios linfáticos aumenta el riesgo de aparición de un tipo de hinchazón que suele localizarse en los brazos o en las piernas y que se denomina linfedema. Dependiendo de la cirugía y el tratamiento recibido, lo acaban desarrollando entre un 10 por ciento y un 30 por ciento de las mujeres.

Las quimioterapias, especialmente un tipo de medicamentos llamados taxanos, suelen provocar unas lesiones en los nervios de las manos y los pies que se denominan neuropatías periféricas. Estas dañan los nervios periféricos, lo cual afecta al equilibrio, o al sistema vestibular, y al control de la motricidad fina. Esto último es responsable de habilidades tales como sostener un bolígrafo o teclear en el ordenador. Las alteraciones del equilibrio suponen, además, un gran riesgo de caída, que en personas de 65 años o más tiende a ser una de las principales causas de discapacidad. Por otro lado, los taxanos y otro tipo de medicamentos llamados antraciclinas pueden causar también daños en el corazón, llevando, en ocasiones, al fallo cardíaco.

Hoy en día, la cantidad de radiación que reciben las mujeres durante la terapia es menor que la que recibían años atrás, pero sigue siendo problemática. La radiación salva vidas, pero también provoca serios efectos secundarios que pueden perdurar años después del tratamiento. Los tejidos de la zona irradiada, o de la zona expuesta a la radiación, se hacen más rígidos, fibróticos o duros con el tiempo. Esto engloba todos los tejidos de la zona, incluyendo, a veces, el corazón y todos los músculos y ligamentos presentes en el pecho.

A medida que los tejidos se endurecen, las pacientes pueden experimentar una reducción del movimiento, lo que puede limitar su capacidad para participar en actividades deportivas, trabajar, realizar tareas domésticas e incluso ducharse o vestirse. Puede dificultar hasta tareas tan simples como ponerse una blusa de manga larga o una americana.

La extirpación de grandes cantidades de ganglios linfáticos, someterse a cirugías muy invasivas y tener sobrepeso u obesidad son factores que aumentan el riesgo de sufrir más efectos secundarios posteriores tales como el linfedema. El problema con estos factores de riesgo es que no existe un número mágico: no hay una cantidad exacta de ganglios linfáticos, ni un peso concreto que nos diga nada. De hecho, no todas las mujeres que se someten a una cirugía agresiva acaban desarrollando un linfedema, pero incluso las mujeres que se someten a una tumorectomía, la cirugía menos invasiva, pueden desarrollarlo.

Nuevos tratamientos y enfoques emergentes

Muchos de estos efectos secundarios podrían prevenirse o tratarse de forma efectiva, pero solo si se toman medidas a tiempo. Un modelo de cuidados que ha demostrado sustancialmente su efectividad es el modelo de vigilancia prospectiva. Este método aboga por una revisión previa a la intervención quirúrgica del cáncer como punto de partida, y por un seguimiento periódico tras la cirugía y el tratamiento médico. Mediante esta revisión inicial, cualquier carencia o inconveniente que pueda interferir en la efectividad del tratamiento médico, como la incapacidad de adoptar la posición necesaria para recibir la radiación, puede solucionarse antes de iniciar el tratamiento contra el cáncer.

De este modo, las medidas que se tomen en esta visita pueden utilizarse como punto de referencia para las revisiones posteriores. No obstante, este tipo de cuidados aún no están estandarizados, pero muchos de los fisioterapeutas que tratamos a pacientes que han superado el cáncer de mama esperamos que un día lo estén. Así, al igual que la gente acostumbra a hacer un par de visitas anuales al dentista para hacerse revisiones preventivas, las pacientes con cáncer de mama podrían acudir a un fisioterapeuta para hacer revisiones del estado de su recuperación. Un seguimiento periódico de las pacientes tras la cirugía y los tratamientos médicos posibilita la detección temprana de cualquier mínimo problema antes de que este pueda agravarse.

El desarrollo de un linfedema constituye un ejemplo de estos posibles problemas. En un estudio de 196 mujeres con cáncer de mama, a las mujeres que presentaron en el brazo un 3 por ciento más de volumen que en la revisión inicial se les dio una faja y se les enseñó a masajearse el miembro afectado. La intervención temprana revirtió el desarrollo del linfedema y los avances logrados perduraron hasta cuatro y cinco meses después de la intervención.

Sin embargo, aunque el modelo de actuación ideal consiste en tratar los problemas antes de que surjan, muchas mujeres reciben atención en sistemas que no cuentan aún con este modelo. Por consiguiente, estas mujeres solo son tratadas después de la cirugía y el correspondiente tratamiento de radioterapia o quimioterapia.

Los fisioterapeutas tienen un papel importante en el tratamiento de los efectos secundarios que pueden surgir tras el tratamiento contra el cáncer. Estos profesionales son expertos del movimiento y están bien cualificados para tratar déficits de fuerza, movimiento y equilibrio.

Esto incluye la recuperación de las funciones corporales después de un tratamiento contra el cáncer de mama. De hecho, múltiples estudios han observado los beneficios de la actividad física tras este tipo de tratamientos y han descubierto que el riesgo de desarrollar linfedema disminuye con el ejercicio.

Unas 154 mujeres en riesgo de sufrir linfedema participaron en un ensayo consistente en un programa de ejercicios progresivos de fuerza sin límite máximo de peso. El porcentaje de mujeres que participaron en el ejercicio de levantar peso y que desarrollaron linfedema fue menor que el de la población que no se ejercitó.

Por otro lado, en un pequeño estudio piloto que examinaba los impactos del yoga en el volumen de los brazos de mujeres con linfedema, todas las participantes vieron una disminución del volumen de sus brazos al finalizar un programa de ocho semanas.

La función de los fisioterapeutas también es decisiva en el tratamiento de los linfedemas, y lo cierto es que muchos se especializan en el tratamiento de los mismos: son terapeutas certificados para tratar linfedemas. Para tratar un linfedema, estos especialistas prescriben ejercicios y aplican un masaje específico, vendajes de compresión y fajas.

La reincorporación de los 2,8 millones de mujeres estadounidenses afectadas por el cáncer de mama a sus actividades previas es importante (en España, casi 30.000 cada año). Y la intervención temprana y el continuo seguimiento indicado por el modelo de vigilancia prospectiva puede devolver a estas mujeres algo muy importante para ellas: su vida.

The Conversation

Este artículo ha sido escrito por Mary Insana Fisher, Associate Professor of Physical Therapy, University of Dayton.

Este artículo fue originalmente publicado en The Conversation.

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