Un acuerdo no se cierra hasta que lo aceptas
Como abogada he cerrado muchos acuerdos a lo largo de mi carrera profesional y en mi vida personal también en innumerables ocasiones. En realidad, siempre que ha sido posible. Porque estoy plenamente convencida de que es la mejor solución para cualquier problema
El otro día me paré en una viñeta del dibujante «72 kilos». Para quienes no conozcáis su trabajo os recomiendo vivamente echarle un vistazo porque ... tiene magníficas reflexiones que transmite a través una imagen sencilla y clara. En esta ocasión, se refería a las «personas muro» y en la frase que acompañaba al dibujo vi claramente reflejada una de mis teorías más comprobadas en la práctica. Decía «hay gente que sólo busca personas que formen un muro contra el que poder golpearse». Y efectivamente es así. Os explico mi teoría.
Lo más probable es que cualquiera de nosotros que esté pasando por un problema con otra u otras personas desee encontrar una solución para ese problema. Porque un problema te angustia, te hace sentir mal, te enfada, te entristece, te hace creer que una determinada situación es injusta... Y esto se multiplica por infinito cuando afecta a un ámbito muy cercano a ti como, por ejemplo, si es con un vecino en una comunidad de propietarios y te lo tienes que encontrar cada día en el portal o en el ascensor y al final conviertes el entorno de tu casa en algo negativo, por no hablar de la tensión que existe en la juntas de propietarios. Aún puede ser peor si el problema se plantea con alguien de tu familia con el que discutes por una herencia y, al final, sumas al dolor de la pérdida del ser querido que se ha ido la pérdida de la persona con la que estás teniendo el malentendido. Y, desde mi punto de vista, quizás lo más difícil es todo lo concerniente al complicado mundo de la pareja y los conflictos interminables tras la ruptura, especialmente cuando existen niños pequeños.
¿Se puede poner fin a todos estos problemas? Por supuesto. Ningún problema, ni los personales ni los jurídicos, es una historia interminable. Yo que me dedico a resolver precisamente los jurídicos os puedo asegurar que todo tiene una solución.
El primer paso, es ver si realmente tenemos razón. Porque hay ocasiones en que nos empecinamos en una lucha que no nos lleva a ningún lado, creyéndonos cargados de derechos y razones y finalmente eso no es cierto. En este primer paso, si nosotros no sabemos verlo solos o si se trata de una cuestión que requiere asistencia de un profesional, debemos acudir a uno de nuestra confianza. Por ejemplo, si es una cuestión jurídica, a un abogado. Y debemos contarle con franqueza la situación y debemos escuchar su consejo con la misma franqueza.
No es fácil explicarle a una persona que no tiene derecho a algo pero, sin duda, si esto es lo que ocurre, ahí se encuentra la solución, es decir, a veces la solución pasa por entender que el otro es quien tiene la razón y que estamos equivocados. Y no pasa nada. Bueno, en realidad sí que pasa algo, el fin del problema.
El segundo paso, si tenemos argumentos para sostener nuestra posición, es analizar bien la situación y tratar de alcanzar una solución mediante un acuerdo. Por supuesto, que existen otras vías. En mi campo jurídico, la vía judicial. Está ahí y podemos acudir para que sea un juez el que, valorando hechos y pruebas de uno y otro, finalmente decida. Pero no es esta la mejor alternativa. Por muchos motivos. El principal es que no deja de ser una lucha en la que cada uno va a ir contra el otro utilizando todos los elementos que tenga a su favor. Y habrá un vencedor y un vencido, obviamente. Y el vencido tal vez quiera recurrir y la pelea continuará durante meses, o años y, al final, el resultado es el mismo: habrá un vencido siempre. Y hay muchas probabilidades de que esa herida, el rencor, el malestar no se vayan nunca. Y cuando se encuentren en la escalera o en el ascensor, ni se miren y se busquen con cualquier tontería el uno al otro en cada junta, o nunca vuelvan a hablarse con ese familiar que finalmente se salió con la suya en la herencia o pongan una dificultad tras otra al otro progenitor hasta que el niño o niña se haga mayor de edad o incluso más allá.
Por todos estos motivos, es interesante alcanzar un acuerdo. Porque en un acuerdo ambas partes cierran una solución que les convence y, por tanto, el problema también se cierra definitivamente. Tal vez no vayan a ser los mejores amigos pero pueden volver a decirse «buenos días» en el ascensor, o compartir un acto familiar en el caso de la herencia sin que existan situaciones de alta tensión, o comprender que al final el hijo o hija es lo más importante y es mejor no pelearse por cada tontería que pueda suceder.
Parece sencillo, ¿verdad? Pues no lo es. O, al menos, no lo es con todas las personas. ¿Por qué? Porque, y aquí enlazo con mi teoría, hay personas que necesitan tener a otras como si fueran un muro contra el que golpearse una y otra vez. Porque hay quienes necesitan «personas muro». Son personas que realmente no buscan, por ejemplo cuando acuden a mí como abogada, resolver el asunto, incluso cuando la otra parte está dispuesta a alcanzar un acuerdo en términos absolutamente beneficiosos para ellas. Eso es lo que parece. Van a un abogado, exponen su caso, te piden consejo, se lo das, negocias, la otra parte se aviene a todas o parte de tus peticiones, llegas súper contenta a explicárselo a tu cliente y... siempre hay algo más. Algo más que pedir, algo más que negociar, algo más que no encaja, algo más que no quiere, algo más que discutir, algo que tú no has entendido o has hecho mal... Al final, lo que realmente quieren es no encontrar la solución.
Y seguro ahora estáis pensando ¿cómo puede haber personas que teniendo un problema les ofrezcas un acuerdo bueno para ellos, una solución y no la quieran? ¿No quieren avanzar y dejar atrás ese problema? ¿No quieren dejar de sufrir? La respuesta es clara: no, no quieren. Tal vez ni ellos mismos se están dando cuenta de lo que les ocurre, pero les está ocurriendo. Han puesto el foco de su vida en su guerra con su rival. Su energía, sus expectativas, lo que les motiva a levantarse por la mañana, aunque nunca se lo reconozcan, es la pelea con esa otra persona. Es lo que les da «vidilla», su tema central de conversación con otros y consigo mismos y, si de pronto desaparece, ¿qué van a hacer? Por este motivo se boicotean a sí mismos una y otra vez y boicotean cualquier posible solución. Es probable que tampoco quieran ir a juicio porque donde mejor se encuentran es prologando el conflicto en el tiempo. Necesitan una «persona muro» contra la que golpearse.
Pensemos en el vecino que se enfrenta a otro en una comunidad de propietarios. He tenido casos de no aceptar acuerdos estupendos por nimiedades tan absurdas que cuesta creerlas. En el ámbito personal, en una de las comunidades a las que pertenezco, hay un propietario que va a todas las juntas con la intención de protestar por cada brizna de hierba que crece un milímetro de más en el jardín, es fácil suponer cómo revisa las cuentas o cualquier acuerdo importante y todo porque en una ocasión creyó tener un derecho que no tenía y desde entonces nos la tiene jurada al resto de propietarios.
He llevado herencias en las que se eterniza la discusión por unos pocos euros o por algún elemento sin valor material que de repente es fundamental para la vida de una de las partes. Y hemos tenido parejas que ha discutido hasta por ver quién se queda con unas toallas de un determinado equipo de fútbol o convertían cada entrega de los niños en un verdadero infierno para todos, simplemente porque sí, o se les proponía el reparto más justo y equitativo de sus bienes sin perder ni un céntimo y aún así continuaban aposentados en el no.
En estos casos, la búsqueda de soluciones se complica hasta el infinito y no siempre es fácil hacer entender a esa persona que está equivocada en esa forma de proceder, que todo es mucho más sencillo si cada parte implicada busca la forma de encontrar una salida al problema que realmente concilie a todos y no haga tan difícil las relaciones, especialmente cuando estas no se pueden romper definitivamente.
Por este motivo, por si te está pasando y no te has dado cuenta, piensa por un momento si tienes «personas muro» en tu vida y, si es así, recapacita porque realmente no las necesitas. Escucha al profesional de confianza que esté llevando tu asunto, tiende una mano, busca un acuerdo, soluciona y avanza. Que lo que hace feliz es lo positivo, nunca lo negativo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión