De El Molinón a la comisaría
Enríquez Negreira tuvo que prestar declaración en las dependencias policiales tras un conflictivo Sporting-Zaragoza, denunciado por un policía
Nunca fue un árbitro simpático. Ni en el campo, ni fuera. Enríquez Negreira daba aspecto de ser una persona seca en sus manifestaciones. Se ... retiró del arbitraje hace 31 años. Volvió al primer plano de la actualidad por el denominado 'Caso Negreira', investigado por los pagos que efectuó el Barcelona a su empresa cuando era dirigente del colectivo arbitral. Con el Sporting tuvo un suceso que al final quedó en anécdota.
José María Enríquez Negreira (Barcelona, 1945) arbitró al Sporting 24 partidos en los doce años que estuvo en Primera. La mitad fueron derrotas. El resto, ocho triunfos y cuatro empates, con algunos datos significativos. Su primer partido a los rojiblancos fue en Vallecas. Uno de los dos goles que dieron el triunfo al Sporting fue una volea de Quini que se hizo famosa.
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Enríquez dirigió la semifinal en la que el Sporting fue eliminado por el Castilla, en mayo de 1980. También dirigió la victoria gijonesa en el Bernabeu, en los cuartos de final, en la que el Sporting eliminó al Real Madrid con tres goles de Abel. Fue el árbitro del encuentro en el que la Real Sociedad se proclamó campeón de Liga en El Molinón, en abril de 1981, al empatar a 35 segundos del final. Su actitud fue correcta.
Su partido polémico con el Sporting tuvo lugar en el campo gijonés el 28 de febrero de 1982. El equipo gijonés, en puestos de descenso, recibía al Zaragoza, que tenía altas aspiraciones. El encuentro se complicó. Marcó Pichi Alonso. Empató Joaquín, de penalti. Valdano adelantó a los maños. Luego llegó el follón, con un ambiente muy tenso. Consideró involuntarias unas espectaculares manos de Camús y permitió entradas agresivas de los aragoneses. Luego compensaría con un penalti que falló Joaquín. Podía haber sido el empate.
El análisis del árbitro en la crónica de EL COMERCIO decía: «Mal, sin paliativos. Se complicó absurdamente la tarde con decisiones caprichosas impropias de un juez de su categoría. Perjudicó al once local con fallos rigurosos sin venir a cuento, mientras permitía excesiva agresividad a algunos futbolista baturros, especialmente a Güerri y Oñaederra, que se cansaron de dar cera. Fue culpable de lo que pudo haber sido y no fue gracias al saber estar e las gentes».
Al retirarse a los vestuarios, el cabo primero de la Policía Nacional José Manuel del Riego se acercó para prestarle protección ante la lluvia de almohadillas y objetos dirigidos al colegiado, quien interpretó como amenaza un comentario que le hizo el agente de la autoridad, quien le dijo que «vas a acordarte de este partido», en alusión al alboroto por la derrota y sus decisiones, que encresparon a la afición local.
A Enríquez Negreira replicó el comentario con insultos y frases de desprecio, según el policía. El árbitro solicitó la presencia de un sargento, para denunciar al agente. Fue un teniente al vestuario arbitral, después de que el cabo documentara oficialmente los insultos del árbitro. El colegiado fue conducido a la comisaría de Gijón, si bien puntualizó a los periodista a su salida que 'no estoy detenido, ni retenido'. Salió de El Molinón por una puerta de emergencia, en un vehículo de la Policía, acompañado del vicepresidente Juan Fernández-Nespral y del gerente José Manuel Fernández. Tuvo que prestar declaración, debido a la denuncia presentada en su contra, por insultos a la autoridad.
La intención de Enríquez Negreira era olvidar el incidente y volver a Barcelona. Las versiones no coincidían, pero el árbitro no denunció y el policía, si. En esa situación, el colegiado debía pernoctar en comisaría.
Manuel Vega-Arango intercedió para que fuera retirada la denuncia. El agente lo hizo en atención al club. El presidente consideraba que los ecos del incidente podían perjudicar la imagen del Sporting. Enrique Negreira, que salió de las dependencia policiales pasadas las diez de la noche, pernoctó en el Hotel Marsol, en Candás. A la mañana siguiente regresó a Barcelona en el primer avión.
En la secretaría gijonesa siguió un intenso trabajo de despacho, que acabó con la destitución de Vicente Miera, sustituido por Novoa.
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