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«Mira, las cámaras funcionan», bromeaba este lunes algún futbolista del Sporting de Gijón. Justo en ese momento, el equipo salía al campo número ... 2 para iniciar la preparación del partido de Castellón, para el que aún resta casi una semana. El equipo de Asier Garitano, que descendía por la escalera meditabundo, resistió al apagón. Pero fue el único en toda la estructura del club y por circunstancias. La idea inicial era suspender la actividad en Mareo y en El Molinón. Pero cuando se iba a comunicar en torno a las 14 horas, los teléfonos móviles ya fallaban. Así, los jugadores se presentaron a la cita, con el entrenamiento establecido para las 17.15 horas, y Asier Garitano decidió aprovechar la circunstancia en medio de un ambiente extraño y que trasladaba, con matices, a los tiempos de la covid.
A la hora en la que los jugadores trabajaban en el gimnasio antes de salir al campo, el aparcamiento de Mareo, lejos de ofrecer esa imagen bulliciosa que acompaña siempre a la instalación cualquier día entre semana, era un espacio semivacío. Solo rompían el silencio algunos padres, niños y entrenadores despistados, acercándose para solicitar información y preguntar si había entrenamiento. El trabajo de la base se canceló y, aunque se enviaron mensajes para dar el aviso, la falta de cobertura en muchos casos provocó múltiples problemas de comunicación.
«Avisamos por teléfono y nada, tenéis que ir a hacer el entrenamiento recuperatorio a casa», trasladaba un técnico de la base a un canterano. «Ahí está María, no le llegó el mensaje», apuntaba una jugadora del Sporting Femenino. «Es que llevo incomunicada un montón», respondía esta, mientras se acercaba a un grupo, con Óscar Garro a la cabeza, que ejercía de improvisado punto de información para despejar todas las dudas y enviar a los jugadores y jugadoras de vuelta a sus casas.
En las oficinas de Mareo, ante la imposibilidad de trabajar y hacer uso de la tecnología, no había ni un alma. Apenas Carlos Barcia, José María Meana Acebal y miembros del equipo de Comunicación, entre otros. La imagen evocaba, por momentos, la pandémica crisis de 2020, con la salvedad de que el mayor problema se registraba en la falta de comunicación entre las personas.
En el césped, mientras, el balón ya comenzaba a volar. El primer entrenamiento de la semana se inició con ausencias sonadas, comenzando por Rubén Yáñez, que, en medio del caos del día, se echaba en falta junto a sus compañeros sobre el césped. Tampoco estaba Maras. Los dos regresaban de viaje. Ni Guille, al que se espera recuperar para el partido en Castellón y que entrenó por la mañana. Todos ellos, a falta de confirmación oficial, apuntan a estar hoy ya de vuelta después de un lunes negro y de confusión a todos los niveles.
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