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El arqueólogo Rubén Montes, Joaquín Lorences, de la Fundación Valdés-Salas; el catedrático de Arqueología Miguel Ángel de Blas y el arqueólogo Ángel Villa, en la presentación de las conclusiones. B. G. H.
Los astures ya eran mineros

Los astures ya eran mineros

Los estudios, aún en curso, descubrirán el modo de vida de sus moradores, aunque hay constancia de que se dedicaron a la metalurgia Los expertos datan el castro de Pena Aguda, en Belmonte, entre los años 850 y 500 antes de Cristo

BELÉN G. HIDALGO

BELMONTE DE MIRANDA.

Sábado, 12 de mayo 2018, 00:14

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Las primeras excavaciones realizadas en el castro de Pena Aguda, en Belmonte de Miranda, han permitido constatar que el yacimiento es uno de los castros más antiguos de la región. Los estudios lo sitúan en la primera mitad del primer milenio antes de Cristo. En concreto, entre el año 850 y el 500. Las excavaciones, que se iniciaron el verano pasado, se enmarcan dentro del proyecto 'Beriso', que pretende profundizar en el conocimiento de las poblaciones mineras más remotas, así como en su forma de vida y su hábitat.

«No teníamos ningún dato acerca de aquellas poblaciones que habían sido protagonistas de aquella minería. Así, se puso en marcha la primera exploración, muy modesta, para intentar saber si eso que interpretábamos como un asentamiento estable y fortificado en el entorno de las minas, lo era, y si tenía relación con las explotaciones mineras», relató Ángel Villa, arqueólogo del Museo Arqueológico de Asturias. Los resultados, apuntó, causaron sorpresa. La antigüedad del asentario era mayor a la prevista y sus pobladores ya practicaban la metalurgia, «al menos, la del cobre», antes que los romanos, apunta Villa.

Serán los laboratorios quienes confirmen qué tipo de metalurgia practicaban los astures, además de determinar si esos metales con los que trabajaban procedían de los criaderos inmediatos o procedían de otros lugares, pues el castro está ubicado prácticamente sobre la mina. Rubén Montes, doctor en Arqueología, señaló que existió una indudable actividad metalúrgica en el poblado, pues «los restos metalúrgicos nos hablan inequívocamente del trabajo del cobre. Estaría por ver si en esas analíticas podría haber indicios de un trabajo con minerales auríforos que hoy por hoy no podemos asegurar, pero que es muy sugerente».

Además, se están analizando los pólenes y semillas y la fauna consumida, «para poner paisaje al tiempo en que estos poblados estuvieron habitados», apuntó Villa. Estos estudios permitirán conocer cómo se relacionaban entre ellos y cuáles eran las estrategias de supervivencia de estas comunidades. Las investigaciones ya permitieron corroborar la existencia de un asentamiento estable y forticado. «Estamos ante un castro clásico, con una pequeña muralla y una serie de trincheras de carácter defensivo», resumió Rubén Montes, doctor en Arqueología. Detalló que cuenta con una plataforma superior limitada por una pequeña muralla y hasta cuatro fosos en la vertiente más accesible que los separan del entorno.

Mientras se procesan los resultados obtenidos en la campaña anterior, se trabajará en el castro de Alava, en el concejo vecino de Salas, donde continuarán las investigaciones. Será en las tres primeras semanas de agosto. En este nuevo yacimiento tienen muchas esperanzas. «Es prometedor por las características topográficas y, sobre todo, por la ubicación privilegiada. Se sitúa en un alto, dominando el interfluvio entre los ríos Narcea y Pigüeña», afirmó Montes. Las excavaciones son promovidas por la Fundación Valdés-Salas con el patrocinio de Orovalle y la colaboración del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

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