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El negocio apaga el afán de transgresión

A. PANIAGUA

Jueves, 25 de febrero 2016, 00:24

Arco, la feria de arte contemporáneo, cumple su 35 edición y cede protagonismo a una treintena de galerías que a lo largo de estas tres décadas han contribuido a afianzar el certamen. En esta ocasión los organizadores homenajean a Juana de Aizpuru, que fundó el evento en 1982 y que acude -no ha faltado en ninguna edición- a la cita anual con su galería, toda una referencia para los coleccionistas. Los galeristas ya no buscan tanto la transgresión y apuestan sin tapujos por hacer caja.

Este año abundan los signos de autoafirmación y las grandes palabras, que, sin embargo no logran ocultar la realidad. El certamen sigue siendo un acontecimiento de segunda. Está lejos de Basilea, Miami y otras grandes ferias internacionales. A favor de ARCO juega el hecho de que sigue siendo la puerta de entrada al mundo del arte de un público joven y entusiasta. Su punto flaco es que los grandes inversores institucionales, que eran los que sostenían el andamiaje de la feria, han desertado desde el estallido de la crisis. Y los coleccionistas que pagan en petrodólares y yuanes todavía no han sido atraídos por el evento.

Con todo, en los pabellones 7 y 9 de la institución ferial de Madrid se vive un ambiente animado y optimista. Los marchantes hablan de «recuperación» y de «fortalecimiento de la confianza». En esta ocasión, en coherencia con el 35 aniversario de ARCO, las galerías han hecho un esfuerzo para plantear una oferta atrayente. Sigue habiendo piezas provocadoras, como la obra ideada por el artista mexicano Emilio Rojas, que comparece desnudo ante el público dentro de un muro de palés. Con ello intenta denunciar la «mercantilización del arte». No obstante, las pinturas que atraen todas las miradas son de nombres consagrados: Miró, Picasso, Tapies y Antonio López, que está presente en la galería Marlborough con 'Mujer en la bañera', que se vende por 2,5 millones de euros.

Es difícil en una primera visita separar el grano de la paja. Dentro de las habituales performances, una de las más destacadas es la de Tino Sehgal, que prefiere llamar a sus creaciones «situaciones construidas». Este artista comparece en la feria con 'El beso', una instalación a la que se accede a oscuras. Pasado unos minutos, el espectador contempla una recreación de los besos más señeros de la historia de arte gracias a dos amantes desnudos. Así, el visitante asiste a una coreografía de besos en la que están presentes Rodin, Brancusi, Koons y Kandinsky, entre otros.

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