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Fernando Solar, con un violín fabricado con objetos reciclados. P. CITOULA

Instrumentos que mejoran vidas

La Música del Reciclaje emula el proyecto de la orquesta de Cateura, que toca con ingenios fabricados con desechos. Dos de sus alumnos se unen al concierto de los paraguayos en Gijón

JOSÉ L. GONZÁLEZ

Miércoles, 13 de diciembre 2017, 00:19

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A Fernando Solar la profesión de luthier le viene de lejos. Fue su abuelo, nacido en Pravia, quien comenzó con un negocio que siguió su padre y que ahora encabeza él. Lo curioso del caso es cómo empezó la historia. Cuando su abuelo tenía ocho años vio un violín, se enamoró del instrumento y decidió que debía construir el suyo propio. Con la tabla de una mesilla, la red de un cedazo y algunos otros elementos que encontró logró su objetivo, dando forma a un instrumento que aún conserva su nieto. Ahora, Fernando Solar, tras años trabajando refinados violines y violonchelos para profesionales, ha vuelto a los orígenes de la saga familiar al aceptar convertirse en luthier del proyecto La Música del Reciclaje, una iniciativa que lidera Ecoembes en la que se da formación musical a jóvenes en riesgo de exclusión social en Madrid. Formación y mucho más, tal y como destaca el propio Solar. «Son niños a los que la vida no prometió nada y ahora sienten el esfuerzo recompensado», explica este luthier que construye violines con latas de refresco, tenedores y filtros de sumideros.

El proyecto bebe del de la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura, una formación paraguaya que imparte enseñanza musical a jóvenes y los integra en su orquesta, que usa instrumentos fabricados con materiales de desecho encontrados en el vertedero de esta localidad, el más grande del país. Tanto tienen en común que el proyecto español nació en un concierto que los jóvenes paraguayos dieron en Madrid en 2014.

Desde entonces han logrado involucrar a dos centros de acogida de la capital española y a un colegio ubicados en el Pozo del Tío Raimundo y en Pozuelo, cuentan con más de 90 niños en el programa y disponen de dos orquestas. Todo sin perder el contacto con sus compañeros de Cateura, que el día 22 actuarán en el Teatro Jovellanos, en Gijón, con una serie de colaboraciones muy especiales: las del cantautor asturiano Víctor Manuel, la soprano Beatriz Díaz y el Coro Joven de la Fundación Princesa de Asturias. A estas colaboraciones hay que sumar a dos alumnos de La Música del Reciclaje para un concierto que cuenta con el patrocinio del diario EL COMERCIO.

Para poder desarrollar La Música del reciclaje fue necesario mucho trabajo: buscar a los profesores, contactar con los centros, integrar a los niños en el programa, enseñarles fundamentos musicales, y todo controlando la energía de jóvenes que van de los 6 a los 17 años. «El primer día pensábamos que no iban a aguantar sentados. Pero hemos visto que mejoran las notas en sus colegios, porque para seguir en el proyecto tienen que cumplir en sus estudios. Se dan cuenta de que lo que les estamos ofreciendo es verdad. Saben que la disciplina y el compañerismo son muy importantes porque si falla el que tienes al lado, al final falla el grupo», explica Fernando Solar.

En esta iniciativa no solo hay jóvenes aprendices de músicos, también hay pequeños luthieres. Fernando Solar decidió que este proyecto en el que él se encarga de construir los instrumentos no podía depender de su persona. Así que decidió abrir esta tarea a los alumnos que forman parte del proyecto. Ahora, no es solo su cabeza la que idea cómo convertir un bidón de aceite reciclado en un violonchelo sino que tiene a doce jóvenes que comparten su preocupación. «De lo que se trata es de buscar una caja de resonancia. Luego hay que adaptarlo para que suene», explica.

La relación con la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura le llevó a intentar replicar los instrumentos que construyen en Paraguay. Pero «como los elementos que ellos tienen no son los mismos que los nuestros la idea no funcionó bien». Así que son ellos mismos los que idean sus herramientas musicales. «Vamos buscando diferentes elementos que se adapten a los niños. Pensamos hacer un violín con un molde de horno, pero tuvimos que buscar otra cosa porque luego no encajaba entre la barbilla y el hombro de los chicos».

La creatividad de sus aprendices de luthier le lleva al extremo y también le arranca más de una sonrisa, como cuando le propusieron hacer un violonchelo con una silla. Lo que tiene claro es que no quiere salir de un proyecto que le ha mostrado una cara que no conocía de la realidad de su ciudad y que le está dando muchas satisfacciones. «Hay que darles las gracias a ellos, porque lo que vives a su lado es mucho y te emociona».

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