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RAMÓN AVELLO
GIJÓN.
Viernes, 11 de mayo 2018, 00:24
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La asociación de 'Sherezade' con las 'Mil y una noches' justifica el subtítulo del concierto de la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) que ayer se interpretó en el Teatro Jovellanos de Gijón: 'Música y literatura'. Sin embargo, también podría ser apropiado un epígrafe relacionado con los colores de la música. Color zíngaro, hispano y oriental, a través de las 'Danzas de Galanta', del compositor húngaro Zoltan Kodaly, la 'Fantasía para un gentilhombre', de Joaquín Rodrigo, y 'Sherezade', de Rimski Korsak, interpretados por la OSPA, bajo la dirección de Jaime Martín, y con el guitarrista riojano Pablo Sáinz Villegas como solista.
Sobre los ecos de recuerdos infantiles de una orquesta de gitanos que tocaba con aires zíngaros, Zoltan Kodaly compuso estas 'Danzas de Galanta', que, tal vez por la nostalgia del recuerdo, poseen unas características postrománticas, alejadas de intenciones etnomusicológicas o folcloristas, y más cercana a las rapsodias de Liszt. Hay 'gitanería' en el adorno parecido al 'jipio' flamenco que ya en la introducción resalta el clarinete Andreas Weisgerder y por supuesto en la pulsación rítmica, bien acentuada por el director Jaime Martín.
Pablo Sainz Villegas representa en nuestros días, la mejor tradición de la guitarra española. En cuanto a calidad interpretativa, es uno de los sucesores de Segovia. Ecos de esa tradición musical se perciben en la 'Fantasía para un gentilhombre', concierto para guitarra y orquesta de Rodrígo. Sobre temas de Gaspar Sanz, escritor, guitarrista, compositor y 'gentilhombre' aragonés de finales del siglo XVII, Rodrigo compone, a instancias de Segovia, una obra en la que fusiona orquesta contemporánea y música para guitarra española del barroco. La versión fue desde el punto de vista de la guitarra no solo excepcional sino también increíble. Villegas toca sin amplificar el instrumento, pero por su manera peculiar de pulsar proyecta el sonido dando un volumen, una redondez y un color que le permite dialogar en igualdad de plano con la orquesta. La brillantez de 'Canarios' o el equilibrio fugado de 'Rifercare', la expresividad contenida de 'La españoleta', fueron momentos inolvidables de la versión más lograda de esta obra.
En la segunda parte, la OSPA interpretó el poema sinfónico (casi un concierto para violin y orquesta) 'Sherezade', de Rimski Korsakov. Jaime Martín tiene una manera de llevar el ritmo muy natural. Se puede decir que se le intuye la respiración. Hace que parezca que todos los músicos de la orquesta viven juntos. En 'Sherezade' la ligereza fluctuante de la obra, los diferentes planos de dinámica, la riqueza de color, toda una lujuria de sonoridades, y esa cualidad narrativa protagonizada por el concertino Alexander Vasiliev han estado verdaderamente logradas. Aplausos, muchos bravos, especialmente para Villegas, que tocó de propina 'La gran jota de conciertos' de Tárrega y más público del habitual en Gijón. Un público que tuvo suerte porque el concierto fue verdaderamente excepcional.
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