Messi, el hilo conductor del Barça

El Barça está ofreciendo su mejor imagen en el momento de máxima presión, con la Liga entrando en la recta final y el Bayern de Pep Guardiola esperando en las semifinales de la Liga de Campeones. Hasta Luis Enrique, tan arisco que limita al máximo sus valoraciones positivas, comentó tras el derbi ante el Espanyol que «casi perfecto, esa sería la definición del partido». «Hemos dominado todos los factores, teniendo muchísimo el balón en campo contrario y generando ocasiones de gol, la primera parte ha sido de las mejores del campeonato, hemos estado muy efectivos y muy seguros con el balón. En la segunda creo que también hemos estado bien, aunque con la expulsión de Alba se podría haber generado alguna duda», sintetizó.

El motivo para el optimismo fue que esa primera parte fue un calco de la jugada el pasado martes ante el PSG en competición europea, con un Barça recordando las mejores virtudes de los últimos años, tanto con el balón como sin él. Lo fácil, como sucedía en los mejores días del Barça de Pep Guardiola, es desprestigiar a los rivales por apenas oponer resistencia o no ser agresivos. Lo difícil es estar en el césped como adversario cuando el esférico comienza a circular a velocidad de vértigo a uno o dos toques con un nuevo maestro de ceremonias, Leo Messi, que antes era el finalizador y ahora es el constructor.

Lo que hizo en Cornellà-El Prat no se apreciará en ningún resumen, pero fue una delicia verle combinar por todas las zonas del campo: paredes con Alves en su supuesta banda, la derecha; triangulaciones con Busquets e Iniesta por la zona central; apoyos en Suárez y Neymar; pases prodigiosos como el que originó el 0-1 de Neymar tras intervención posterior de Alba y Suárez; y oportunismo para firmar el 0-2 definitivo.

Aunque les pese a sus detractores, que aunque parezca mentira también los tiene, Messi ha superado su obsesión con el gol y da la sensación de haber comprendido que los títulos colectivos le darán más laureles individuales que momentos puntuales de gloria efímera. Es ahora un jugador total que además está finísimo físicamente, hasta el punto de que ha silenciado a todos los que pedían descanso para él por un par de partidos en los que pareció bajar el ritmo.

Su química con Neymar y Luis Suárez, que llevan más goles que en el último mes, es sorprendente teniendo en cuenta los precedentes con otros delanteros que pasaron por el club con los que no acabó de entenderse, más en los posicional que en lo personal.

El Barça, pese al accidente en Sevilla (2-2) porque era un partido que prácticamente tenía ganado, ha superado su etapa del Tourmalet con éxito: 0-1 en Vigo y 2-0 al Valencia, en ambos encuentros con sufrimiento, y 0-2 sencillo al Espanyol. De las cinco jornadas que le quedan, sobre el papel, viendo su nivel actual, no debería pasar apuros el martes ante el Getafe en el Camp Nou (aunque el año pasado un 2-2 en el Estadi ante el mismo rival comenzó a ser clave en la pérdida de la Liga), el sábado en Córdoba frente al colista y otra vez en casa frente a la Real, verdugo, eso sí, en la primera vuelta. La gran dificultad es la visita al Vicente Calderón en la penúltima jornada antes de cerrar el campeonato en el Camp Nou frente al Deportivo.

Para completar el buen estado de ánimo colectivo, Thomas Vermaelen, el eterno fichaje lesionado, recibió este domingo el alta médica y quién sabe si tendrá tiempo de echar una mano al Barça en el momento cumbre de la temporada. Alba, víctima de los caprichos de Mateu Lahoz y de su propia insensatez por no conocer a un árbitro así, será baja por sanción frente al Getafe. Y Rafinha, que jugó a un gran nivel ante el Espanyol, arrastra algunas molestias que le impidieron entrenarse tras el encuentro.