El horno eléctrico, la inversión que por suerte no llegó a Gijón
La instalación llegó a anunciarse para la factoría asturiana, pero fue descartada en 2006 y, a cambio, se priorizó la siderurgia integral que ahora ofrece mejores resultados
N. A. E.
Domingo, 31 de enero 2016, 00:34
Durante muchos años la construcción de un horno eléctrico en la factoría de Arcelor en Gijón fue una de las grandes demandas de los sindicatos y de la administración del Principado. La inversión, destinada a producir 900.000 toneladas de acero líquido, estaba prevista ya a principios de los noventa, cuando se privatizó la siderurgia española, aunque nunca llegó a materializarse. Se auguraba que esta tecnología, la que se emplea en la Acería Compacta de Vizcaya, era básica para la nueva siderurgia, ya que permitía más eficiencia y contaminar menos. De hecho, se iba convirtiendo en la forma predominante de producción en gran parte del mundo.
Cuando se creó Arcelor, de la fusión de Aceralia, Usinor-Sacilor y Arbed, al que era vicepresidente de la división de largos y que, posteriormente, se convertiría en consejero delegado del grupo ArcelorMittal, Roland Junck, se le escapó que la inversión del horno eléctrico de Gijón iba a ser una realidad. Fue en una conversación informal con cuatro periodistas en Luxemburgo, entre ellos uno de EL COMERCIO. El equipamiento suponía un coste de 40 millones de euros y era una gran noticia para la siderurgia asturiana. De hecho, así lo recogió al día siguiente este periódico. Sin embargo, el proyecto se fue retrasando año tras año hasta que, en septiembre de 2006, el mismo Junck declaró que el horno eléctrico para Gijón estaba descartado porque existía una «sobrecapacidad de productos largos en el mercado siderúrgico». El anuncio fue como un jarro de agua fría para las plantas asturianas. Mientras, el Plan Nacional de Asignación de Derechos de Emisión de Gases de Efecto Invernadero (2008-2012) citaba como uno de los hitos más importantes del sector que la acería con horno eléctrico hubiera ido «tomando peso frente a la integral».
El horno se siguió reclamando y, prácticamente, con la llegada de la crisis pasó al olvido. En Asturias, en vez de apostar por esta tecnología se realizaron otras inversiones que, a la postre, han sido más rentables como las mejoras en las secciones de largos, carril, perfil y alambrón o la modernización de la línea de galvanizado de Avilés.
No se puede saber qué hubiera sido de las factorías asturianas si se hubiera priorizado el horno eléctrico, aunque el alto precio de la electricidad y el incremento del coste de la chatarra -la principal materia prima que emplea - reduce su rentabilidad con respecto a la siderurgia integral. A la vista de la situación de la Acería Compacta de Vizcaya, aquella mala noticia pudo no serlo tanto.