Asturianos en la diáspora
Héctor Cortina llegó hace año y medio a Chicago, donde trabaja en marketing y ventas y ejerce la docencia
M. F. A.
Gijón
Sábado, 14 de junio 2025
Héctor Cortina Diego (Gijón, 1988) se formó en la Universidad de Oviedo en Administración y Dirección de Empresas, es doctorando en la Universidad Complutense de Madrid y tiene en su haber un máster en Comercio Internacional por ESIC. Pero también se ha movido de Irlanda a la India pasando por Italia en su etapa formativa quien profesionalmente cuenta con más de diez años de experiencia internacional en marketing y ventas. Actualmente trabaja en Henry Schein y Ornua (Kerrygold) como responsable del negocio para Hispanoamérica, Caribe y el canal hispano en EE. UU. «Compagino esta labor con la docencia universitaria y mi investigación doctoral», cuenta.
Su llegada a EE UU no fue casual. Siempre le atrajo su dinamismo: «Quería una nueva experiencia internacional con impacto real en mi desarrollo personal y profesional y tras seis años liderando el negocio en el suroeste de Europa, hace poco más de un año me ofrecieron una nueva posición en Chicago», cuenta. Lo meditó y con el apoyo de su mujer dio el paso al frente y allí está, advirtiendo cómo es el quehacer al otro lado del Atlántico. «El mercado es muy competitivo y totalmente orientado a resultados. La productividad se prioriza sobre el horario, por lo que las jornadas, aunque no necesariamente largas, son muy intensas. Un aspecto clave del sistema americano es que se valora mucho el esfuerzo y la meritocracia», revela.
Hay cambios también en el plano social, en el estilo de vida, con sus pros y sus contras. «Valoro especialmente su espontaneidad: es común hablar con desconocidos en la calle o recibir un cumplido de alguien que no te conoce. Sin embargo, establecer relaciones sociales profundas con americanos no es fácil; suelen hacer sus amistades en la universidad y no abren fácilmente esos círculos», señala. Es el trabajo la única fuente de planes. O al menos eso narra Héctor, a quien le disgusta la gran dependencia del coche para todo: sacar dinero, comprar medicinas... No hace falta bajarse del vehículo para nada. Y eso que él habita Chicago, una ciudad caminable y en la que es factible moverse en bicicleta. «Por suerte, en Chicago hay una comunidad española e hispana muy activa, lo que hace más fácil sentirte cerca de casa», relata Héctor, que ha aprendido de su experiencia que «los vínculos que se crean lejos de tu país terminan convirtiendo a los amigos en familia».
No está viviendo cualquier momento en el país. Trump todo lo inunda con lo que eso significa. «La polarización en la sociedad americana es un hecho, aunque realmente en el día a día no se percibe un gran cambio respecto a la administración anterior, sí que hay más ruido mediático e incertidumbre en aspectos importantes como la inmigración o barreras al comercio», anota. Ya ha advertido cambios en lo más cotidiano para él. Por ejemplo, que al entrar en EE UU «los funcionarios de inmigración realizan más preguntas que antes, lo que ralentiza más la entrada». Y en el plano laboral, él que trabaja para una firma que produce todo en Europa, asume que «la guerra comercial complica bastante las cosas y dificulta la planificación a medio largo plazo».
Habita un país inmenso y varipinto: «En cierta manera cada estado es como si fuera un país por sí mismo». anota. Él ya ha pisado siete y recomienda la ciudad que habita: Chicago. «Su arquitectura es impresionante, el lago Michigan parece el mar, ya que tiene una superficie de seis veces el tamaño de Asturias. Solo la ciudad de Chicago tiene 45 km de costa. El ritmo es más tranquilo que en otras grandes ciudades del país y la gente, más cercana». Comida, musica y hasta un festival de la sidra hay allí. «También recomendaría Jackson Hole, en Wyoming, entre los parques nacionales de Yellowstone y Grand Teton», concluye.
Es este el sexto país en el que he vivido, de modo que conoce bien las dificultades y las enseñanzas de toda mudanza. «A nivel personal, diría que el principal aprendizaje es asumir que mentalmente no puedes estar en España y aquí a la vez, y esto va a hacer que te pierdas muchas cosas, pero también hace que cada vez que vuelves a Asturias disfrutes cada minuto al máximo».
Dicho lo dicho, y con nueve horas de avión de distancia y siete de diferencia horaria, añora a los suyos, unos buenos calamares de potera y la tranquilidad de Gijón. Pero no hay plan de retorno inmediato: «A corto/medio plazo mi sitio está en Chicago, quiero seguir exprimiendo esta oportunidad de crecer personal y profesionalmente al máximo, pero sin duda a largo plazo me veo de vuelta en España».
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