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El Principado quiere entrar en la carrera espacial desatada entorno a los nanosatélites. Para ello la Consejería de Ciencia ultima un contrato innovador, ... a licitar en las próximas semanas, y que ofrecerá 1,7 millones a las empresas o consorcios capaces de fabricarle en un plazo máximo de 18 meses uno de estos vehículos espaciales. El encargo lleva aparejado inventar una solución que permita disponer de los primeros dos bancos de pruebas portátiles del mundo capaces de homologar los nanosatélites. El objetivo del departamento regido por Borja Sánchez es llegar al segundo semestre de 2027 con todo listo para poner en órbita el primer nanosatélite propiedad de la Administración autonómica. A partir de ahí se trabajaría en los permisos de lanzamiento, algo que no tiene plazos tasados.
Dicen que para llegar lejos hay que empezar pronto. Los primeros pasos de este camino se dieron en 2020, cuando la consejería lanzó una consulta al mercado para identificar proyectos innovadores. Se buscaba imaginación y buenas ideas a las que dar el apoyo de la Administración para materializarlas.
Entre las oportunidades que se otearon gracias a esa consulta estaba que Asturias metiera un primer pie en el sector «de lo que llaman 'New Space'», explica el viceconsejero Iván Aitor Lucas del Amo. «Está teniendo un desarrollo brutal desde 2022», subraya, al tiempo que recita las últimas novedades. El pasado diciembre Elon Musk completó su primera constelación, con casi 6.900 aparatos. Amazon trabaja en la suya, con 3.200, y la Agencia Espacial Europea tiene aprobado otra más de 290.
La carrera se ha desatado gracias a los avances cosechados en la miniaturización de tecnologías y el desarrollo de las comunicaciones. Estos logros cristalizaron en vehículos espaciales que «pesan entre uno y diez kilos, son del tamaño de dos cajas de zapatos pegadas y se lanzan de forma individual o por constelaciones», describe el viceconsejero.
El coste de los 'nanos' oscila entre los 40.000 y los 100.000 euros, lo que provocó que las empresas empezaran a mirar al firmamento y trabajaran en un coto antes reservado para los estados. Un satélite normal exigía unos 200 millones y entre cinco y 15 años de trabajo para montarlo, demasiado riesgo y esfuerzo para afrontarlo con capital privado.
Las funciones de estos pequeños vehículos están por ahora limitadas. Sirven para la observación, como soporte a las telecomunicaciones, pueden llevar cámaras de calor para seguir la evolución de los incendios, respaldar el control meteorológico, etcétera. No salen al espacio exterior y, alimentados por sus paneles solares, se quedan suspendidos en órbitas bajas, por encima de los aviones, a entre 400 y 1.000 kilómetros de altitud, lo que, en función de su motor, le permite dar una vuelta al mundo cada 90 o 120 minutos.
¿Qué puede pintar Asturias en todo esto? Aquí no hay nadie que fabrique nanosatélites, pero sí un Doctorado en Ciencias y Tecnologías del Espacio, una cátedra Thin5G, una red de banda ancha para el internet de la cosas e industria capaz de evolucionar a este tipo de productos. Es decir, una cierta base sobre la que, con los estímulos necesarios, empezar a mirar al cielo de otra forma.
«Lo que queremos es meter a la parte empresarial asturiana en la carrera del 'New Space', que adquiera estos conocimientos y generen sinergias con centros y compañías que ahora no están en Asturias», cuenta el viceconsejero. Un ejemplo. «Asturfeito es metalmecánico, pero su especialización en nuevas estructuras ha provocado que esté fabricando grandes telescopios para Chile; lo que queremos es eso, incentivar nuevos conocimientos y oportunidades en nuestro tejido productivo y atraer empresas de fuera. Agitar el ecosistema para que gane capacidades que lo hagan más resiliente», dice.
Galicia, Cataluña, Andalucía y Madrid están posicionadas en esta carrera, pero, ¿hay margen para que Asturias entre? Para comprobarlo Ciencia hizo entre marzo y abril de 2022 hizo una consulta preliminar, lanzando ya una idea concreta para saber si fuera de los muros de la consejería había interesados en llevarla a cabo.
El reto que se planteó entonces era fabricar el nanosatélite y también un banco de pruebas para estos vehículos y otro de ensayos para los cohetes que los lanzan. «Al proponer hacer aquí un nanosatélite estoy queriendo que nuestro tejido adquiera ese conocimiento que ya se está aplicando en otros sitios donde ya se fabrican. Pero lo verdaderamente innovador es el banco de pruebas», distingue Aitor Lucas del Amo. «Ahora mismo antes de lanzar un 'nano' tienes que someterlo a una serie de pruebas, como son las de combustibles, de vacío o gravitacionales. Hay empresas que tienen sus laboratorios y hacen algunos de esos ensayos, pero no existe un sitio que te permita resolver todo el proceso y que además sea transportable», explica.
La consulta de 2022 verificó que había agua en esa piscina. Tres empresas y un centro tecnológico participaron de la fase pública, interesándose en seguir vinculados al proyecto. «Luego hubo otras que nos llamaron avisándonos de que quieren que las tengamos en cuenta pero que por razones de confidencialidad no querían mostrar su tecnología», matiza el viceconsejero.
Ahora llega el momento del compromiso. De ir en serio. De firmar el contrato para empezar a dar forma a ese reto.
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